Quienes pasearon el martes por la Plaza del Callao de Madrid se encontraron con un curioso convite: brochetas de carne y de pescado para los que elegían salado; peras y manzanas para quienes preferían la fruta. Aunque la generosidad apuntaba, justamente, a no tener que elegir, al menos no de manera tajante, cuando de deseo y sexualidad se trata. Es que desde 1999, en honor de Sigmund Freud —el primero que habló de esta orientación sexual—, cada 23 de septiembre se conmemora el día de la visibilidad bisexual, identidad vapuleada, si las hay, tanto por homosexuales como por heterosexuales. La degustación de sabores diversos fue una idea de la Asociación de Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales y Heterosexuales de la Universidad Politécnica de Madrid y de la Universidad Complutense (Arcópoli), para abrir el paladar y la conciencia: “Una persona bisexual se puede sentir atraída hacia una persona del mismo sexo o del sexo contrario tanto de forma emocional y sexual, sólo emocionalmente, sexualmente, pero sólo en una fantasía, etcétera. No hace falta que sea del mismo modo hacia ambos géneros. Es una cuestión tan subjetiva que sólo puede ser encontrada en el interior de cada persona que se considera bisexual”, analizó el colectivo que, junto con la diversidad gastronómica, desplegó la bandera bi —que mezcla el rosa y el azul— como símbolo del ancho mundo del placer de quienes gustan ir y venir.
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