LUX VA > A LA ISLA TRES BOCAS EN TIGRE
Prescripción médica o desafío personal, la cosa es que Lux huye de las luces del centro y se pierde en el Delta sin perderse nada, como corresponde a una estrella siempre alta en el cielo.
Jueves 18: no me quita todavía el termómetro de la axila y ya escribe en su lengua de vaca sabia de la India: “Paciente Lux, refiere fuerte cefalea, picazón intermitente, excesos psicofísicos previos e ideaciones fóbicas. Diagnóstico tentativo de estrés. Se le prescriben clorazepan, bálsamo de Tolú y retiro en ambiente natural. Dr. Matías de Paradiso”. ¿Cómo se atreve este rosarino de letra carolina y ojitos rococó a hacer de mí un embutido psicofarmacológico, simplemente porque me pica el lomo? ¡Por más poeta queer que sea, también sé distinguir entre la locura y la alergia primaveral! Guárdese su obvia pastillita, matasanxs, que estx anarco Lux se arregla los nervios y la urticaria con sexo, cerveza y pelo renovado.
Pero, ay, seamos sincerxs, algo de reparador puede tener un fin de semana solitario lejos del mundanal cojinche, y recibir las mieles de la primavera en alguna isla abstemia del Tigre, donde al verde y humeante yuyo del suburbio puedo perfumarlo con la voz de Laurie Anderson y el Fuegos de la Yourcenar. ¿Voy, no voy? Y si voy, ¿a dónde voy?
Sábado 20: el chico del catamarán me ofrece la mano guaraní para bajar en el muelle Santa Rosa, justo al lado del restaurante La Riviera, en Tres Bocas, y cuando me dice “linda tarde para un descansito de a dos”, me guiña el ojo, y hago como que no lo oí, porque, en plan de purgación natural como estoy, los únicos fuegos que no conviene encender son los que terminan en lúbrica erupción de mi entrepierna. Lux: firmeza contemplativa, pasión sanadora. De frente march. Ni vuelta me doy para tirarle al barquerito mi clásico beso succionador de despedida. Ahora... ¡Díganme qué hago acá! Canales, riachos interiores, una iglesia evangelista muda, un restaurante con atención políglota, un ir y venir de lanchones deportivos y maracas y tortitas que me miran de atrás de los ligustros como se mira a un pejerrey mochilero despistado. ¿Será, ésta, una Lesbos o una Sodoma que trajo la crecida, cuando las aguas bajaron turbias? Desde la puerta de una cabaña me gritan “¿Usted es Lux?”. Lux, así, con x, le digo al señor Chicho que lleva depiladas hasta las pestañas, y me mira con desconfianza como Tita Merello en Los isleños: 120 pesos el alojamiento.
Madrugada del 21: enciendo humitos estelares en la noche tigrense, pero ningún alcohol fervoroso entona mi vaso solitario, y no hay a la vista chongo o escote de senos nutricios que me devuelva al mundo del viva la pepa. Hay que decirlo, toda cura espiritual lleva el precio del embole. Pero, ¿seguro que no hay ningún chongo? ¿Eso que pasa ahí no es un chongo groso, real, posta? Ese guacho en slip rojo con bulto extra large, paradito frente a la cabaña... ¡es Superman! Un hambre vampiro me agranda los colmillos, me siento oriundx de Transilvania, échenme kryptonita en el buche, que a éste lo muerdo y no se me escapa. “Voy a la fiesta de Moreira a recibir la primavera”, me dice. Pero ya está decidido, superhéroe de cotillón, nunca llegarás a esa fiesta.
Que no se diga que no intenté sanarme. Son testigos el barquerito que se me insinuó en el muelle, las botellas de agua mineral vacías, el señalador en la página 73 de Fuegos. Pero si un asesino vuelve siempre al lugar del crimen, unx verdadera Lux nunca se va del todo, y su historia clínica tiene aire de prontuario. Así soy. Bien vale una, cien semanas más de estrés si el premio es la primera noche de la primavera bajo el gordo paquete de Superman.
Isla Tres Bocas, Parada La Riviera,
Río Sarmiento y Abra Vieja
25 minutos en lancha colectiva
desde embarcadero de Tigre
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