Viernes, 16 de enero de 2015 | Hoy
FAMILIA ANIMAL
Por Sebastián Freire
A Sparky me lo regaló mi prima para mi cumple de este año, me lo mandó con dos meses y medio por avión desde Comodoro Rivadavia (de donde soy nativa). Yo hace ya catorce años que vivo en Buenos Aires, y siempre sola. Ahora que tengo a Sparky, mi vida cambió mucho: no puedo entrar y salir cuando yo quiero, tengo que tener mucho cuidado. Por ejemplo, cuando salgo, sé que tengo que volver rapidito a casa porque él sufre mucho. ¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤
Igualmente lo estoy empezando a acostumbrar a que esté solito: cuando voy a las discotecas a trabajar, lo encierro en su bañito con sus ositos y ahí se queda. Tener a Sparky es como tener un hijito. Ahora yo me tengo que administrar diferente y él tiene muchos gastos: está la comida, las vacunas, la peluquería, las tinturas y los maquillajes. Antes yo me compraba de todo: es que soy muy compulsiva y me gusta comprarme muñecos.
Al principio me costó muchísimo, es más: lo quise devolver un montón de veces. Me daba mucha pena dejarlo solo cuando yo salía con mis amigas. Me rompía el corazón. Un día dije “lo vendo”, y hasta llegué a publicar un anuncio en Facebook durante 5 minutos (tiempo que me duró el ataque). Por suerte, ahora que es más grande, ya entiende el “ahora vuelvo”.
El bebé es muy egocéntrico: él quiere jugar y jugar, y si yo estoy ensayando alguna coreo o cosiendo o haciendo chupitos de gelatina para La Guarra (los hacemos con Sweaty Lemmon, que es mi compañera drag), a él no le importa y salta y corre y no para de jugar. A Sparky le encantan los chupitos de gelatina: es que él quiere todo lo que yo tengo. Si yo me baño, él quiere bañarse; si yo me pongo cremas, él quiere cremas. Eso sí: no lo dejo fumar.¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤
Cuando Sparky está peludito, le hago trencitas. El otro día le hice trencitas tipo Pequeño Pony (una crin de trencitas). Ayer lo llevé especialmente a la peluquería para la sesión de fotos de hoy; yo quería teñirlo de rosa, pero me llamaron de la veterinaria para decirme que le lastimaron una orejita, así que no lo pudieron teñir. Y la verdad es que le cortaron mal, porque le cortaron demasiado el pelito. No hicieron lo que yo les pedí. Así que cuando llegué a casa, le hice esta remerita para cubrirlo un poco. Ahora se viene la moda stickers, así que todos los días le pego un sticker distinto.¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤
Lo bueno es que los muñecos no me los toca. Cuando apenas había llegado, me acuerdo de que un día me meó las pantuflas. Y una vez me agarró una peluca... ¡casi me muero! Lo que hice entonces fue darle a él una peluquita de cotillón que tenía por ahí guardada. Claro, el pobre también tiene derecho a su peluca. Cuando trabajo con las telas, ahí sí que jode. Es más: me rompió dos telas con sus uñitas. ¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤¤
Desde que está Sparky en casa nunca traje un chongo. Ahora hago que los chongos me lleven a un hotel. Les digo que vivo con mi hermanito. Porque Sparky es virgen y no quiero que se corrompa. Él conoce a poquita gente: a mis tres amigas, a mi mamá, a la Juan Tauil y... bueno, ahora a vos. ¤¤¤¤¤¤
Cada tanto lo saco un poco a la calle, aunque no lo dejo tocar el piso. Él va en mi bolso o a upa. A mí en la calle no se me acercan, porque en cuanto veo que vienen hacia mí con intenciones de tocar a Sparky, yo les grito: “¡Alcohol en gel!” (yo no sé que gérmenes tendrá esa gente). Sparky recién ahora está haciendo el refuerzo de sus vacunitas. El otro día volví del boliche y así como estaba me calcé una remera grande, ojotas, agarré al perro y me fui a tomar algo al Starbucks. Ahí justo estaba Mauro Viale, que me miraba y me miraba (claro, yo estaba toda maquillada, a medio montar y con el perrito en brazos). Y yo le decía a Mauro: “Ay, ay, ay, esto de ser mamá”.¤¤¤¤¤¤
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