El humor, en su versión de broma pesada o de burla, ha sido históricamente uno de los más poderosos métodos correctivos de la diversidad en cualquiera de sus expresiones. Pero el humor en buenas manos puede ser bandera hilarante de las diferencias: Maitena y Laerte confirman con sus trabajos la potencia transformadora de la ironía y del trazo fino. Laerte ya era muy conocido en Brasil cuando hace muy poco, y cerca de cumplir sesenta años, decidió presentarse en sociedad como mujer trans. En esta conversación ambas estrellas de la historieta analizan los alcances de sus propios personajes.
Maitena es Maitena, no necesita presentación. Su nombre evoca una legión de mujeres con pequeños problemas y grandes soluciones, todo en el mismo cuadrito. Mujeres que perdieron la vista a causa de la presbicia pero igual leen la letra chica porque están superadas, chicas de treinta que se están sacando la bombacha en la portada de un libro, pero están alteradas, que se ajustan el pantalón, pero lo llevan puesto. Maitena está en la agenda año tras año pero, sobre todo, instalada como el gato de Cheshire en la conciencia de las inconscientes, en el superyó de todas y todas. Su nombre es contraseña para abrir la tranquera a la autocrítica maliciosa y a la denuncia con gracia aquí y en todos los países donde se consumen sus mujeres (en esta Feria del Libro de Guadalajara se llevará el premio La Catrina, destinado a autores destacados internacionalmente en los campos de la caricatura y la historieta). Con un trazo aparentemente simple, Maitena descubrió un territorio y una serie de situaciones donde personas hiperlúcidas son “pescadas” por ellas mismas o sus amigas justo en el momento de la caída en el clisé de la feminidad. ¿El mundo femenino es lo mismo que decir el mundo de las mujeres? Esta pregunta y otras que apuntan a las botas (y tacones) de la dictadura de género, incluido el profundo malhumor que ésta provoca, es el tema de conversación entre Maitena y Laerte, dos potencias que se encontraron en San Pablo en el marco del Encuentro entre caricaturistas en el Centro Cultural Belenzinho. Laerte no necesita presentación en Brasil, prócer del humor desde lo más under hasta las páginas de diarios y revistas mainstream desde hace ya un largo tiempo, ha sido considerada uno de los mejores historietistas (hoy es una de las mejores). En 2004 se presentó en sociedad como cross dresser y en 2010, a los 59, hizo pública su decisión de ser mujer transgénero. Como en la Argentina es necesario hacer algunas presentaciones, Soy le ha pedido que antes de reproducir la conversación se presente con sus propias palabras. Y lo hizo así:
No he pensado mucho sobre las etapas de mi vida. Pero bueno, veamos... Hice la escuela superior, en Música, después en Periodismo, pero jamás me recibí ni en una ni en otra. En aquellos tiempos, a los 17, tuve mis primeras relaciones sexuales, siempre con hombres, y durante algunos años todo estuvo bien. Pero de pronto entré en pánico y me metí en el armario por décadas. Me casé con mujeres, tuve hijos, etc. Por fin, cuando se estaba terminando el siglo XX reconocí y acepté mi deseo exclusivo por los hombres, aunque no fue tan fácil como suena, tuve mis dificultades. Lo de la transgeneridad es todavía más reciente. Hugo siempre ha sido mi alter-ego, desde que lo creé, en los años ’80. Hay muchas historietas que se inspiran en hechos de mi vida, principalmente mis dificultades con los aparatos de informática... Les envío un ejemplo. A veces Hugo se travestía, pero siempre con una justificación más o menos consistente, como por ejemplo escaparse de la mafia. Pero en 2004 aparece en una historieta travistiéndose sin razón obligada, digamos que se traviste por nada, por el puro placer de la cosa. Allí fue que una amiga –hoy amiga– me contactó por email y me preguntó si eso que estaba haciendo Hugo no podría tratarse de un deseo mío, me preguntó si no me interesaría conocer a otras personas con el mismo deseo. Allí comprendí que no se trataba de una ficción sino de un deseo real y –lo mejor– ¡posible! Todo eso representó un salto muy grande en mi vida y una abertura enorme para mi modo de ver las cosas y también de crear, de trabajar. En 2010, al declararme públicamente transgénero, en una entrevista, no encontré más razones para mi travestimiento esporádico y semiclandestino.
