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Nacida como respuesta a la lamentable cobertura de algunos medios en los comienzos de la pandemia del sida, la Alianza Gay Lésbica contra la Difamación funciona como un observatorio de medios que ha logrado modificar el vocabulario de diarios como el New York Times, aunque se arrogue poseer la vara de lo políticamente correcto, a veces hasta el hartazgo.
Con frecuencia, en estas páginas aparece nombrada la organización GLAAD, sigla que representa a la Alianza Gay Lésbica contra la Difamación, una organización sin fines de lucro formada por un grupo de activistas gays en 1985 en respuesta a una crisis: la espeluznante cobertura que el New York Post estaba haciendo en ese momento de la epidemia del sida. Según se define GLAAD oficialmente: “Es una organización dedicada a promover y asegurar la representación inclusiva, justa y adecuada de gente y eventos gay en la agenda de los medios, para eliminar la homofobia y la discriminación basada en la identidad de género y la orientación sexual”. GLAAD también cumple funciones de monitoreo —como un “observatorio de medios”—, y por esto ha recibido críticas: los acusan de ser demasiado políticamente correctos, tanto que pueden ellos mismos difamar trabajos artísticos complejos: el ejemplo más claro fue cuando apuntaron contra The Marshall Mathers LP, el fabuloso disco de Eminem de 2000, que no podía leerse sencillamente como “homofóbico”. Hoy dicen que “apuntarle a ese disco abrió un debate nacional sobre el odio”, y en eso hay que darles la derecha. El otro cuestionamiento, éste desde adentro de la comunidad en particular, es que trabajan poco con activistas de base y mucho con celebridades. Esto es real: los premios anuales de GLAAD sirven de vidriera, y son una forma de reconocimiento para individuos que han trabajado por hacer visible la diversidad. Como una “alfombra roja” alternativa. En la última entrega, la Nº 19, premiaron a Rufus Wainwright, Herb Ritts y Janet Jackson, entre otros.
Hoy GLAAD ejerce una formidable presión y tiene una presencia muy importante en casi todos los órdenes masivos. Basta un ejemplo: después de una reunión con GLAAD en 1987, el New York Times cambió su política editorial y empezó usar la palabra “gay” en vez de “homosexual”. Fue GLAAD la organización que logró difusión nacional para el crimen de Matthew Sheppard en Wyoming, asesinato que hoy marca un momento definitorio en la cultura de Estados Unidos; también difundieron la historia de Brandon Teena, que luego se convertiría en película como Boys Don’t Cry (1999) con Hillary Swank. También ayudan a familiares de víctimas de ataques o crímenes a lidiar con los medios, o a usarlos en su favor. El diario Los Angeles Times definió a GLAAD como “los lobbistas por la inclusión más exitosos” y se trata un poco de eso: de ser un grupo de presión y de poder, con toda la responsabilidad y el posicionamiento a veces cuestionable que eso implica. Más información en www.glaad.org, que además tiene versión en castellano.
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