Jueves, 2 de abril de 2015 | Hoy
El 26 de marzo tuvo lugar un maratón de lectura contra el femicidio.
Por Gabriela Cabezón Cámara
“Mañana/ me vestirán con cenizas al alba,/ me llenarán la boca de flores./ Aprenderé a dormir/en la memoria de un muro,/ en la respiración de un animal que sueña” se escuchó a Alejandra Pizarnik en la voz de Vivi Tellas en Ni una menos, el maratón de lectura contra el femicidio que se realizó el 26 de marzo en la plaza Spivacow. Había algo de familia, de encarnación de conciencia de madre e hija, de dolor de madre y padre por la hija perdida. Tellas leyó junto a su hija Rita como Hinde Pomeraniec con su hija Bianca y Ana Ojeda con su hijito sentado al lado. Adriana Belmonte, la mamá de Lola Chomnalez, leyó un texto de la nena: quería ser trapecista y psicoanalista. Jugaba a armarse un plan de vida. El papá de Wanda Taddei relató su duelo procesado en clave feminista y combativa. Y daban vueltas por ahí las familias queer: madre lesbiana con su hijito, otra con su bebé, otras dos con hija y nieto. Algo de familia que, creo, se extendió a las abuelas y a las tías; se armó linaje de tortas y putos combativos: estuvo Susana Thénon —”¿por qué grita esa mujer?/ ¿por qué grita?/ ¿por qué grita esa mujer?/ andá a saber/ esa mujer ¿por qué grita?/ andá a saber/ mirá qué flores bonitas/ ¿por qué grita?/ jacintos margaritas/ ¿por qué?/ ¿por qué qué?/ ¿por qué grita esa mujer?”—. Estuvo también Néstor Perlongher, María Moreno leyó ese poema enorme, “Cadáveres”, y lo resignificó en el contexto de los femicidios. Y se siguió leyendo. Mucho. Propio y ajeno. Y en la elección cuidadosa, en el amor de ponerse a elegir la palabra justa para leer en una sucesión que tuvo algo de coral, se vio fuerza. Mucha. Las que hablaron de eso más directamente fueron Marta Dillon y Virginia Cano, que leyeron un poema-manifiesto de su autoría. Les dejo un fragmento: “Que la herida alimente nuestra rabia feminista, tortillera, trans, contestataria. Y que la rabia se haga palabra, arma y refugio frente a la hostilidad hetero-cis-normativa. Porque nosotras no queremos ni una menos. Nuestros cuerpos se tensan y cuentan, su historia y su memoria se tejen con otras. Que por acá no se pase más. No queremos ser ni temer ser una más en la lista de las que van a parar a la bolsa de desechos corporales del patriarcado”.
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