Viernes, 11 de octubre de 2013 | Hoy
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Leo la nota “Conchísima” del SOY del 4 de este mes. Leo una nota online en portugués titulada “Travesti con barba sufre prejuicios al ser seleccionada para festival de música”. Me entero de que un grupo en Facebook “en repudio” de la participación de Conchita Wurst en el festival Eurovisión tiene más de 40 mil adhesiones.
Primero me parece inverosímil que haya tanta gente dispuesta a usar su tiempo para tratar de impedir que otrxs vivan su vida. Pero después veo la foto de Conchita, veo un video donde canta, y entiendo. Pienso que, si pudieran catalogar a Conchita como “un varón de pelo largo y barba”, no tendrían ningún problema; que tampoco tendrían (tanto) problema si vieran a una travesti que cumpliera el requisito de “femineidad” consistente en ser lampiña —incluso podrían llegar a decir algo como: “bueno, dejemos que la pobre tenga su oportunidad de fama”—. Pero no: ven a unatravesticonbarba, a alguien que no se presenta ante el mundo como varón ni como mujer sino como trans, y se horrorizan. No les cierra, no encaja en el esquema binario varón/mujer. Ni siquiera encaja en un aggionardo “trinario” varón/mujer/trans, donde “trans” revestiría una forma “correctx” al cumplir con los estereotipos vigentes de masculinidad y feminidad (lampiñx para las damas, peludx para los caballeros...) como opciones únicas y excluyentes.
Me pregunto: ¿qué mueve a una persona que no es trans a tratar activamente de impedir que alguien trans aparezca públicamente? ¿Qué hace falta? ¿Alcanza solamente con que vea a alguien que no encaja en un molde? Sospecho que además hay otra cosa, algo del orden del miedo: un profundo cagazo ante la noción (sea más o menos consciente) de que hay muchas formas distintas de vivir el propio cuerpo y la propia identidad. Sospecho que la aparición pública de alguien trans produce en mucha gente una suerte de envidia o de frustración personales que desea evitar a toda costa. No sea cosa de que esta diosa de barba y pelo largo nos haga sentir un poco tontxs cuando nos privamos de algo (ropa, maquillaje, posturas, actividades, movimientos, relaciones, lo que fuere) sólo porque “es de mina/tipo”. Creo que la belleza de Conchita también interpela a sus más de 40 mil detractores/as: si fuera fea, seguramente se quedarían tranquilos/as, sin sentirse amenazados/as en sus posibilidades de realización social. Pero no, es linda y parece que eso, siendo trans, también debe ser un pecado. Sea como fuere, yo denunciaría a ese grupo de 40 mil personas por concentración masiva de mediocres.
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