Parece que hubiera sido ayer cuando en los ’90, al salir del triángulo que conformaban La Age, Morocco y Ave Porco, había que hacer fuerza desde la cabina para que los que se exponían a esa música nueva que todavía no estaba caratulada como “electrónica” movieran su cuerpo. Tres años después, tras la primera fiesta multitudinaria en Parque Sarmiento, una escena que venía creciendo a fuerza de pasión, vitalidad y visibilidad empieza a ser depredada por los empresarios de turno, y tantos colegas se entregan, seducidos, a la máquina de picar DJs en la que se transformó la escena después del 2000, cuando desembarcó en Sudamérica la marca inglesa Creamfields. Años después, la performance llega a mi vida cuando menos lo esperaba. Vivi Tellas me propone hacer un biodrama sobre DJs. Luego, los talleres con Cristóbal Jodorowsky sobre el arte de poner el cuerpo. Más tarde, los bailes en la terraza y la vereda de Fundación Proa. Y en 2011 salgo a hacerle frente al monstruo Creamfields con mi propio acto mínimo pero 100% independiente y por eso revolucionario: Acción Simple, una performance que entra en un bolso y sólo necesita de un tocadiscos a pilas, discos simples, vasos descartables, una manta y agua mineral para recibir al caminante sediento. Este sábado a las 16, después de dos años, presento la cuarta parte de esta serie, debajo del puente de Dorrego y Cerviño, hasta que se acaben las pilas.