Empecé a vestirme en conformidad con mis sentimientos, cambié todas las ropas que tenía.
Al vivir la posibilidad de ser mujer, conocía a muchas otras personas, muchas vidas con historias dolorosas parecidas –o no tan parecidas, pero sintonizadas–. Retomé mi vida de compromiso político –formé parte del Partido Comunista en los años ’70 y ’80–, ahora por una causa relacionada con la intimidad de los sentimientos, algo que está muy vivo dentro de mí, más que por una motivación ideológica, por justa y sincera que fuera. Por lo que he comprendido a través de mis lecturas por cierto nada profesionales de Beatriz Preciado, Judith Butler y conversaciones con activistas, tiene mucho sentido la idea de que hombre y mujer son conceptos culturales, creaciones de la cultura que cambian con el tiempo y el contexto. Así que, para mí, la autoconstrucción de una identidad de mujer es algo que se va moldeando y, al mismo tiempo, abriendo posibilidades de expresión en las que no había pensado antes. Para algunos hombres, construirse mujer significa nada más que el intento de copiar un modelo preexistente. Para otras personas la cosa es más compleja, y más dinámica también. Me gusta usar el nombre Laerte. No le vi sentido a cambiarlo. Tengo identidad masculina y femenina a la vez. Al hospital voy travestida o, mejor dicho, vestida. Realizo exámenes médicos masculinos por eso allí me definí como hombre. Las mujeres no tienen próstata. Pero en los hoteles, me registro como “Laerte Countinho, sexo femenino”.
Laerte: Creo que las mujeres viven, desde el siglo XIX, un proceso de “revolución permanente”, que las ha llevado a nuevas vivencias sociales, laborales, políticas, existenciales. Creo que a los hombres les toca hacer su parte en esa revolución del género humano... Vos fuiste durante mucho tiempo considerada una humorista de temas femeninos o, mejor dicho, representante de las mujeres. ¿Cómo se llega a eso?
Maitena: Sí, fui vista así, pero tuvo que ver sobre todo con que no había muchas mujeres haciendo historietas. Por ejemplo, una pregunta que me hacían siempre es cómo me llevaba con mis compañeros en las revistas, cómo era recibida teniendo en cuenta que es un ambiente muy de hombres, muy hétero. Y la respuesta siempre era que me recibían genial, justamente porque son machistas. Como cuando entrás por equivocación a un baño de hombres: te reciben bien, con un “hoooola, rubia”. Es cierto que yo hablaba de otras cosas, tocaba temas de los que comúnmente no se hablaba. No sé si eran temas que tenían que ver tanto con la mujer, pero sí con lo doméstico, la vida de todos los días. Pero a ese humor también lo podría haber hecho un hombre.
Laerte: Yo, que pienso en un momento en que no existan las diferencias de género, que no existan separaciones, me pregunto hasta cuándo se van a mantener estos muros, imaginarios pero tan sólidos. Pero bueno, entiendo que todo pasado fue peor.
