Viernes, 3 de julio de 2015 | Hoy
La cuenta de Instagram “UndiesOutRestRooms” se sumerge en la lógica de la tetera virtual: la selfie en slip y el I-Phone contra el vidrio.
Por Franco Torchia
Es el nuevo stop de un itinerario a favor de la violencia estética y el estereotipo salvaje del “cuerpo perfecto del gay contemporáneo”: el nuevo colmo de los colmos bulteros, finamente curado por creadores de tendencias tan eficaces como el catálogo de Eyelit con el arquero Sergio Goycochea en pose de gol ajeno en arco propio, el abdomen universal de Calvin Klein de los años ’90 o la más reciente y no menos revulsiva “selfie en culo” de Twitter: en Instagram, la cuenta “UndiesOutRestRooms” (algo así como “en ropa interior en el toilette” o trapitos a la luz de tubo fluorescente de baño público aséptico y shoppinero) suma casi 20 mil seguidores y exhibe 400 fotos de una delgadez global, musculosa, desgarbada y publicitaria. Como hashtag expandido en toda la red o directamente en el álbum del perfil oficial, “Undies...” es un catálogo de chicos más o menos reos, tatuados y sobre todo fans del slip: sí, éste es el retorno indudable del triangulito anatómico, el acompañamiento textil ideal para sacos escrotales con alta retención de deseo. Con ademán casual y sin desnudos –Instagram los censura–, el smartphone frente al vidrio y un esfuerzo sobrenatural para anular panza y devenir plancha bifera, los usuarios encabalgados en esta moda alimentan un rédito tan viejo como el espejo frente al que se fotografían: ser interiores en el exterior; prometer cogindanga en baño público; trofeos de tetera con venecitas y materiales nobles, mucha limpieza y grandes marcas inscriptas en el elástico del calzón. No son oficinistas en ataque de tedio y urgencia de descarga en letrinas de Constitución, Lavalle o Retiro: son la demostración más cabal de que, ahora, lo que se dice modelar, parece que modela cualquiera, pero no: Julio Lago descubrió “UndiesOutRestRooms” a través de un amigo con quien coincide en el interés por el amateurismo y la desnudez: “El sabe de mi afición por mostrarme desnudo, un método de naturalización de los cuerpos que yo empleo para manifestar la aceptación en la diversidad”, cuenta. Julio no sólo ve cuerpos marcados o estereotipados, por eso él también mandó una selfie: “La modalidad es mediante un mensaje privado con la cuenta. Te piden que la imagen no tenga ningún filtro (color o efectos) tan comunes en Instagram”. A ese centro de operaciones al que van a parar las fotos enviadas de forma privada le toca evaluarlas y publicarlas (o no): he allí la clave de un marcado efecto de verosimilitud que transforma esta vidriera de pañalcitos marca Versace, Armani, Tomy Hilfiger y Diesel en un continuum de poses “espontáneas”: “Me gusta la construcción que puedo hacer del otro mediante la percepción y el imaginario: ¿de dónde será?, ¿cómo es su piel?, ¿está abrigado?... entonces debe ser de tal región del mundo..., ¿y dónde será ese baño?”, se pregunta Julio y abre otro interrogante: “Yo no suelo ver a los varones cuando voy a un baño público, por ejemplo. Este es un modo sano y consciente que tiene cada uno para compartir y ser visto”. En contra del relojeo del fruto heterosexual ajeno, “Undies...” garantiza sí, código en común y ausencia de acecho: cada fotografía tiene un promedio de 1000 likes o aprobaciones y nadie está siendo observado ni expuesto a su pesar. “Yo a veces doy un like o pongo corazón porque tal vez la ropa interior que lleva puesta me gusta o me gusta la luz de la foto o simplemente el pibe que sale en ella.” Prima el foco primermundista y clasemediero: en este sentido, el primo hermano mayor del canal es un blog ya célebre de Tumblr.com: “GuysWithIPhones”. Sí, así como se lee: encuerados, desnudísimos, con erección y embetunados, desde 2009 los-putos-del-I-phone de todo el mundo inscriben en este sitio el más descarnado de sus desplazamientos: el teléfono de Apple como prolongación del pene. Objeto más sexual del sujeto menos sensual: ningún gerente de marketing podría haber llegado más lejos y afianzar con tanta fidelidad un producto semejante. Narcisos una vez más: espejados y con bata, o al borde de un baño de inmersión, la diferencia básica entre una propuesta y la otra está en que, ¿por seguridad?, el I phone no sale de casa y la mayoría de las imágenes son de baños personales. Con segmentos especiales, “GuysWithIPhones” tiene incluso una pestaña de arte digital, donde fotomontajes de miembros descomunales astillando las pantallas del celular inauguran un camp inédito. “Tumblr es el paraíso porque no se modera, permite los desnudos. Las otras redes sí moderan el contenido, por lo que no se puede incitar a la violencia ni fomentar la discriminación”, recuerda Lago. Michael, un estudiante universitario de Copenhague, encendió las ínfulas de más de 1200 calentones con su instantánea en el baño de un avión, en pleno vuelo: la suya es una de las mordidas de t-shirt más decimonónicas de “Undies...”: perfil feroz y colmillos sobresalientes para que no queden dudas acerca de cómo quitarle el ropaje. Grayson Gilbert, de Los Angeles, fue el pionero: tiene menos de 300 likes y un zolcillonca enjuto y blanco, en contraste con el porcellanato ocre de un prolijo meadero. En la más reciente publicación, miles festejan el contorno del prepucio de un morocho con un par de Ray Ban policiales y anillo de compromiso. Con epígrafes irónicos para cada posteo (“Me enteré de la nueva tendencia y subo mi foto porque estoy seguro de que todo esto es por caridad o algo así”, bromea @maxisms), ya surgieron sitios que exhortan a imaginar los pensamientos de cada exponente, otros que denuncian el exceso de vanidad y algunos que arman sus propios rankings de ejemplares. Algunas (pocas) parejas se bajan los lienzos al unísono y muchos logran situarse en el marco exacto del grafitti (“Beast”, bestia, dice el espejo en el que se refleja Robert), la luz roja y el perfil prominente. “Internet marca el regreso del espectador universal”, escribe el filósofo ruso Boris Groys: la resocialización de la persona pública, más pública que nunca, más afirmada que antes en su nombre propio, nickname o contorno. Todas las diatribas del último siglo, derrotadas: la identidad vuelve a ser fija, vuelve a tener un código común. Uno vuelve a ser uno, como todos los demás. Comunachos en fila: casi nadie comenta en “Undies...” el rostro, el contexto o la inspiración. La empresa exige la fijación abdominal y el núcleo genital. La visibilidad sin fronteras de una sexualidad condenada al escondite, amiga de la trampa y enemiga histórica de la libertad. El yo al cubo. Todos expuestos pero ocultos, apilados en el agujero interior zurcido con lycra o pensado para el algodón.
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