SIC
“Siempre defendí el derecho a la unión civil (de personas del mismo sexo). Creo que tenemos que parar con la hipocresía en este país, porque sabemos que existen hombres viviendo con hombres, mujeres con mujeres, y muchas veces construyen una vida extraordinaria juntos, y por eso soy favorable. Tenemos que parar con esos prejuicios. Lo que tenemos que hacer es aprobar ese derecho. ¿Por qué los políticos que se oponen no rechazan sus votos (en referencia a los de la comunidad Glttb)? ¿Por qué el Estado brasileño no rechaza el impuesto de renta que ellos pagan?”
En el contexto de América latina, las palabras del presidente Luiz Inácio Lula da Silva se parecen bastante a un bálsamo. El brasileño es el primero en el continente en defender la protección integral, por parte del Estado, de los derechos de las parejas del mismo sexo. Y lo hizo en la televisión abierta, en el país católico más grande del mundo —también tienen ese record—, el mismo que este año se jactó de haber organizado la marcha del orgullo Glttb más grande de la historia. Las dimensiones elefantiásicas también podrían aplicarse a otro dato: en 2008, en Brasil, fueron asesinados al menos 122 personas por causa de su orientación sexual. Por eso, las palabras del presidente tienen un peso específico, porque desde lo más alto del poder político se dejan afuera los eufemismos y –más allá del sentido común que tiñe el discurso, sobre todo al valorar eso de “muchas veces construyen una vida extraordinaria”– se pone en primer lugar la protección de ciudadanos y ciudadanas. Es fácil destilar frente a estas afirmaciones públicas y masivas una envidia que se podría justificar como sana, si tal cosa existiera. Porque en el XVII Congreso de Sida en México, por ejemplo, el stand de Brasil era el único que contaba con un funcionario oficial que no se ponía colorado al repartir unas preciosas estampas con un hombre desnudo cubierto de preservativos rojos con la leyenda: “Haga lo que quiera, pero hágalo con forro”. Porque en Brasil los abortos no punibles se atienden en los hospitales públicos sin disputas legales; y en la misma entrevista, el presidente no tuvo empacho en decir que el aborto es un tema de salud pública (y no materia criminal, como dijo por aquí la ministra de Salud, Graciela Ocaña). Porque en Brasil hay cosas de las que sí se hablan.
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