Viernes, 18 de julio de 2014 | Hoy
NATACIÓN FUERA DEL AGUA
Mientras lo peor de la heterosexualidad empieza a resultar incómodo, lo mejor de la homosexualidad es ponerse cómodo. ¿Qué agrega una salida más del closet?
Por Liliana Viola
¿Quién es Ian Thorpe? El nadador olímpico que salió del closet la semana pasada. Como si hubiera un cupo, o cupones de descuento, cada tanto alguien hace su salida; paradójicamente, el morbo aumenta cuando es un caso cantado. De las grandes sorpresas se desconfía. Sólo “es” quien primero ha sido sospechado de ser. La estrella de la natación, Ian Thorpe, que entra en el equipo de los cantadísimos, la semana pasada dijo “soy gay” e inmediatamente, aunque está retirado hace años, obtuvo su doble página en los diarios del mundo. ¿Quién le habría dicho a Andy Warhol que la salida del closet, repetida como una lata de tomates, iba a seguir dando los famosos 15 minutos? Muchos de los que esta semana leyeron el nombre “Ian Thorpe” lo desconocían olímpicamente, lo descubren hoy como gay fuera del agua y será olvidado por los que no se interesan por los deportes acuáticos hasta que reaparezca en un recuadro de “pero éstos se animaron antes” cuando otro deportista haga su salida.
El universo mediático actúa como una plataforma de jueguito de ciencia ficción: periódicamente, un Alien se arranca la piel de lagarto y aporta unas fichas de crédito al juego que no se sabe si se terminará cuando hayan salido todos los habitantes del Planeta Tierra o cuando los espectadores se aburran. A Ian Thorpe le vienen preguntando si es o no es desde que tiene 16 años, se lo preguntaron cuando se retiró en 2006 y se lo siguieron preguntando, a pesar de que en 2012 respondió desesperado con una autobiografía titulada Este soy yo, diciendo que nada que ver, que quería formar una familia. Pero como el deseo de armar una familia, esa coartada de buena voluntad, hace poco dejó de ser oficialmente privativa del mundo hétero, ahora se puede ser bueno y ser gay. Y Thorpe es un ex atleta, y flamante “gay confeso”.
O sea, esta noticia no trae nada nuevo. Sobre todo porque lo que se presenta como loable ejemplo para “los que vienen atrás” viene titulado como “El nadador confesó”. Pero hay un pequeño detalle. Mejor, rebobinar. En el transcurso de la entrevista emitida por Channel Ten en Australia, el nadador usó una palabra atípica para lo que viene funcionando como protocolo oficial del outing: “Estoy cómodo diciendo que soy un hombre gay, y no quiero que la gente joven se sienta como me pasó a mí. Puedes crecer, puedes estar cómodo y puedes ser gay”. Aparece dos veces la palabra “cómodo” en un glosario que hasta el momento tenía sólo dos palabras disponibles: “vergüenza” y “orgullo”. La comodidad pertenece a un registro fuera del arco que va del agravio al activismo: el confort, el “relajarse” es, después de todo, un frívolo estado que si precisó de otros, puede olvidar por un rato y meterse en un spa. Un recreo a la reivindicación y un guiño al consumo, a la despedida de un modo único de generar disidencia, la comodidad sea como fuere, constituye una forma original de hablar del asunto. Porque el nadador se siente cómodo diciendo que es gay, no (dice que) siéndolo. Mientras tanto, los diarios titularon como siempre: “Ian Thorpe confesó su homosexualidad”. ¿Y si el closet hoy se estuviera reconstruyendo con el relato de la salida?
Ahora que YouTube permite adivinar el pasado, es probable que, si se comparan las salidas espectaculares, aparezcan las históricas diferencias de tono desde la de Rock Hudson empujado por el sida, pasando por la de la heroica Martina Navratilova y por el jugador de la NBA, Jason Collins, que juntó dos karmas en uno y dijo “soy un pivot de la NBA de 34 años. Soy negro. Y soy gay”, aunque luego los diarios titularan: “No es el primer deportista gay que sale del closet en NY”.
La distancia entre confesar algo y sentirse cómodo con algo, ¿cómo se mide? Entre la fe de erratas y la mala fe, la insistencia en un relato donde alguien confiesa o se esconde se puede traducir en niveles de odio, en crímenes, en desinformación. Tal vez el juego vaya perdiendo fans a medida que resulta incómodo ser y decir que se es uno de los humanos que señala invasores.
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