Se reestrena mañana, una vez más, la ficción que se constituyó en el primer éxito gay mundial. Aggiornada con besos de lengua, identidades difusas, cuerpos sensuales y desnudos, sueños mojados y calentura vuelve La jaula de las locas, dirigida por José María Muscari.
› Por Adrián Melo
Desde que surgió como una obra de teatro dirigida al pueblo heterosexual en París en 1973, La cage aux folles, de Jean Poiret, pareció destinada a romper moldes, a traspasar sus límites y a generar tanta polémica como masividad de público. En 1978 pasó a la pantalla grande protagonizada por los mismos actores que la interpretaban en teatro, Michel Serrault y Ugo Tognazzi, y fue la película extranjera más popular en Estados Unidos, convirtiéndose en la única con temática gay que tuvo dos secuelas y además una versión americana con Nathan Lane y Robin Williams. Metamorfoseada en comedia musical de la mano del activista Harvey Fierstein, se consagró en Broadway, obtuvo nueve Tony, fue estrenada en más de 60 países, les abrió el camino a otras obras gays (sin ir más lejos Torch Song Trilogy de Harvey Fierstein) y podríamos seguir...
¿Dónde reside la perdurabilidad del encanto de esta pareja de hombres (que lleva alrededor de veinte años juntos) formada por una caprichosa estrella de cabaret a la vez que celosa esposa (Albin-Zaza) y un “chongo” bastante amanerado (Renato Baldi) que en su juventud cometió un desliz heterosexual y tuvo un hijo bellísimo que desgraciadamente para los personajes principales le “salió hétero”?
El secreto no parece residir en la complejidad del argumento, una farsa de equívocos con recursos que hemos visto reiterados hasta el cansancio en comedias populares: la pareja de homosexuales tiene que fingir que no lo son cuando el hijo de uno de ellos invita a los padres de su novia, un político homófobo y su esposa, prototipos de una familia conservadora, a cenar. El más afeminado decide que la única manera de hacerse pasar por heterosexual es disfrazarse de mujer. Y durante el transcurso de la cena logran engañar largo tiempo a la pareja retrógrada.
Y ahora llegó Muscari. Albin y Renato –ahora devenidos en Albino y René e interpretados por Emilio Bardi y Marcelo de Bellis respectivamente– tienen como suegros al señor y la señora Ocampo, Mónica Villa y Fernando Lupiz, y para la otrora puta y madre biológica del hijo de los gays nadie parece mejor escogida que Divina Gloria. Entre otras particularidades, si bien la versión no es el musical, aparecen elementos musicales con coreografías, momentos oníricos y proyecciones que requieren de bailarines y 30 actores en escena.
–Cuando era chico la vi en la tele y recuerdo que mis viejos se cagaban de la risa, la pasaron muy bien viéndola. Después, hace unos años vi la versión de Roberto Carnaghi con Miguel Angel Rodríguez y hace tres años vi la versión con el Puma Rodríguez (risas), digo el Puma Goity. Si bien en las últimas ocasiones me divertí, tenía una visión de lo que es ser gay que mucho no me representaba.
–Me sentía raro. No entendía cómo era ese tipo que se vestía de mujer pero que después era hombre y andaba con esos sombreros, esas capelinas. Lo que más me llamaba la atención de la película era la estética. El mucamo negro, los pájaros que había en ese desayuno, tenía algo kitsch que me resultaba atractivo.
–A mí hay un personaje que me gusta de la obra y sobre él recargué las tintas: la hija de la familia conservadora (que en mi versión se llama Muriel y la interpreta Juana Repetto) que les termina diciendo a sus padres que ama al pibe y que esa familia de putos del pibe es más normal, más amorosa, más afectiva que la que ella tiene. Para mí ahí está el concepto de la obra. Que una mina que es hija de una pareja de heterosexuales, que son políticos de derecha, les termine diciendo a sus padres que ama a ese chico, que es el producto de la alianza de una pareja gay que tiene un boliche de transformistas en la planta baja a mí me parece que es el punch de la obra.
–Sí, pero el hijo de ese matrimonio gay se siente más en su casa con esos hombres que en la idea de una familia heterosexual. Eso es muy de avanzada para la época. Prefiero pensar que sólo sacrifica a sus padres en una cena pero por amor a la novia. De todas formas en mi versión hay un pequeño monólogo del hijo que defiende a sus padres y que está muy bien interpretado por Federico Bal.
–Sí, en ese sentido resulta sumamente atractivo el personaje transformista que es hétero y que acaba de embarazar por séptima vez a su mujer (interpretado por Mariquena del Prado). Y que la obra termine con los heterosexuales disfrazados de mujer y de travestis paradójicamente para salvar las apariencias. Yo intenté dar cuenta de esa mezcla de mundos y de identidades sexuales difusas y contingentes ya desde la elección de los actores. Para los personajes de las locas principales llamé a dos actores heterosexuales. A Emilio Bardi, que siempre lo llaman para hacer papeles de marginal, de tumbero o de violador, le di el rol del personaje más afeminado y transformista y a Marcelo de Bellis, un papel muy diferente al que realizaba en Casados con hijos. Son actores que el medio tiende a estereotipar. Una cosa atractiva que tiene la obra es la visión que puedan aportar Bardi y de Bellis sobre el mundo gay, un mundo alejado de ellos.
