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› Por Gabo Ferro
La fantasía refiere directamente a la facultad de la mente del ser humano para representar(se) cosas, para crearlas, para transformarlas. Estas cosas pueden quedar alojadas en el mundo de la fantasía o podemos traspasarlas del plano del juego a las cosas del mundo para que lo modifiquen. Así se ha transformado la cultura, el vestido, la comida y la política, entre tantísimas cosas.
En este y otros medios se ha hablado hasta el infinito del “casamiento” (sic) de Piazza y hasta de su “leal marido” (sic) al tiempo que Florencia de la V exige su derecho a casarse de blanco como cualquier mujer.
¿No sería más razonable reclamar como cualquier mujer el derecho a casarse y no el derecho al “blanco”? ¿No sería más razonable no decir “casamiento”, donde sólo se teatralizan para los medios ciertas performances sociales como fiestas, trajes y anillos costosísimos? ¿No sería más sensato poner el acento en el derecho y no en el juego? ¿Cuánto hay de ético en usar una unión civil disfrazada de casamiento al mismo momento en que se publicita la edición de un libro? Asimismo, ¿es tan peligroso, que gran parte de la opinión pública crea que las personas del mismo sexo pueden casarse? Dejémonos de fantasear y vamos al mundo real, a un caso entre tantos; el de Juan y Hernán. Hernán es golpeado y expulsado de su casa cuando no se aguanta más por contarle a su familia el amor que siente por Juan. Lejos de la tristeza, los chicos conforman una familia por años. A la muerte de Hernán, Juan va a hacer los papeles correspondientes y le dicen que él no puede (sic), que no tiene derecho sobre el cuerpo de su compañero. Quien lo tiene es su padre. Este señor aparece y, entre otros trámites, golpea a Juan, le oculta el sitio donde van a velar y enterrar a Hernán y le expropia sus cosas –las de los dos– con pleno derecho.
Hoy, en la Argentina –en el mundo real–, una ley nacional dice que el matrimonio sólo puede establecerse entre un hombre y una mujer, y entre otros derechos exclusivos los cónyuges tienen derecho a heredarse en caso de muerte y de poder adoptar un hijo.
¿A quién le conviene que ciertos estamentos de la sociedad se queden en el juego y no lleguen a la realidad para modificarla?
Las ciudadanas, los ciudadanos y las instituciones pertinentes deberíamos exigir el uso correcto del término para no crear la ilusión de la existencia de ciertos derechos.
Con ciertas cosas no se juega; con ciertas palabras no se jode.
A la memoria de Hernán y Juan; a Guillermo
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