Tortazo, la proyección –programada por el Festival Asterisco– de un video realizado con más de 400 fotos compartidas en un evento en Facebook, convocó a una inusual cantidad de lesbianas que fueron a verse, tocarse y reconocerse en la oscuridad de Brandon.
› Por Magdalena De Santo
Estelita está emocionada, en Monte Grande esto no pasa. La casita Brandon explota de lesbianas puntuales. Somos demasiadas y el relato lo hacemos nosotras. Centenares de tortas, tortitas, marimachas, chongos, cis, trans, kikis, femmes, futbolistas, intelectuales alborotadas, esperamos con birra en mano ver el video del Tortazo: más de 400 fotos compartidas a través de un grupo cerrado y un evento de FB se proyectan unificadas. En una suerte de narcisismo colectivo, diría Lipovetsky, nos convoca la concha de la amiga, el pezón peludo de la ex, el amor de las novias, dildos de colores, sorpresivas depilaciones, clítoris sin tapita, pajas bravas, soledades agrupadas, buenas cinturas, pocos rollos y arrugas, culos redondos, dedos húmedos, y otras tantas contrarrepresentaciones de goces, cuerpos, humores y afectos tortilleros.
Según la RAE la palabra “tortazo” significa golpe en la cara. Nuestra semántica es otra: sacudón de interconexión pornográfica colectiva que empezó a calentar las pantallas a comienzos de julio. Sin embargo, las entrañas de este Tortazo se remontan al Tetazo, otra acción de plataforma virtual que Virginia Cano, Marta Dillon, Noe Gall y Eme Romero (Punto Eme) convocaron para celebrar el Día de la visibilidad lésbica pero que, finalmente, sumó tetas de cualquier sexualidad. Si vamos más adentro de la historia, encontramos otro precedente: Tetazo Virtual Contra la Censura del 2013 organizado por Gall y Cano (tetazovirtual.blogspot.com.ar).
Luego de esas dos acciones estrictamente virtuales, “teníamos interés en que la nueva acción estuviera más específicamente relacionada con las sexualidades lesbianas, y surgió la posibilidad de hacerla en el marco del Festival Asterisco. A partir de ese momento empezamos a darle forma y a pensarla de un modo extendido, es decir, que comience en las redes sociales pero con la intención de pasar a otra plataforma, en este caso una proyección”, comenta Punto Eme, una de las organizadoras.
Se inaugura el grupo cerrado de Facebook “Tortazo” con una provocativa insinuación: “imágenes lúbricas y fluidas de lo que tragamos, lo que escupimos, lo que chupamos, lo que hacemos y lo que gozamos” y la banda enloquecida postea o espía los (auto)rretratos. “Lo que me generó el grupo cerrado fue como si se hubiera abierto una puerta a un dark room o un dyke room, cosa que siempre me hubiera gustado encontrar en algún lugar del mundo y no lo he logrado”, comenta Marta Dillon.
Mientras que el grupo poco a poco sale de la endogamia y empieza a federalizarse, con las participaciones de cuerpos con y sin rostro, de Cipolletti hasta Salta, la gran orgía virtual expone un fenómeno contemporáneo. Las tecnologías de subjetivación disponibles nos permiten trazar representaciones de nosotras mismas de manera casera y hacer un contrarrelato tortillero sin intermediarios. Relaciones de confianza, entrega, compromiso, respeto y amistad lesbiana se trenzaron con la arenga del festín. “Celebro las ganas de las tortas de compartirse, desearse, sexualizarse generando referentes únicos y nuevos para una comunidad a la que el acceso a una pornografía lésbica le es muy exclusivo: no todas saben cómo encontrar porno producido por lesbianas, no es de fácil acceso y lo que está siempre a mano es el porno hétero hecho para los hombres y aparte de que reproduce un montón de estereotipos es aburrido y no calienta”, agrega Noe Gall.
Hace calor. El sonido de la dj Ani Castoldi se cuela para hacer aullar a más de una mientras suena Yilet, Donna Summer, Liz Torrez, Javiera Mena, Hercules and Love Affair, Norma Jean Bell, Susana Estrada, Ibiza Pareo, Osa Flaca, entre otras. El video de porno visibilidad es una catarata criteriosa de veinte minutos de variados tópicos lésbicos: chongas, conchas, cucharas, clítoris, depiladas, tetas y dildos, y la manada ardiente festeja orgullosa con alaridos y aplausos. Proliferan comentarios: “Esto es un éxito activista” o “me dio vergüenza mostrar mi concha gorda”, también “nos juntamos a hacer las fotos y terminamos garchando” o “me separé hace poco y el evento me puso muy arriba” y con todo eso vienen los abrazos y las felicitaciones, las preguntas de esta cronista y las primeras evaluaciones: “Me parece que falta un poco de diversidad en las edades de quienes postean, parece que las jóvenes turgentes están más habilitadas que las minas de mi edad (48) y que, cuando aparece, se celebra más como valentía que como goce. Otras limitaciones: “La monogamia está tremendamente instalada en nuestra comunidad y eso fue muy visible, no sé si es tanto una limitación como una pregunta abierta, porque por otro lado hay mucha lesbiana feminista en el grupo y se habla todo el tiempo de poliamor”, reconoce Marta Dillon.
No es tiempo de hacer un diagnóstico sociológico, menos mientras en Brandon llegan chicas cada vez más lindas, con moto y casco para llevarte. Estamos que no nos podemos ir, no queremos, pero Cano me recuerda: “Ahora tendremos que mirar y rever críticamente el relatovisual tortillero que armamos nosotras. Qué pudo mostrar y qué no. Qué economías del deseo y qué legitimidades/legibilidades pudo deconstruir y cuáles no. Ningún relato está a salvo, y el nuestro tampoco quiso estarlo. Lo que sí intentó fue pluralizar la mirada, abrirla al juego de lo colectivo, y de la autorrepresentación tortillera”. Pasada la noche de placer, hagámosle caso a la doctorta Cano y revisemos.
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