Vie 26.09.2008
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ENTREVISTA > ROBERT WINTEMUTE

Romántico y pragmático

Robert Wintemute, abogado, profesor de Derechos Humanos en el King’s Collage de Londres, lleva algunas batallas ganadas en su lucha en contra de la discriminación por orientación sexual e identidad de género (por ejemplo, la redacción de los Principios de Yogyakarta sobre el Derecho Internacional Humanitario). Aquí llegó, de la mano del Inadi y del British Council, para apoyar, incluso legalmente —como amicus curiae—, el matrimonio para personas del mismo sexo.

› Por Leonor Silvestri

¿Es necesariamente el matrimonio la base para organizar los derechos civiles, la adopción, la reproducción, la salud, la herencia?

—No exclusivamente. Pero por algún lado hay que empezar a trabajar para la equiparación de derechos. Por eso, primero entramos en las instituciones y, si surgen problemas de exclusión, trabajaremos juntos también para cambiar las reglas del matrimonio o las constituciones mismas si es necesario.

¿Es preferible hablar de matrimonio o de unión civil?

—Hay argumentos contradictorios según cada comunidad. En Francia, dado que son los hijos de la revolución por la fraternidad, la libertad, pero sobre todo la igualdad, la idea de promulgar una ley especial para las parejas del mismo sexo iba en contra de esa idea de igualdad. Fue un dilema: querían darles derechos a las parejas del mismo sexo sin excluir a las parejas heterosexuales y sin crear competencia con el matrimonio. Al final se consagró un pacto de solidaridad, que es algo mucho peor que el matrimonio, pero incluye a los heterosexuales. En Austria, en cambio, existe un argumento conservador que apoya el matrimonio para parejas del mismo sexo para evitar la creación de nuevas instituciones que producirían, según ellos, el éxodo y la final desaparición del matrimonio.

Parece que no pueden convivir ambas instancias...

—Bueno, Noruega abrió el matrimonio a las parejas del mismo sexo y cerró la unión civil, que ya no existe, excepto para aquellos que ya la tienen y no se quieren casar.

¿Qué pasa con aquellas personas que, justamente por el peso simbólico que tiene el matrimonio, no se quieren casar, pero sí quieren proteger a su pareja del mismo sexo?

—Debería haber tres elecciones, a mi entender: matrimonio, unión civil, pareja de hecho. Esta es la situación en Quebec y en los Países Bajos, con pequeñas diferencias, pero es una elección posible de hacer. En Sudáfrica, por ejemplo, la unión civil le da la elección a la pareja de ponerle, a esa unión reconocida por el Estado, el nombre que la pareja desee —matrimonio o unión civil— con los mismos derechos. Pero yo creo que a la gente le gusta el matrimonio porque es romántico, imaginate que no suena igual decirle a alguien: “¿Te unirías a mí civilmente?” que “¿Te casarías conmigo?”.

Pero, más allá de la cuestión semántica o romántica, ¿no sería necesario proteger por ley a las parejas que, por la razón que sea, eligen no casarse, como sucede con las parejas heterosexuales?

—De las tres categorías que te dije, la más importante es la de uniones de hecho, porque hay razones por las cuales una persona no puede casarse; hasta incluso hay gente Glttb que ya está casada con alguien de sexo diferente, pero pasa toda su vida dentro de otro vínculo, y hay dificultades para divorciarse. Pero también es cierto que en algunos lugares, como en ciertos estados de EE.UU., es matrimonio o nada, y no hay reconocimiento para las uniones de hecho. Además, yo creo que es muy político que un varón hable de su marido, o que una mujer hable de su esposa, porque la sociedad no está acostumbrada; y cuando decís pareja, es ambiguo.

¿Es posible imaginar la protección legal de vínculos que ni siquiera entran en el imaginario de la pareja clásica, porque son más de dos, por ejemplo?

—Por ejemplo, si se tratara de una relación donde una de las partes no se quiere casar, entonces el Estado debería reconocer la unión de hecho. También hay una diferencia entre parejas sexuales, y otros pares sin sexo, que podrían ser vínculos entre hermanas, o vínculos sexuales de más de dos personas. En este último caso, la solución sería poder designar un beneficiario o varios. Pero pasar de dos a tres o más hay un problema de recursos, por ejemplo, con la inmigración o las pensiones. Hay que separar las cuestiones específicas de discriminación Glttb y de las cuestiones generales.

