Viernes, 15 de noviembre de 2013 | Hoy
Ha muerto Kenia Cruz Paz, reina mexicana de la Fiesta de las Intrépidas Buscadoras del Peligro. No sabemos cómo estaba, qué tenía, qué le pasó y qué no le pasó. La despedimos.
Por Juan Tauil
Conocí a Kenia Cruz Paz en Juchitán de Zaragoza, un puerto otrora habitado por corsarios en el colorido estado de Oaxaca, México, en un viaje tan exótico y caliente que jamás podré olvidar. Junto a Diana Sacayán y el Che de los Gays, compartíamos el mismo hotel con esta escultural muxhe que tenía el cuerpo de una niña de 15 años, tan perfecto, con unas tetitas respingadas chiquitas y valerosas que no se bancaban estar tapadas durante mucho tiempo. Kenia nos dejó el sábado por la mañana, no tengo muchos datos salvo el escueto –discretísimo– mensaje de Amaranta: “Mi vida, tenía 37 años, murió en Tapachula, Chiapas, a lado de su familia. A su vida la vivió entre Juchitán y Ciudad de México. Desconozco las últimas fechas su estado anímico y emocional, mi vida”. Ella era altísima, simpática, valiente. Era tan súper model las 24 horas. Su voz era muy particular, femenina pero con un toque ronco y aniñado inconfundible. Kenia tenía los mejores maquillajes y su cuarto era el lugar de encuentro de las maricas antes de salir a la calle. Todxs sabíamos que Kenia iba a ser la futura reina de las Intrépidas Buscadoras del Peligro –un colectivo de muxhes que trabaja por la visibilidad trans en los convulsionados territorios mexicanos– y que iba a romper con la tradición tehuana. Sabíamos que ella se sentía mucho más cómoda en un vestido strapless que en un huipil. Kenia representaba esa lucha entre la tradición ancestral y la novedad occidental lavada y tacochada de lentejuelas. ¿Kenia había elegido políticamente ponerse del lado de ese imperio invisible? ¿Quién la iba a culpar?
Nacida y criada en el país de las telenovelas de Televisa, donde los vestuaristas y maquilladores trabajan a destiempo tratando de borrar lo indio de las gentes.
El año pasado fue elegida reina, las muxhes más antiguas la bendijeron y coronaron. Su amiga Amaranta Gómez Regalado la recuerda en Facebook con un vestido rojo impresionante y una corona gigantesca de cristal de roca que provocaría la envidia de todas las monarquías aburridas y conservas.
Encontré un video en el que Kenita se maquilla y yo le pregunto si sueña con casarse, y es tan difícil para ella explicarme que se conforma con ese lugar histórico de segundota, y yo insisto en preguntarle si se visualizó con un hombre en el altar. Sólo puedo imaginarme y pensar en una Kenia hermosa y libre. Y así será por siempre, aunque esta línea me haya costado una crítica de mi editora por tratarse de un “endiosamiento de la muerte y el martirio”. ¿Qué quiere? ¿Qué le mienta? Si es lo que siento hoy... aspirar a morir en nuestra ley; acabar rápido con todo antes de ver nuestra propia decadencia. La belleza y la juventud eran la ley de esta amiga efímera como una mariposa a quien recordaré siempre.
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