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Viernes, 5 de septiembre de 2014

¿CON QUÉ SE ESCRIBE VICTORIA?

¿Con la V de vulva? ¿Con la V de voz? ¿O con la doble V de Wayar?

 Por Liliana Viola

“¡La sé, Coco, la sé!” Tal vez alguien todavía recuerde ese insólito grito durante una final de Odol Pregunta. La dijo un señor que contestaba sobre fútbol y se volvió latiguillo que expresaba la alegría del batacazo, bravuconada contra el tic tac, hurra por la buena memoria convertida en guita. En cuanto le formularon la pregunta del millón y empezaba a sonar el reloj, miró a cámara y le gritó a su hijo que lo estaba mirando desde la casa: “¡Coco, la sé!”. Corriente amorosa e íntima que lo desmarcaba un segundo de la posición de “participante” sometido al jurado de notables. Inminente ganador, usaba la cámara para dialogar con los suyos o hacer contacto con “la comunidad”, por citar aquí la palabra que varias veces utilizó pedagógica y también amorosa Marlene Wayar en el programa Los 8 escalones, desde donde efectivamente hizo contacto. “En nuestra comunidad hemos vivido mirando la televisión sin encontrar referentes”, comenta Wayar adelantando que le hará preguntas a su contrincante que para muchos pueden resultar crípticas. “No seas injusta... ahora hay muchas películas con personajes gays...”, responde Sofovich, colocándose él solo en el lugar incómodo del abogado de un diablo que ni siquiera puede recordar los nombres de esas películas. La corrección política siempre avanza sobre un campo minado. Y Sofovich intenta hacer coincidir su corrección con sus verdades aprendidas. ¿Contra quién estaría siendo injusta? “Las cosas han cambiado”, sigue Sofovich mientras rechaza los simpáticos títulos de “señor” y “caballero” para él y el de “la dama” para Teté Coustarot con un ecuménico: “Somos todos iguales”. ¿Ya no se puede decir la dama y el caballero? ¿La presencia de Marlene en la sala ha provocado un borramiento de géneros y o jerarquías? ¡Eso es críptico! “Las cosas han cambiado”, dicho así, “con seguridad” suena más que a dato de la realidad a una alerta de que no deberían seguir cambiando. Pero esto es sólo una opinión, y como en Los 8 escalones, se puede impugnar.

Romper los cocos

Ganó Marlene. Alegría del batacazo: se llevará cien mil pesos descontando los impuestos, hurra por su presencia y la circulación contra el tic tac. Los Cocos y las Cocas que la miraban desde casa saltaron de alegría y en las redes llegaron a compararla con un mundial ganado, con una abanderada de los injuriados o con Napoleón (pero esta vez en el sentido de conquistadora). En los medios la relatan como la trans, la chica trans o la travesti que le ganó a Sofovich. Claro que en ella se festeja mucho el ego tocado del viejo patriarca que desde sus viejas polémicas en el bar viene disfrutando de su rol de aleccionador ramplón y hasta algo demagógico, educador de los minguitos que se equivocan al hablar pero lo superan en ingenio. Luego de una semana donde “la comunidad” y el resto de la sociedad fuera sometida a una sesión de injurias, la participación de Marlene fue leida, tal vez incluso desde el canal de donde había partido el bochorno contra Flor de la V, como una simbólica reparación. Al final todo era un juego. Pero lo ganó. Ganó la “psicóloga social recibida en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo y cofundadora de la Red Trans de Latinoamérica”, como fue presentada con insistencia por el conductor, Guido Kaczka, pero también Marlene, ampliamente reconocida en la comunidad, que ha recorrido un largo camino y sigue andando, por el conurbano y más allá, por las calles, las oficinas, los congresos y por infiernos de donde siempre sale con su cartera y su elegancia modelo, sus zapatos expropiados a la masculinidad. La Marlene del barro, del teje, de las fiestas; la que luce pelada, pelaje o luce ostracismo y cuando regresa contagia nervios y risas. “Después de todo eso venir a encontrar la fama por unos 8 escalones de utilería”, bromea mientras la felicitan como a un gladiador romano o una atleta rusa.

Ya nadie se toma al pie de la letra los concursos, ¿dónde está hoy la cultura general si no en Wikipedia?, tampoco se cree –bueno, Sofovich un poco sí– en ese enciclopedismo freak que proponía Odol. Lo interesante de Los 8 escalones, tal como está planteado para el lucimiento de Sofovich, sucede en los comentarios entre pregunta y pregunta. Porque sepa o no, el anfitrión argumenta, amplía los conceptos y se equivoca fiero no sólo cuando desconoce la relación entre la revuleta de Stonewall y Judy Garland, sino cuando intenta explicar que ella, como no es gay, no puede considerarse un icono de esa comunidad; vergonzosa laguna, arcoiris del Mago de Oz mediante, para un señor, o como quiera que lo llamen, que pertenece al mundo del espectáculo. Otra vez pregunta Marlene que ahora se desliza hacia la realidad y la voz descentralizada. “¿Qué significa ura? Eufemismo muy usado en Tucuman para referise a ... ¿La menstraución, el climaterio, el glande del pene o la vulva?”. Sofovich, tal vez abatatado por los nombres de genitales se decide por menstruación. ¿A quien se le ocurre que exista un eufemismo para climaterio? “La respuesta correcta es... –dice el conductor– “¡Vulva!”, se adelanta Marlene. Como grito de triunfo, como mensaje con solidaridad de género y como el papá de Coco que se comunica con su hijo en un dialogo delirante y privado. Marlene mientras sonríe, hace la V, no se sabe si de vulva o de victoria. O de todo eso junto y revuelto.

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