Viernes, 23 de agosto de 2013 | Hoy
MI MUNDO
Con apellido de vedette y nombre de vecina española, Maruja Bustamante va abriéndose paso, siempre en sentido inverso o ligeramente desviado a fuerza de encanto, ojos de gata y talento. La dramaturga y actriz, junto con su amor imposible Iti el Hermoso, protagoniza un biodrama de Vivi Tellas: Maruja enamorada. La erotomanía y la construcción de la identidad a partir del amor o el desamor aparecen entre canciones, rimas ridículas y confesiones.
Por Magdalena De Santo
En la era de la espectacularización del yo, la figura de Maruja parece más bien una oda al fracaso exitoso, que no se victimiza sino que se potencia y se convierte en obra. Al igual que en una toma de Aikido –que aprovecha la sinergia a su favor– o la estrategia típicamente queer –que utiliza el estigma doloroso para resignificarlo–, la marginalidad que pudo haber obturado a Maruja, por lo gorda y lo fantasiosa, termina siendo una nueva ocasión para el encuentro afectivo: habita ese looser que todas intentamos esconder y lo reconvierte en motivo de un espectáculo. Además, encontramos a una Maruja distinta de la torta simbiótica que nos hizo creer que era –especialmente con la serie lésbica que circuló en la web, Plan V– porque a través de Maruja enamorada la ecuación del closet parece haberse invertido y se revela con el grito insistente de: “¡Soy erotómana!”.
Hablemos, entonces, de las ficciones cotidianas que retornan al escenario; de dos mujeres irreverentes que parecen inyectarse esa droga que se llama amor. Hablemos de amor, de la imprevisibilidad, del eterno volver a comenzar, de lo único y, al mismo tiempo, repetitivo que contiene, de los límites borrosos de sus señales, de las fantasías y más: hablemos de una posible vuelta de tuerca a la tragedia del amor no correspondido. Como dijo la sabia y bisexual Kate Millet: “El amor es el opio de las mujeres”.
Casi siempre inefable cuando se trata de amor, el tema de Maruja enamorada es la erotomanía, con música en vivo del dúo Te Amo (Iti el Hermoso y Maruja) y un convite final para charlar y tomarse alguna copita. A expectar, entonces, cómo llora el corazón palpitante de Maruja.
Maruja: Me pasó una cosa extrema con un chico. Era un limbo de fantasías. Y pensé que me tenía que salvar porque era una locura. Primero, escribí una obra –porque en general yo trato de llevarlo todo ahí– y mi profesor de ese momento, Horacio Banega, me dijo que con todo ese material tenía que ir con la madre del biodrama, Vivi Tellas. Y justo me llegó la información de que ella hacía un curso de verano, una especie de supervisión para poder aprender a hacer un biodrama, y fui.
M.: Surgió del amor no correspondido, de encontrarles otra vuelta a tantos amores no correspondidos. Y así encontré esta especie de psicosis que es la erotomanía. Empecé a creer que yo era erotómana, empecé a estudiarlo seriamente, le preguntaba a mi psicólogo. Aunque él se ría un poco, yo pienso que soy erotómana. Los casos más comunes de erotomanía son los que se dan entre las fans y sus ídolos. Pero también hay casos de “creo que el vecino está enamorado perdidamente de mí”.
Vivi: Y entonces empezás a leer todas las señales. Ves señales por todos lados que indican que está perdido por vos, me saludó de esta manera, me trajo el diario, me dijo hola: cualquier cosa es una señal de amor.
M.: Siempre cuento la historia de la erotómana de Joaquín Sabina. La mujer interceptó una entrevista que le estaban mandando por mail a su ídolo y la contestó por él. Una de las preguntas era qué lo motivaba a hacer canciones. Y la erotómana puso que era el amor que sentía por ella, que ella era la razón de su vida: la mujer mandó una falsa entrevista para demostrar a sus amigos que realmente Sabina estaba enamorado de ella.
