20 DE NOVIEMBRE - DíA DE LA MEMORIA TRANS
El sábado pasado murió Leslie Feinberg, pivote de la teoría LGBT, responsable de una de las novelas pioneras en abordar la intersección entre las subjetividades lésbicas y las trans masculinas, activista tiempo completo contra cualquier forma de la opresión, que tiene muchas.
› Por Dolores Curia
”Unx de lxs principales arquitectxs de la sensibilidad trans contemporánea”, se dijo sobre Leslie Feinberg, responsable del libro que muchxs han definido como la mejor descripción imaginable de la vida lésbica y trans en la era pre-Stonewall. Leslie, nacidx en Kansas y criadx (aunque no por mucho tiempo) en Buffalo, publicó en 1993 su novela Stone Butch Blues, donde narraba en prosa visceral la subcultura de los bares de Buffalo –epicentro de la movida nocturna butch y femme, núcleo de construcción de espacio propio, de levante y resistencia, durante los ’60 y antes también– y las redadas que terminaban en batalla campal o detención masiva. La novela sigue los pasos de Jess Goldberg, desde la infancia hasta la juventud, mientras negocia los límites del género en pugna (aunque al principio lo desconoce) por una tercera posición. Stone Butch Blues fue una de las pioneras en hablar de la intersección entre la subjetividad lésbica y la trans masculina, ese espacio intermedio en el que también vivía Leslie. La novela frustra las expectativas del género, también en sentido literario, renegando del esquema del personaje trans “que vuelve a casa”, es decir, el del relato del desarrollo juvenil del héroe/heroína, que a través de los palos alcanza la madurez y el autoconocimiento. La “vuelta a casa” ocurre cuando el/la protagonista “problemáticx” –genéricamente hablando– abraza por fin su verdad escrita con F o con M y punto final. Nada más lejos de lo que Stone Butch Blues y Feinberg (a lo largo de toda su vida) se proponían.
Stone Butch Blues introdujo a Leslie como una de las voces pivote del movimiento LGBT en su país y en el mundo. Vendió miles de copias, circuló de mano en mano dentro de las cárceles, fue traducido al chino y tiene incluso una edición palestina. Después de eso la revista torta Curve mencionó a Feinberg entre las 15 lesbianas más influyentes del globo. Sin embargo, Leslie, con esa conciencia de movimiento perpetuo, evadió todo rótulo (más allá de que alguna vez, pinchadx por entrevistadorxs, se haya definido como “poligénero”). El español queda chico y viejo para hablar de una persona que dinamitaba en su forma de escribir y de vivir los binarismos. En sus obituarios, y en esta misma nota, esas incomodidades saltan a la superficie en forma de equis, barras, asteriscos y demás artilugios. Leslie ha manifestado muchas veces que prefería para sí los pronombres neutros (hir, ze). Su esposa, Minnie Bruce Pratt –activista y poeta lesbiana–, en la nota despedida publicada en The Advocate, el sitio de noticias sobre diversidad, ha usado el femenino.
Leslie no tocaba de oído al hablar en términos marxistas de la opresión (no sólo) contra las personas que no se identifican con la heteronorma. Había trabajado desde los 14 como operarix en fábricas, como personal de limpieza, lavaplatos. La gastada frase que aparece en alguno de sus obituarios de “una muerte debida a una larga y penosa y enfermedad” no es una referencia al sida, ni al cáncer, sino a complicaciones derivadas de la enfermedad de Lyme, provocada por la picadura de garrapatas y que contrajo en los antihigiénicos lugares en los que trabajó. Murió por las condiciones de su trabajo del modo proletario en el que vivió y en que le gustaría que se lx recuerde. En los últimos momentos le dijo a su esposa: “Recordame como comunista revolucionarix”. Leslie Feinberg entendió la interseccionalidad –o el juego de opresiones cruzadas– como pocas personas. Fue parte del movimiento anti-Pentágono desde la guerra de Vietnam, editó la publicación Workers World (donde escribía la columna “Lavender & Red”), estuvo comprometidx con la lucha antirracista, de los movimientos descolonizadores, de personas con discapacidad, por la liberación de presos políticos, pueblos originarios y contras las mil formas de explotación. Publicó también Transgender Warriors, un recorrido posible de la memoria trans a lo largo de una historia, en gran parte opresiva, en un arco que va de Juana de Arco a RuPaul. También la novela Drag King Dreams, Trans Liberations: Beyond Pink or Blue, que intercala sus discursos con relatos en primera persona de otrxs activistas trans, Cheryl Chase y Sylvia Rivera, por ejemplo, y el reciente Rainbow Solidarity: in Defense of Cuba. Y si bien sus escritos son bibliografía obligatoria en universidades como Harvard, a Leslie le gustaba “escribir teoría en un modo en el que lxs lectorxs no se sientan intimidados. Escribo para aquellxs que dicen que no leen historia, ni política, lo cual es una gran mentira porque por supuesto que sí las leen, y no sólo eso: lo están haciendo ahora mismo”. Ojalá hagamos historia y alguna editorial argentina publique sus obras.
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