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Viernes, 8 de mayo de 2015

Album negro

El erotismo entre mujeres, casi siempre en las sombras de la historieta oficial argentina, luce algunos de sus más irreverentes cuadros en Lo peor de Maitena. Un libro que reúne sus trabajos de los ’80 y ’90, hechos con el deseo a mano alzada y estilo libre.

 Por Diego Trerotola

Toda aventura necesita de un pasaje a otro estado, el ticket hacia la exploración que transforme lo cotidiano en cuento extraño, en territorio inédito. Maitena tuvo su periplo de heroína en un viaje que comenzó a quebrar los días pedestres de su infancia. “Yo leía historieta en el tren cuando era chica. Vivía en Bellavista, me lo tomaba en San Martín a Retiro y en esa hora leía historietas: El Tony, D’Artagnan, lo amaba a Nippur de Lagash, a Dennis Martin y a su novia Grace Henrichsen, me gustaban todos de la historieta de aventuras, de hombres, yo siempre chongo. Y me gustaban esas que eran historietas gordas, que te duraban todo el viaje, porque te comprabas La pequeña Lulú y te duraba tres estaciones. El Tony la leía de ida y vuelta, al otro día me leía dos más. Y escondía esas revistas entre las carpetas del colegio para que mi papá no las viera, porque si no, me las tiraba.” Las ventanillas del tren recortaban el paisaje en viñetas, pero Maitena prefería viajar con la mirada puesta en otros horizontes, los de las historietas de Columba, y se metía en los cuadritos como si estuviese dentro de un camarote, allí donde la niña se disfrazaba del chongo para quien se escribían y dibujaban esas páginas, esos géneros populares que narraban a héroes algo exóticos, especialmente para una niña.

Esa aventura contrabandeada entre la rutina escolar disparó la fantasía de ser protagonista de aquellos universos de historieta, un deseo que tenía tanto de iniciático como el sexo que descubrió, que prefirió y que retrató en páginas de distintas revistas de la post dictadura, la primavera democrática y más allá, entre 1983 y 1990, aventuras sexuales como nadie las había contado en la historieta local y que ahora vienen en frasco grande, todas juntas como un compilado, en el sentido más musical de esa palabra.

Música de fondo

Sí, Lo peor de Maitena no es sólo un libro, es un long play, un álbum negro, porque fue trazado en el largo juego de una noche rockera que duró una década, y tiene esa eléctrica musicalidad de una época de vértigos. “El dibujante es melómano. Por eso las películas viejas de Disney tienen esas bandas de jazz que no lo podés creer, como Los Aristogatos. Los dibujantes escuchaban mucha música y hay una tradición del dibujo animado que tiene que ver con eso. Cuando dibujás, la música influye. Yo escuchaba mucho rock en aquella época y era medio gótica, estaba en el lado oscuro de la fuerza.” “La primera porno que vi, que era en súper 8, me la mostró un adulto, yo tenía 13, en la parte de atrás de una librería. Una película bien de los ’70: eran 6 o 7 personas que venían con un baúl por el desierto con ropa de bambula que volaba, y llegan a un lugar con camas con sábanas violetas. Se sacaban toda la ropa y del baúl salían tortas de crema y se empezaban a pegar tortazos y se tiraban sobre la cama y garchaban. También tenía un remate. Y todo eso de la caminata por el desierto es como a mí me gusta contar. Más allá de lo sexual, hay una narración de otra cosa, de una aventura. El porno después de los ’80 es más compulsivo, no te comés el viaje del placer”, recuerda Maitena, y el sonido del proyector de súper 8 era muy parecido al del traqueteo del tren, por eso los viajes del porno y la aventura de la historieta se fundieron, se contaminaron. Métrica cinematográfica, videoclip casero: aventura de probar estilos y cruzar géneros en historietas con la libertaria impronta de amateur que se entrega al deseo de querer ser, de emular a sus ídolos. Así Maitena pone en juego sus lecturas y gustos en comics, se deja seducir por las figuraciones de José Muñoz y las poses de Milo Manara, o por el desenfado de quienes garabateaban contracultura guarra en El Víbora o la delicada arquitectura erótica de Guido Crepax.

El deseo polimorfo

La amplitud de la sensibilidad de Maitena, vista ahora en esta compilación, hace que el rango de erotismo representado haga de este libro uno de los más diversos para retratar el deseo: del dibujo fotorrealista a la línea elástica, del humor a la mirada lisérgica, del exotismo nocturno al costumbrismo estilizado. Una diversidad erótica al cuadrado, que va cosiendo las páginas del libro, y que esquiva el orden cronológico de las historietas para lograr un zigzag, que le da una tensión, una respiración de relato a todo el trayecto. Un libro de historieta además alejado del círculo masculino (y muchas veces muy machista) sobre el que giraba el género en aquellos años y del que Maitena se burla o se enfrenta desde su libertinaje gráfico hasta sus temáticas.

“Es mi libro más torta, sin duda, y es una parte que no está en mi etapa posterior de Mujeres alteradas, porque estaba acá, lo había hecho antes, y tenía que ver con mi vida”, dice Maitena hoy. Y sí, el sexo entre mujeres, casi inédito en la historieta argentina, tiene sus mejores capítulos en primer y segundo plano, en distintos momentos de Lo peor de Maitena. La muestra que organizó en Casa Brandon focaliza en todo el erotismo lésbico, que se redimensiona en los bocetos que también están incluidos en el libro: tal vez lo más porno de la edición sea la publicación de esa intimidad del trazo que es el boceto, la línea sensual descontrolada que expone a la dibujante desnuda, con pelos y señales, sin afeites de la corrección estilística, sin tinta que tape ese impulso del lápiz que es como el juego previo al orgasmo para la crispación del cuerpo. Los bocetos de Maitena son como un kamasutra de lujo dibujado en las paredes de un baño público.

Pero si este libro tiene algo de exploración de territorios diversos que el futuro mostraría un poco más nítidos, aún nada de su potencia bajó de intensidad y la mayoría de las historias y de su erotismo se activan más en el presente.

Historias extraordinarias

No hay que ser nostálgico para disfrutar de estas páginas que todavía iluminan historias que no se volvieron ordinarias. “A la historieta de la travesti me la había olvidado por completo. Cuando la vi me sorprendió mucho y me di cuenta de que el tema del género atraviesa todo lo que hice. Dice ‘un travesti’. Lo iba a cambiar por ‘una travesti’, pero me pareció que debía dejarlo así, porque en 1986 nadie decía eso, y ahí tomé la decisión de dejar cada historieta como estaba.” Pero tal vez lo más importante de esa historieta es que una travesti termine formando una pareja feliz y que piense en tener hijos. “Me encanta que él se enamora de ella. Y no es que el tipo va borracho una noche, no es una calentura, sino que se enamora de una persona que resulta ser una travesti. Y él sigue con el amor y se va con ella.” Un cuento de amor en un libro sobre sexo y erotismo termina siendo la historieta rara. Porque para ir de una pirueta de carne y descontrol a otra que sea una revolución amorosa hay que tener un pulso que puede latir con un corazón punk sin corsé enamorado de todas las aventuras. Como el de Maitena.

Maitena sexo explícito.
De miércoles a domingos de 20 a 24,
Casa Brandon, Luis María Drago 236.

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Imagen: Sebastián freire
 
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