Maitena: Cuando empecé a trabajar hacía humor erótico. Todos mis compañeros eran varones. La visión mía sobre sexo era muy diferente de la de los demás. Yo no tenía el patrón del humor masculino y eso a ellos les resultaba muy fuerte, les molestaba. Tenía un personaje que se llamaba “La fiera” que salía a la calle a buscar hombres para tener sexo, salía con el impermeable cerrado. Lo abría y cada semana estaba con un hombre de una profesión diferente. Les parecía muy agresivo porque “La fiera” se los cogía y los escupía como quien escupe el carozo de una aceituna. Se espantaban y, sin embargo, ¿cuántos hombres hacen eso con las mujeres? Fundamentalmente les resultaba chocante que el deseo fuera femenino porque en los comics siempre el deseo es masculino y la mujer es el objeto de deseo. Llegaban cartas de lectores dirigidas a mí pensando que yo era un hombre, que Maitena era mi apellido, les resultaba imposible imaginar que quien escribía las historias en las que alguien está caliente fuera una mujer.
Laerte: Es que hay cosas que se consideran femeninas y otras masculinas. Y en la historieta también es así. Vos abriste una puerta para retratar a la mujer no como musa o como apéndice del hombre, sino una mujer que se parece más a la real.
Maitena: Estaba el prejuicio de que esa temática era femenina. Hablar de las cosas de todos los días, del cuerpo, las relaciones familiares, de que te mirás al espejo y te sentís fea, gorda, no eran temáticas muy exploradas por los historietistas hombres. En ese sentido me enorgullezco de haber abierto un camino porque ahora hay muchísimos varones jóvenes que hacen un humor hablando de sus cosas personales, de qué los hace sentir mal, del cuerpo. Pero bueno, también fue parte de un fenómeno de la época, de los noventa. Después vinieron todas esas series como Sex And The City, etc. Era la época en que estábamos de moda las mujeres. Ahora está de moda lo gay.
Laerte: ¿No ves en todo esto una intervención crucial del feminismo?
Maitena: El feminismo habló muy bien de las mujeres durante mucho tiempo. Pero creo que lo que yo hice fue hablar mal de las mujeres. Las partes débiles y las partes malas. Todo va cambiando. Creo que en algunos años ya no va a ser novedad que un hombre decida, como vos, ponerse ropa femenina o priorizar la parte femenina de su personalidad. Creo que con los años los hombres se van feminizando y las mujeres se van masculinizando.
Laerte: ¿Me lo prometes? (Risas.)
Maitena: Pienso que tu trabajo cambió mucho en relación con tu propia transformación.
Laerte: En 2004 empecé un cambio, a hacer tiras más poéticas. Me acuerdo de que leí una entrevista en la que Chico Buarque decía que veía a la canción históricamente limitada al siglo XX, que tal vez el rap y otros géneros expresaban mejor el presente. Y me pregunté lo mismo sobre la historieta, sentí que mi trabajo había cumplido un ciclo. Así es que dejé a muchos de mis personajes. Me quedé con Muriel y también en Hugo. Fue este cambio en las tiras lo que me puso en contacto con la comunidad cross. Me llevó mucho tiempo decidirme a hacer una sesión de cross dressing en un lugar que encontré en Internet. Recuerdo que el primer momento fue el de la depilación con cera. Fue un hito de redención, de autodescubrimiento, como sentirme sin coraza. Lo segundo fue ponerme la ropa que me ofrecían, incluido el corpiño. Me tomaron una foto. Sentí la libertad.
Maitena: Después viene el trabajo de qué tipo de mujer ser. La tiranía de los modelos.
Laerte: Sí, a veces se ve en la población trans una recurrencia a pocos modelos que podrían resumirse en una diva, en una Marilyn Monroe. Creo que llevará su tiempo ir ampliando, y aquí juegan los modelos que ofrece la cultura, incluida la historieta. Tengo 62 años, no voy a tomar hormonas, ya no me hacen efecto, y todo lo relacionado con cambios quirúrgicos me asusta mucho. Creo que la práctica me ha hecho elegir mejor lo que me voy a poner, y entiendo que la ropa es una forma de expresión. Tuve una prótesis de cola que usaba con calzas, y ya no me la pongo. Tengo corpiños armados en casa, pero que no se pueden usar con cualquier vestido. Pero bueno, de a poco empecé a gustar de mi cuerpo sin pechos, tal vez me pondría siliconas. Uso láser para la barba y también crema antiarrugas, pero la verdad es que invierto más dinero en mi gata Celina que está parapléjica. Pienso que lo que le pasa a Hugo representa lo que le pasa a mucha gente. Y creo que con tus mujeres te ocurrirá lo mismo.