–Parte de la crítica y de la comunidad gay no cesó nunca de criticar el estereotipo de gay propiciado por la obra. Los perfiles de sus personajes principales funcionan como payasos; en definitiva, La jaula... se ajustaba a la manera clásica que Hollywood había reservado para retratar a la homosexualidad masculina y que se repite hasta el cansancio en las comedias populares también de Argentina. Y si bien, en el fondo, la película simpatiza con los protagonistas homosexuales y se posiciona contra los conservadores homófobos que los desprecian, lo hace al precio de generar esa comicidad y complicidad tan cómoda para el paradigma heteronormativo. Otra parte de la crítica y de la comunidad gay han hecho hincapié en la importancia en tiempos oscuros y represivos de la visibilidad de estas maricas con rasgos positivos (no son locas malas, ni asesinas, ni vampiros, ni sórdidas promiscuas sin corazón como se las representaba tradicionalmente en las ficciones), que formaban una familia cariñosa y alternativa compuesta por dos hombres y un hijo a fines de la década del setenta. Estas posturas insisten en que más allá de la proclividad a los ataques histéricos y al melodrama, Alvin-Zaza resulta un ser entrañable.
Los que están políticamente a favor afirman que si bien la pareja parece repetir el modelo chongo-loca, éste ha sido largamente reivindicado por autores como Néstor Perlongher o Reinaldo Arenas describiéndolo más subversivo que el modelo del gay masculino integrado al sistema capitalista y normativo. Otro de los aspectos destacados en la película es que mientras los gays fingen ser una pareja heterosexual frente a la pareja de conservadores, sin duda están parodiando el modelo heterosexual. Y de manera análoga es parodiada la masculinidad en una de las escenas más cómicas de la película en la cual Renato intenta enseñarle a Alvin a comportarse como un hombre, desde cómo caminar a lo John Wayne hasta cómo untar la mantequilla, sostener la tostada y evitar la elevación del dedo meñique.
A título personal, me propongo claramente hacer un elogio de La jaula...: quizá pasa con la obra lo que Umberto Eco decía a propósito de la película Casablanca. Parafraseándolo: “Un clisé causa risa. Cien clisés juntos emocionan”. Quizá la yuxtaposición y la amalgama de clisés y estereotipos exagerados y llevados al paroxismo de las locas terminan convirtiéndo a las locas de La jaula... en entrañables y eternas. Y no puedo evitar recordar ese momento de orgullo gay que tiene la película en el cual Renato se planta frente a su propio hijo y le increpa: “Sí, uso maquillaje, vivo con un hombre. Y soy un viejo maricón. Pero sé quién soy. Me costó muchos años. Y ningún diputado conservador me va a hacer cambiar. O volver atrás”.
–La de gays divertidos que pasan por una situación difícil que es ocultar sus vidas y sus sexualidades para terminar dándose cuenta de que es inocultable y que cuanto más salga a la luz más normales son y más anormales son los otros, los que no pueden entender eso como normal. Es el tema de la obra para mí. Qué es lo normal y qué es lo anormal. Pareciera ser que los gays tienen que ocultar sus formas de amarse y de relacionarse porque no es normal y en el desarrollo de la obra vemos que los anormales son los otros que no pueden digerir esa modalidad de familia. Por eso los heterosexuales de la obra terminan disfrazados de mujer. Son políticos que hacen cualquier cosa para mantener las apariencias y la campaña. Sus proyectos contra los gays se irían al diablo si los encuentran rodeados de gays y prefieren travestirse antes que los vean.
–El amor para mí es un tema central en la obra. Se pone de manifiesto el amor que tiene esa pareja, que tuvo durante tanto tiempo y responde a un patrón de familia ideal heterosexual de fidelidad, de una vida en común, de proyectos, de vacaciones, de tener un hijo, aunque no sea biológicamente de los dos. Plantea otras ideas de amor: la del transformista que de día trabaja de basurero para mantener a su familia, el amor de los jóvenes dispuestos a enfrentarlo todo. Por el otro lado, aparece el amor de fachada, de conveniencia que es la de los políticos, personas convencionales que representan la peor versión del cristianismo. Amor por conveniencia: la de esa mujer que fue puta y que termina casada con el presidente de Africa y dejando que a su hijo lo críe el padre junto a otro hombre. Un subrayado que le hice a la obra es: ¿Cuál es la posibilidad del amor hoy? ¿A cuál de estos formatos responde? La idea del amor está tan quebrada, se vuelve tan insostenible a veces que me resultaba atractivo encontrar dentro de la obra diferentes modelos de amor. Todos posibles.
–En mi versión aparece lo caliente. Si dos tipos que están casados hace quince años y tienen viviendo en su casa a un mucamo negro de dos metros que tiene las tetas duras y anda en culo... Si hay un hombre heterosexual que de noche trabaja de transformista para mantener a su familia y embaraza por séptima vez a su mujer... Si hay un viejo que es el administrador del club nocturno que fue transformista y hay en el bar un montón de bailarines que están buenos, hay algo de la sexualidad recorriendo la obra, aunque la obra no hable de garchar. El tema del sexo estaba en las versiones que yo vi ingenuamente tocado como si el sexo fuera el cotillón de la obra. Mi objetivo es que la obra tenga un mayor riesgo en relación a la sexualidad, por eso hay verdaderos transformistas, bailarines que juegan con la idea del drag queen, lomos masculinos que bailan en tacos, bailarines heterosexuales bailando en tacos, hay algo ahí de la mezcla de sexo que me resulta más atractivo que poner a un gay actuar de gay.
La jaula de las locas de Jean Poiret. Dirección: José María Muscari. Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Sala Armando Discépolo. Calle 12 entre 62 y 63, La Plata. Estreno: 25 de julio.
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