V.: Por eso, es una forma que da directamente a la ficción. Si te querés dedicar a la ficción podés empezar a creer que sos erotómana y escribir. Es que el estado amatorio es una fantasía total, incluso cuando se construye con otra persona. La erotomanía, en este caso, también es la ficción que nos permite entrar en la ficción, que permite armar una ficción sobre vos mismo. Con gente de teatro también es bastante más sencillo entrar en la ficción. Digo, la erotomanía también es una construcción.
V.: Un poco la estructura de la obra empezó a armarse con los novios: primer novio, novio número dos, novio número tres. Justamente porque empezamos con esta idea, sin un texto previo. Lo vamos construyendo entre las dos, como una reconstrucción. Y llegamos hasta el último novio.
M.: Trabajamos los amores desde la edad que me acuerdo las cosas, desde los tres años, hasta la persona que decidí hacerle una obra, mi último amor.
V: En ese último se ve más claramente esta erotomanía. Es un momento interesante porque es cuando ella se convierte en directora y dramaturga. Ahí la vemos dirigir una obra. Es un poco la escena reveladora de lo oculto, una especie de Hamlet en el que, en un pedacito de obra, se ve la verdad: en la ficción se ve la verdad. También en la obra hay bastante música, hay canciones del grupo Te Amo, canciones que ella dedicó a los distintos amores a lo largo de su vida.
M.: También hay algo muy ficcional en los pequeños relatos que hay dentro de la obra porque juntamos el principio con el final de cada relación, como si eso condensara todo.
V.: Por eso tenemos la hipótesis de que el amor en su punto más alto, donde te parece que ahí va a empezar el amor, termina. Es trágico.
M.: ¡Como yo!
V.: Y sí, con Maruja enamorada se va tejiendo quién es hoy Maruja, y también quién soy yo.
V.: Es emocionante, lloramos. Es muy para llorar de emoción.
M.: Movilizante. Al principio yo paraba porque había momentos en que Iti –que es el músico que hace de todos mis novios– sin querer decía o hacía algo que me recreaba exactamente el momento o la imagen que yo tengo de ese amor. Y no lo podía creer, algo se estaba produciendo de nuevo. Pienso a veces que actué bien y otras que hubiera actuado diferente.
M.: Puede ser, de a poco fue. Cuando yo era mucho más chica, era más libre, sin pensar esas cosas. De repente llegó un momento en que todo empezó a ponerse en otra zona. No sé cuándo empezó esta especie de erotomanía, si empezó tarde, si la descubrí más tarde, si estuvo siempre.... Mi papá me daba de comer mucho. Mi papá trabajaba en un restaurante, y dijo que él me quería, que me cuidó, me amó mucho y me daba panchitos. Me daba comida. “La engordé –dijo–, yo la engordé.” Algo de eso puede haber también, hay algo con mi papá que es terrible, todo fue mi papá, me crió él, fueron mi mamá y mi papá...
M.: El rechazo te hace un poco parca. A veces, se conectan conmigo de una manera espiritual, pero como que mi cuerpo no condice. Sin embargo, cada vez que viví la sexualidad puntualmente, la viví bien. Fueron personas que pudieron atravesar y disfrutarme completa. Cuando yo no siento eso, también me siento insegura y pongo trabas. Si tuviese que definirme dentro de las palabras que existen y se utilizan, elegiría bisexual. Una vez le dije a un amigo que yo soy no-heterosexual porque todo lo que representa la heterosexualidad no me representa demasiado. Por sobre todo me considero y soy Pajarera: la simpática gorda que los putos aman y a quienes ella también ama y protege con locura. Esta condición es la que me hizo siempre parte del colectivo lgtb.
V.: Pienso teatralmente en la repetición. Si hay un vestuario, si hay una música, un texto que se repite... Pero, sobre todo, si hay momentos que se consideran únicos. Me interesan esos momentos que decís “esto me pasó solamente a mí”, por más que sea una idea de ficción eso que sentís, busco eso singular. Siempre queremos ver, al menos yo y muchos de los que hacemos teatro, momentos únicos y no las cosas que podemos conseguir por Internet o ver en la tele. Queremos que se produzca algo bastante único.
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