Maitena: Una vez me escribió una chica de 14 años diciendo que ella se depilaba los bigotes y que pensaba que era algo vergonzoso y que era la única a la que le pasaba. Y me contó el alivio que le dio ver en mis chistes que todas lo hacemos.
Laerte: Yo me pregunto si hay que crear otro lenguaje para incluir los temas de género. Para decir que lo masculino y lo femenino no están condicionados por la biología. Históricamente se van marcando las pautas para representar el modo de ser femenino y el modo de ser masculino. Hay que ver cómo hacer para que desde la forma en la que encontramos de contar las historias vayamos alejándonos de esa basura.
Maitena: El humor necesita romper con algo, reírse de algo, desarmar algo. Tiene que agarrar algo natural y tomarlo como raro o diferente. O agarrar algo muy diferente y tomarlo como algo natural. Pero ese proceso mental un poco tiene que suceder solo. Si me preguntan cómo se hace, yo no sé cómo se hace el humor. Cuando uno encuentra la fórmula, el humor deja de ser gracioso. Cuando se escribe humor hay que llevar adelante una pelea con los prejuicios hasta el límite, riéndote y burlándote de todo. Hay gente que dice “no te podés reír de esto”. Bueno, sí, yo creo que como ejercicio se puede hacer.
Laerte: Esa idea de corrección política aparece en un momento en el que los movimientos sociales han podido superar viejas consignas para desarrollar nuevos modelos de negros, homosexuales, judíos, lo que sea.
Maitena: Cada vez que uno se propone hacer humor sobre un tema específico, no le sale bien. Cuando se hace humor con el preconcepto de que tiene que ser de género, tiene que transmitir cierto mensaje determinado, no funciona.
Laerte: Es cierto que en estos últimos años han cambiado muchas cosas, están apareciendo muchas leyes que reconocen la diversidad. Pero bueno, me molesta un poco la palabra pareja. Pero más me molesta la palabra casamiento, porque en su raíz está la palabra casa. Es la pareja pensada en cuanto a mobiliario, a la familia, los hijos. Me gusta más como se dice en Uruguay, compañero.
Maitena: Y sí, en toda esta transformación tiene que haber también una transformación del lenguaje. Creo que estamos atravesando una revolución que va a llevar a que las parejas ya no vivan juntas. La única razón por la que un hombre y una mujer pueden vivir juntos muchos años es porque tienen hijos. Lo digo porque yo ya tuve varias parejas. La idea de una pareja sin hijos viviendo junta es un embole, es siniestro, porque la convivencia mata toda la gracia de la pasión. Váyanse juntos de vacaciones, pero vivir juntos... Dios mío.
Laerte: ...
Maitena: Hay mujeres que dicen “cada vez hay más gays”. No es así. Siempre hubo la misma cantidad, pero lo diferente de ahora es que lo pueden vivir. Lo pueden elegir desde mucho más temprano. La sensación para las mujeres heterosexuales es que cada vez hay menos hombres... bueno, empiecen a mirar a las chicas. Hay cada vez más maneras de armar familias. No tiene que ser visto como que cada vez hay menos hombres sino que cada vez hay más posibilidades. Todo eso se cae a pedazos. Claro que hay muchas mujeres que tienen todavía en la cabeza al príncipe azul que les metió la cultura, bueno, váyanse enterando: no existe. ¡Ningún hombre quiere hacer todo eso!
Laerte: ...
Maitena: ¿Por qué te quedás tan callada?
Laerte: No... Me quedé pensando... Vos creés que se está cayendo solo a pedazos ... ¿o que tendríamos que darle un empujón?
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