Viernes, 5 de septiembre de 2014 | Hoy
QEPD HDP
“Más que bella soy un monstruo humano que irradia deseo y amor inmoral.” Hija de Perra (HDP)
Por Juan Pablo Sutherland Desde Santiago de Chile
Una comunidad de mutantes: activistas kuir, disidentes sexuales, lesbianas feministas, maricas punks, culturales y de izquierda, sadomasocas, trans bizarras y políticas, amigos y familiares fueron quienes constituyeron parte de la escena de despedida/tributo o réquiem bizarro que se rindió como homenaje a Hija de Perra días atrás, en su funeral en Santiago. Como una escena de una película de Tim Burton (El gran pez), los amigos, amigas, seguidores, fans y comunidades fueron apareciendo para materializar en sí mismos los afectos y los legados de un personaje que a estas alturas se convertirá en una leyenda.
Hija de Perra (HDP) fue parte de una generación que encarnó en los últimos 12 años una crítica determinante a las formas tradicionales de entender la sexualidad y su construcción normativa en el mundo ya institucionalizado de la diversidad sexual en la sociedad chilena. Quizá por eso no haya llamado tanto la atención la ausencia de representantes de las organizaciones gays más visibles en su funeral, léase Movilh, Fundación Iguales, por señalar las más notorias. Es decir, Hija de Perra cuestionó a través de su poética abyecta y monstruosa, las prácticas políticas de normalización de la sexualidad minoritaria y prefirió realizar una intervención política en circuitos marginales, underground, de periferia al poder homonormativo. En ese horizonte fue activa participante de acciones de la disidencia sexual con sus amigos(as) de la CUDS en muchas intervenciones públicas, entre ellas, una de las más notables fue “Rubias por el Bicentenario” (2010). En ese horizonte, su propia auto—representación más allá de la drag se vuelve una lectura política del malestar, de crítica al poder político y a la naturalización de los cuerpos y su domesticación sexual.
En el año 1998, la poeta chilena Malú Urriola publicaba su notable libro de poesía Hija de Perra. Quizás como un anuncio en el aire del personaje que vendría o como efecto de su escritura en el cruce de una época. El comienzo del personaje no tiene fecha, surge a finales de los ‘90 y no sabemos si el autor detrás de HDP conocía el libro de la poeta.
¿Quién encarnó el personaje? Hija de Perra tuvo una particular operación performativa: no develar quién estaba detrás de esa política del nombre. Sin embargo, no puedo dejar de manifestar que tras HDP se encontraba un artista joven excepcional, un talento crítico que siempre operó discursivamente desde su personaje, reivindicando su origen en las cloacas de la ciudad. “Fui botada por mis padres, recogida por mi abuela. Mi abuela jamás me llamó por mi nombre, siempre me dijo Hija de Perra, y a mí terminó encantándome mi nombre; sí, la gente me humilló toda la vida. ¿Eso es normal? Claro que sí. ¿Cuánta gente es humillada toda la vida?” (fragmento del documental Perdida Hija de Perra). Por lo mismo, su trayectoria es coherente con su declaración de principios. Muchos años atrás, desde la periferia de la ciudad de Santiago, comenzó a organizar fiestas con amigos y amigas en una enorme instalación (un frigorífico), donde vivía con su padre. Ya constituido como paisaje mítico a estas alturas, las memorables puestas en escena del Cabaret-Chiquitibum fueron el inicio del vuelo desenfrenado de Wally, como le decían los amigos íntimos, vuelo que fue construyendo desde la periferia metropolitana, un territorio artístico donde convirtió la precariedad del entorno en potencia creativa y su mayor fortaleza.
“Siempre admiré el look marginal style de las maracas y las prostitutas, su osadía, su vida nocturna, su imagen centelleante de deseo carnal, provocándome ese enamoramiento visual que me llena de gozo hasta el día de hoy” (entrevista de Analis de Moda, 29 noviembre de 2012).
Uno de los momentos relevantes de Hija de Perra es su brillante aparición en Empaná de Pino, obra de su amigo y cineasta Edwin Oyarce (Wincy). La película, a estas alturas de culto, vuelve a HDP el centro de una cinematografía gore, travesti, bizarra. La notable realización de Oyarce es una historia marginal donde Hija de Perra compartió escena con su eterna amiga, Irina La Loca (famosa drag king y compañera de andanzas) y otros incisivos personajes exhibidos en una secuencia delirante y paródica. Repleta de humor negro, la película expondrá el amor/desamor de HDP por caballo (su amante) en un desbordado e intenso carnaval de cervezas, tránsitos en ferias libres, crímenes y brujerías. Filmografía que nos recuerda o cita a John Waters, siendo una lectura fresca y delirante de un mundo frenético, local y marginal, escenario propicio para ver y reconocer a Hija de Perra como reina de la basura convertida en fetiche del cineasta. Hija de Perra protagonizará otros documentales, performances, intervenciones y apariciones públicas. Se convertirá en un personaje atractivo, crítico, atrayente, que no dejará de intervenir, jugar y proponer una interrogación al mundo de la diversidad sexual y a la sociedad chilena.
Conocí a Wally antes del personaje (HDP). Quizá los cercanos puedan convivir con el recuerdo y legado de los dos. Otros se sentirán firmemente atraídos por Hija de Perra, sin pensar siquiera quién jugaba detrás de esas cejas arqueadas y deslumbrantes. La última vez que la vi fue en la fiesta “Maracas y Rufianes”, organizada por su amigo, el diseñador teatral Camilo Saavedra; fue en el viejo centro de Santiago, zona de inmigrantes colombianos, peruanos y artistas del margen. Su performance con Irina La Loca será el último recuerdo de un día memorable, paisaje bizarro que la acompañó incondicionalmente por muchos años. La comunidad abyecta y monstruosa que convocó Hija de Perra le seguirá rindiendo tributo en una noche cualquiera de juerga, en un grito batallante ya constituido como mantra bizarro, en una marcha disidente, en un sueño utópico y político donde ella será la estrella de la inmundicia under que nunca nos dejará.
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