Viernes, 19 de junio de 2015 | Hoy
MÚSICA
En El ave, el contratenor Joaquín Soffredini recorre clásicos de la lírica mientras seduce con un timbre tan poco frecuente como andrógino.
Por Franco Torchia
El enrulado tupido de sus exactas tres décadas de vida confirma que el estilo (estilo vital primero, estilo vocal después) de Joaquín Soffredini es definitivamente contemporáneo. Forjado al calor de los músicos y artistas que merodearon desde siempre su casa natal en Paraná (en la que incluso llegó a haber festivales de jazz), el contratenor desorbita: evade el clasicismo milicoide de las academias tradicionales, pasa del traje a la faja tipo “Madonna by Gaultier” a expensas de la ambivalencia intrínseca de su gesto: agudeza de voz “femenina” en cuerpo espigado de entrerriano sensible. “Algún profesor de canto, alguna vez, me preguntó si yo quería ser mujer. Terrible, porque me podría haber frustrado en mi carrera para siempre”, cuenta desde el atardecer litoraleño que habita en tránsito permanente entre allá y acá, Buenos Aires, donde ahora estrena su espectáculo El ave, un concierto teatral con fragmentos de óperas varias, dirección musical de Julián Vat y dirección y producción general de (sí, ella) Linda Peretz. Fue Carlos De Martino, nombre harto propio en técnica de la voz, quien descubrió el registro de Joaquín, otrora encarnado por los “castrati”, falsetistas o “Farinellis” del siglo XVI, prohibidos más tarde por el catolicismo. “El hilo conductor de este espectáculo es la búsqueda de alas para volar”: el cantante traza así un camino concomitante con su resistencia a las categorías: “Me interesa ir en contra del prejuicio: el prejuicio según el cual determinado estilo musical impone determinado registro. Un prejuicio que pude probar”. ¿Cómo hizo?: una toma de posición en contra de la extracción osuna de un Luciano Pavarotti machísimo, en contra de un encantador de señoras desenamoradas como Plácido Domingo; en contra, en síntesis, del medio lírico en general: “Tenía con la ópera un prejuicio que pude comprobar en el 2010 y ahora es un juicio. En un ensayo pensé: ‘Estas personas son intérpretes, grandes intérpretes algunos, con una fortaleza física y psíquica increíbles, pero con frialdad. ¿Cómo alguien puede transmitir siendo tan frío?’”. Por eso, Soffredini integró después el elenco de Espectros, de Henrik Ibsen, con dirección de Mariano Dossena y recuperó el calor original de su “composición nata” y sus estudios de canto popular: “Toda mi vida compuse, tengo mucho de creativo y en el ambiente lírico me costaba mucho aguantar el rigor. Una vez, por un director que me hacía repetir mucho una palabra, terminé llorando. Yo también soy riguroso, pero sensible y cuidadoso”. En el ejército operístico, contratenor es el equivalente masculino de la mezzosoprano: hay muy pocos en el mundo y, por ejemplo, recién en el 2003 el Teatro Colón incorporó a uno de ellos, el figurón internacional Franco Falgioni. Joaquín “va pensiero”: interpreta el espacio confuso entre un rol y otro. Basta ver el movimiento de sus manos y el carácter múltiple que asume su cara para entender que el abono fijo de un palco le queda chico a su barroquismo: “Al principio me pasaba que los profesores me decían (no directamente, pero el mensaje era ése) ‘parate de forma masculina’”. Y un día se paró, pero frente a sus padres. Y salió del closet: “No fue fácil porque yo me hacía más problema que el que se hacía mi familia. Fue más mío que de ellos. Cuando finalmente pude decirlo, lo único que tuve fue aceptación”. Acompañado por la soprano Carolina Bejar, en El ave (nada rasante, por cierto) Soffredini hipnotiza: “Hay crisis en la música. Se ha perdido el valor de la melodía”, dice antes de cortar. Y sentencia: “Todo es pobre”. Que conste: él no.
Viernes a las 21 y sábados a las 23. Teatro La Comedia Teatro, Rodríguez Peña 1062
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