Viernes, 19 de junio de 2015 | Hoy
La FIFA exige a las jugadoras que participan en el Mundial de Futobol en Canadá, verifiquen su género. Exigencia bestialmente discriminatoria (no aplica al futbol masculino), disciplinadora y transfóbica, y además, una práctica nada nueva en el futbol
Por Mónica Santino
Las jugadoras de la Federación Alemana de Fútbol han pasado ya por el examen “de sexo”, también las inglesas. Han debido mostrar los estudios médicos de su última visita al ginecólogo, según lo que exige el Punto 4 del Reglamento (aprobado en 2011) para la Verificación de Sexo de la organización que rige el fútbol mundial. Quienes se nieguen a realizarse esta prueba serán sancionadas y se investigará a las que no respondan al estereotipo físico femenino. Es una noticia escandalosamente discriminatoria y sin embrago no es ninguna novedad: es algo que también ocurre en el Comité Olímpico Internacional (COI) y la Asociación Internacional de Atletismo (IAAF). La pregunta que sobrevuela es, claro, ¿qué es la condición de mujer para el deporte? ¿quién la define y con qué criterios? En el futbol femenino está particularmente disputado el sentido de qué es la condición de mujer. El futbol es “cosa de hombres”, y la mujer que se acerca a ese mundo se devalúa.
El deporte en general es un escenario en el que los cuerpos están atravesados por los discursos más patriarcales y más ortodoxos en los que se pueda pensar. Desde niñas nos dicen que jugar al futbol te “hace varón”… y por transitividad te hace lesbiana. Luchar para desarmar los discursos de género dentro del deporte no se distancia tanto de luchar por el derecho al aborto legal, ya que su prohibición es una forma más de disciplinamiento del cuerpo de las mujeres. Hay tantas mujeres que juegan al futbol como cuerpos posibles. No hay un modelo de futbolista femenina, cada una tiene derecho a expresar su singularidad: la trans, la lesbiana, la hetero. Las mujeres, cada una con su singularidad y su corporalidad, cuando ingresamos al deporte ponemos en tensión todo aquello que éste considera masculino y femenino. Y eso genera malestar. De ahí los chistes aleccionadores. Me hace pensar en episodios como el de una piba que juega al futbol en la Villa 31: estaba jugando y en un momento la pelota la golpea entre las piernas. Se escuchan risas de afuera de la cancha, voces que le gritan “Te pegaron en los huevos”. Sobre las jugadoras lesbianas masculinas, por todos lados se escucha que le damos “mala imagen al futbol femenino”. Un símbolo muy frecuente que suele aparece en logos, banderas, publicidades de futbol femenino es el de una pelota y los tacos. ¿No es un poco ridículo? Obviamente, jugar en zapatos es lo más difícil que te puede pasar en la vida. Si las lesbianas masculinas le damos “mala imagen al futbol femenino”, entonces, ¿qué sería mejor? ¿Jugar el pollerita?
Los estudios de género no se han dedicado lo suficiente al deporte. Las feministas incluso lo han dejado de lado porque es tan patriarcal que es más fácil ignorar el asunto. Y, sin embargo, una mujer que juega al futbol se empodera, se para en su derecho. Este tipo de normativas de “Verificación del género” tiene como objetivo disciplinar las conductas de las mujeres en general. Por algo ninguna de estas instituciones le pide al varón que corrobore que lo es. El deporte lleva arraigada la idea de que la fuerza y la resistencia son patrimonio de los varones y se convierte en un lugar especialmente propicio para la violencia machista. Cuando la diversidad de cuerpos de mujeres ingresa al deporte pone el dedo en la llaga de este poder al que le gusta encasillar y encuadrar, y pone en discusión todos los conceptos con los que se han manejado desde siempre estas instituciones.
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