Vie 19.09.2008
soy

LUX VA > A FIESTA PLUSH

Baile seguro

Invitada de honor a las flamantes fiestas plush, nuestrx cronista, expertx en géneros, fue a tocar de cerca y a ver cómo era el paño. Encontró de todo un poco y se sintió muy pero muy prosegur.

Me retiré al Delta, sí. Pero que no se diga que fue con ánimos de volverme natural o de respirar algo puro. Fui porque acababa de ver Embrujada, qué linda cinta dijeron mis tías, y tuve el pálpito de que también yo, cual Coca Sarli, podría tener un tete a tete con el pombero. Que ¿qué pasó? Lo que pasó todavía me duele ahí, así que salteo capítulo y voy directo al sms que me volvió a la city: “Lux se inauguran las fiestas Plush en Bahrein, no podemos abrir sin vos”. ¿Qué pretende usté de mí? Le pregunté al pombero o lo que fuera eso, que de todos modos ya no estaba. Ahí mismo me calcé las calzas de leotard, las botas de stiletto, la campera aviadora Alpha, y remando en precaria embarcación, tormenta mediante, me allegué al tren, su ruta hasta Plaza San Martín desde donde enterrando mis tacones lejanos más allá del Sheraton hotel llegué hasta el corazón mismo de la city porteña que si alguna vez me vio haciendo transacciones en la bolsa, también me ha visto en cuatro patas revolviendo las bolsas de yapa de Mc Donald’s. “Hola, soy Lux, estoy en la lista de Yiya Murano.” Primer indicio de la clave de la noche: atravieso un detector de metales que hace sonar mi cinturón de tachas y mis pernos con corona (de los que me negué a desprenderme). Eficientísimo servicio de seguridad digno de aeropuerto internacional frente a inmigrante morochazo. Pero cuando unx tiene ganas de divertirse es capaz de obviar que el guardarropas está 6 morlacos por prenda o que el vigilancia te persigue para que no apoyes tu bagaje cárnico sobre los recodos del VIP (sí, un VIP, a la vista de todxs, al mejor estilo menemato), u otro seguridad que no te deja apoyar el saco ni el bolsito que no dejaste en el guardarropas, tampoco la pavada. Querer es poder y logré olvidarlos por un buen rato al son de las caderas encorsetadas de las muchas muchachas latinas presentes esa noche —claro, zona de turismo— que movían lo que tenían y a quien se les cruzara, con los compases de las bateas de Cecilia Amenábar y Rudie Martínez de Addicta. ¡Viva el baile, viva el baile! Espectáculo para grandes y chicos, se ve que el plush no discrimina por edad ni por otra cosa, le va bien al bebé y a ese papito también. Lo miro, me mira, me vio, y cómo no me va a ver, si acá se ve todo, luces brujas y buchonas, presa que veo, presa que se ilumina con un spot. Lindos chicos, homo friendly y hétero dudosos, se miran pero no se tocan, me dice al oído Don Seguridad, quien sin que nadie se lo mande me sube el ego con esta acotación: “decí que estoy en horario de trabajo, porque si no...”. “Unete a él”, me gritaba un viejo adagio, y obediente, trago en mano, me le adherí como imán de delivery a la heladera. Y así se pasó como una ráfaga la noche más segura de mi vida, levantando vasitos del piso, recordando que está prohibido fumar y escupir en el suelo, repartiendo cuidados especiales entre carteras y braguetas. Y no me fue tan mal. Que el que parte y reparte, se queda con la mejor parte.

Fiestas Plush en Bahrein Lavalle 345
Todos los sábados.

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