Viernes, 12 de septiembre de 2008 | Hoy
LUX VA > AL FESTIVAL DE CINE DE TEMáTICA SEXUAL
Entre tradicionales valijeros y casi modernos estudiantes de cine, Lux deambula por Lavalle estimuladx por la temática sexual de un festival que poco lx incluye. El ánimo tanguero no se rinde y en un zaguán encuentra el nombre que desea.
El antispam de mi cuenta yahoo parece configurado por el Opus Dei: condena a la carpeta de “correo no deseado” a los mails más guarangos, esos que agitan mis fantasías porno como a un cornalito en un tsunami. Y esas ofertas eróticas vulgares, en lugar de molestarme porque violan mi intimidad virtual, me excitan como pocas cosas: me subyuga revolcarme en el correo basura. ¡Por qué seré tan invertidx! En mi carpeta de spam, entre una oferta de consoladores XL y otra de Teen Sex, encuentro una invitación al Festival de Cine de Temática Sexual. Es en el complejo de cines Tita Merello, así que estoy entonadx porque hoy tengo alma arrabalera.
El hall del cine estaba poblado de juventud no identificada, ¿emos, bloggers? No, nada de eso. Una pesquisa veloz confirma que son estudiantes de cine: tribu apática de impalpables; hablaban distanciados y sin pizca de elocuencia, el roce entre ellos no era siquiera un destino lejano. Si esperaba calor del público de este festival, iba muertx, el único futuro cercano era la frigidez en la oscuridad de una sala repleta de niñas y niños bien; y yo que buscaba un poco de tango reo... Igual entré por si la pantalla producía algún efecto impensado en la platea. Proyectaron el corto argentino Sacarse las medias con el dedo gordo del pie, sobre una pareja hétero que pasa un día encamada, mimoseando. El corto daba certeros chispazos de ternura, pero yo necesitaba que me metan los dedos en el enchufe. Prefería volver a casa a mi correo basura.
De vuelta al hall, veo a un vejete en boletería sacando entradas para otra sala del complejo donde daban Francesca. El fulano tenía pinta de petitero y era mi gran oportunidad para morder el polvo de la gerontofilia en la era del viagra. “¿Esta es la cola de Francesca?”, le digo, sabiendo del estúpido doble sentido de la frase, que encima reforcé quebrando la cadera. “Sí”, responde con amabilidad de picaflor. Y siguió: “Vengo a verla por Sofia Loren, esa sí que es una mina polenta... Y de la época en que las tetas eran de carne”. La frase era un poco reaccionaria, sí, pero igual me dejó caliente como pava de lata, apreté las piernas para que el ardor genital no me derrita ahí mismo. Un chabón de los de antes, metejoneado, listo para usar. El brillo en sus ojos parecía no mentir: prometía partusa sin límites. Pero no. El viejo entró a la sala y esquivó el bulto, se alejó de mí y de todo el mundo para arrinconarse en el lugar más alejado y oscuro. Y ahí comprendí: era el último valijero, espécimen en extinción, refugiado en la sombra para disfrutar del autoerotismo, como lo vendrá haciendo desde alguna paja púber de colado en películas de nudismo ingenuo de la Coca Sarli. Un fracaso en continuado. Salí del cine frenéticx y terminé en el paisaje nocturno de Lavalle peatonal, imperecedera calle del pecado, ahora poblada por desalmados suburbanos que vienen a buscar un viernes a la noche algo del calor de las luces sucias del centro. Me acomodé como gatx en celo en el zaguán de unas oficinas, esperando a alguien que me llame Pipistrela. Y yo me dejo llamar.
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