A CINCO AñOS DE LA LEY DE MATRIMONIO IGUALITARIO
Marta Dillon, Albertina Carri y Alejandro Ros pudieron reconocer legalmente a Furio Carri Dillon Ros como lo que es, el hijo de los tres.
Las buenas noticias, cuando llegan, llegan juntas. En la misma semana en la que ve la luz una segunda edición del Festival Asterisco y en la que se cumple el quinto aniversario de la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario, por primera vez en la Ciudad de Buenos Aires (y con un único antecedente en el país, en Mar del Plata) a un niño se le reconoce en los papeles la constelación familiar de la que proviene. Ese niño es Furio, el hijo de Marta Dillon –cocreadora de este suplemento–, Albertina Carri –cineasta y directora de Asterisco– y Alejandro Ros –responsable del arte y las tapas de Soy–. Recuerda Marta que “Albertina quedó embarazada y casi al mismo tiempo nació Soy. Nosotras nos casamos fundamentalmente para proteger los derechos de Furio y también para que se reconocieran mis derechos como comadre, que era lo más difícil en ese momento, tal como estaban las cosas”. En la primera partida de nacimiento de Furio figuraba solamente con el apellido Carri, “fue inscripto como hijo de madre soltera porque no existía figura legal que amparase su identidad y sus vínculos”, dice Albertina. Luego llegó el decreto presidencial que permitió sumar el apellido de Marta. “Pensábamos que iba a llegar el momento en el que Ale pudiera ser también reconocido, pero no sabíamos cuándo.” Bastaron 24 horas para que, con el asesoramiento de Abosex, red de activistas jurídicos por la diversidad sexual, el Registro diera el sí al pedido de triple filiación. “Este apellido que se suma, el de Alejandro, se inscribe en una genealogía de lucha. Cuando hablamos de combatir la heteronorma estamos hablando también de esto: una de las armas más poderosas que tenemos las personas lgbtti es el modo en el que imaginamos, llevamos a la práctica y damos cuenta de las relaciones que tenemos, que muy pocas veces se cierran en la estructura de la pareja nuclear, monogámica.” Sobre el poder de armar y de ver reconocidos los propios lazos como redes amorosas múltiples y expandidas dice Albertina: “Con Alejandro Ros y Marta Dillon reinventamos en nuestras vidas el concepto de familia, palabra que en mi subjetividad, y en la de toda una sociedad, había sido destrozada por las sucesivas y violentas performances que llevaron adelante en nuestro país la Iglesia, el ejército y los mercados”.
“No creo mucho en las leyes ni los papeles, soy bastante anarco en ese sentido. A Furio se lo contamos un domingo en casa, los tres. Le preguntamos: ‘¿Qué te parece la idea de tener el apellido de papi?’. Y él contestó: ‘Me parece lindo’. Después nos preguntó: ‘¿Me voy a llamar Furio Carri Dillon Alejandro Ros?’. Mientras hacíamos tiempo en el Registro Civil nos dijo enojado: ‘¿Por qué están hablando de otra cosa que no sea mi apellido?’. No me esperaba que se lo tomara con tanto entusiasmo, pero le dio una enorme alegría y felicidad.” Furio lo dijo con voz propia y también lo escribió al final del escrito que presentaron en el Registro. Esta voluntad de tres de cuidar y de acompañar, que conforma su mundo cotidiano tal cual lo conocen todos sus amiguitos y amiguitas, es ahora reconocido por el Estado: “¿Por qué nuestro hijo no iba a estar imbricado en la familia de su papá, tener lazos legales con su abuelo, sus tíos, tener presente esa parte de su historia familiar? –pregunta Marta–. Furio tiene un árbol genealógico frondoso y queremos que eso quede escrito en algún lado”.
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