¿Eso no generaría, nuevamente, jerarquías entre relaciones Glttb legítimas e ilegítimas?

—Yo soy pragmático: si no podemos llegar a la situación perfecta, donde todas las formas de relación sean aceptadas por el Estado, obtener el reconocimiento de la mayoría de los casos es mejor que nada. No soy nada idealista. Además, este tipo de nuevas formas de relación no son el objetivo de quienes trabajamos a favor del matrimonio o de la unión civil. Si bien es muy difícil pedir un reconocimiento de una relación entre tres varones que viven juntos y tienen sexo, siempre que haya hijos de por medio, de relaciones anteriores, o de esa relación, la tendencia es que se beneficia al hijo/a. De hecho, la cuestión de más de dos progenitores ya está ocurriendo. Por ejemplo, en 2007 hay una sentencia de Ontario, Canadá, donde se reconoce a dos madres y un padre, ellas dos viven juntas, y él es un amigo que entregó el esperma. Antes de este juicio, la ley permitía que la segunda madre adopte, lo que en este caso hubiera significado el fin de los derechos del padre, o preservar los derechos del padre, y la segunda madre perdería la posibilidad. Y este grupo dijo que no quería elegir y que deseaban ser tres a la hora de criar, y la Corte se los permitió. Otra situación muy común ahora en el mundo son dos pares de parejas gays y lesbianas (4), que tienen un hijo que tiene un padre y una madre genéticos y jurídicos, pero además un padre y una madre segundos. Ahora existe un argumento que sostiene que al hijo le conviene tener cuatro progenitores, porque está más protegido. Por ejemplo, en Francia existe la posibilidad de cuatro padres y cuatro herencias.

¿En el Reino Unido ya existe la posibilidad de adopciones de este tipo?

—En 2002 apareció la ley de adopción conjunta para parejas del mismo sexo y la de unión civil, que tiene los mismos derechos que el matrimonio, aunque no podemos usar esa palabra. Y finalmente, en 2008, se cambiaron las disposiciones para la reproducción asistida para parejas del mismo sexo, quienes ahora gozan de todos los derechos. Es decir que, en el caso de las lesbianas, la segunda madre, o madre no biológica, es también madre, con los mismos derechos y obligaciones que la que parió y gestó al bebé; la ley protege a esta segunda madre frente a cualquier arbitrariedad que la madre biológica quisiera cometer en su contra, incluso. Las dos son madres al mismo nivel.

En tu opinión, ¿de dónde surge la discriminación incluso en países desarrollados, o límites como que se casen, pero que no adopte?

—Diría que es una combinación de miedo e ignorancia del varón heterosexual, que es el que tiene el poder y que cree que es superior a la mujer por ser varón. Un varón que quiere sexo con otro varón, y casarse y vivir con ese otro varón, se comporta, según este pensamiento, como mujer, y es visto como una traición a la masculinidad y al sexo superior. Además de las fantasías de que este varón que ama a varones me va a tocar, transmitirme enfermedades o violarme. En tanto, en las mujeres lesbianas, es su rechazo de la orden natural que es la superioridad del varón, y su independencia del varón. La raíz del problema de la discriminación después de que la sociedad pudo entender que hay deseos diferentes es la transgresión a la jerarquía de los sexos y los roles sociales. Por eso, para mí, el feminismo y los derechos civiles Glttb van de la mano. También hay homofobia en las religiones, pero las religiones fueron creadas por varones heterosexuales que crearon religiones heterosexuales. En las religiones se mezcla el patriarcado con el miedo a la extinción, es decir sexo sólo para reproducción, como lo piensa el catolicismo, donde cada persona tiene que procrear como obligación a la sociedad.

¿Qué pasa en los Estados ateos?

—Ciertamente hay también en ellos homofobia, como por ejemplo en Cuba o la Unión Soviética, porque el machismo y el patriarcado no necesitan religión. Es más fuerte que cualquier ideología, es universal, independiente de la izquierda o la derecha.

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