Viernes, 7 de agosto de 2015 | Hoy
ENTREVISTA
Topacio Fresh, dueña de la galería de arte La Fresh Gallery en Salamanca, dialogó con SOY sobre sus experiencias como galerista y las diferentes realidades por las que transita la transexualidad en la Península Ibérica.
Por Gabriela Cabezón Cámara
La Fresh, la galería de arte de Topacio Fresh, está en Salamanca, una zona cheta de Madrid –“pija”, dirían los madrileños y no dejarían de tener toda la razón del mundo– en el sótano de un edificio precioso, uno de esos que tienen ventanas al exterior, y es toda blanca y tenía colgadas, el 8 de julio, fotos de “Photo España” sobre la burbuja inmobiliaria en Alicante. Topacio y su marido, Israel, tienen un escritorio en la sala que da a la calle: una mesa larga y del mismo lado, en cada extremo, una computadora. Ella es alta, rubia, usa tacos afilados, se ríe, es hermosa y aguda y dice que también es feliz, y es fácil creerle. Hace 8 años que vive en España, armó familia y galería propias y está adaptadísima a su nuevo país aunque habla todavía como una argentina: antes de vivir en España vivió en Estados Unidos y antes en Rosario, donde nació. Y antes de ser galerista bailó y bailó y también cantó en su propia banda, Leopardo no viaja: junto a Andy La’Moore, otra chica trans, cordobesa ella, fueron durante seis años las teloneras de Fangoria, la banda de una de sus mejores amigas, Alaska, con la que ahora participa en un reality que se emite por MTV. Esa semana, la del Orgullo, cuando en todo Madrid, incluyendo los edificios oficiales, flameaba la bandera lgbt, le habían dado el premio Triángulo de la Cultura de Cogam, el colectivo lgbt que organiza la marcha, entre otras muchas cosas. Claro que todo tiene sus asperezas y Topacio padeció algunas. “El español tiene algo como que... te permite jugar hasta cierto punto: siempre te piden el chiste y luego te piden la explicación”, dice.
–Me hicieron una marcha todos los viernes durante dos meses para que me fuera, me rezaban el Rosario y me tiraban incienso para adentro. “Templo de la perdición, oda al satanismo”, “Un terremoto sacudirá la tierra de acuerdo a la Virgen de no sé qué y usted será la responsable”, ese tipo de cosas nos decían.
Era por Obsenity, la muestra de Bruce LaBruce en La Fresh, durante febrero y marzo de 2012, inspirada en temas religiosos. En una de las imágenes, por ejemplo, Alaska posa vestida de monja en una erótica Piedad junto a Mario Vaquerizo, también emblema de la Movida. Mientras Topacio cuenta, Israel pone un video que muestra una de las manifestaciones. Irrumpe como un ruido atronador de cantos medievales. Una locura: un grupo de ultracatólicos, hombres y mujeres vestidos como en 1950 y vociferando maldiciones bíblicas contra la galería megáfono mediante.
–¡Nada! Estábamos acá como Drácula. Cerré esas ventanas con barretas de hierro porque me tiraron dos cócteles molotov. Por supuesto, los ultracatólicos dijeron que no habían sido ellos, pero vinieron primero las bombas y luego la manifestación.
–No, se les cayó la mecha. Una chica que salió de la peluquería de arriba vio la ventana rota y llamó a la policía. El día anterior, después de la inauguración de la muestra de LaBruce, había salido de fiesta y había terminado a las seis de la mañana. El teléfono empezó a sonar a las once y a la una atendimos y era la policía científica, que estaba acá en la puerta. Y comenzó un raid que duró dos meses. Y tuve que suspender la muestra antes de Semana Santa porque nos mataban. Fue un escándalo internacional.
–Mirá, llegó hasta Canadá, Inglaterra, Sudáfrica, Estados Unidos, hice notas para todos lados.
–Se calmaron cuando cambié la exposición; el problema era con Bruce LaBruce. Como había hecho porno, era como que tocaba algo sagrado con las manos manchadas. Fueron esos dos meses y después se les pasó, pero a raíz de eso tuve una enorme popularidad, creo que me hicieron famosa. Eso sí, no me llamó nadie de la Asociación de Galerías para solidarizarse.
–Y, por lo que te decía antes, por lo de la doble moral. No sé. Imaginate que si le hubiera pasado a alguna de las galerías grandes hubieran saltado todos. Pero como le había pasado a la travesti, que era nueva, que se estaba metiendo en el mundo de las galerías y a lo mejor no se tenía que meter, a lo mejor me tendría que haber quedado en Ibiza bailando en una discoteca o bailando con Fangoria...
–En todo caso, como me estaba metiendo en un terreno que no era el mío, me dieron la espalda. Fue heavy. La oposición, el PSOE, me escribió una carta demostrando repudio. El gobierno nada.
–Este año se me acercó la ex jefa de Gobierno –Esperanza Aguirre, un ser insospechable del más mínimo progresismo– y me preguntó cómo estaba y qué quería lograr con mi voto. Se acercó para presentarme su plan.
–Yo también tengo este perfil de la transexual galerista que está en el barrio de Salamanca: dentro de la derecha, si se tienen que inclinar un poquito a la izquierda, van a tocar esto, no van a tocar a una prostituta que está golpeada en la esquina. Si tienen que tocar, se ponen los guantes y me tocan a mí. Y bueno, yo a veces me dejo tocar. No está mal escucharlos a todos, es una manera de llegar. Porque pasan cosas: hace pocos días en el hotel gay emblema de Madrid, el Centro Room Mate Oscar, no dejaron entrar a una transexual que no estaba alojada ahí, que sólo quería sacarse una foto en la terraza, y le dijeron que estaba disfrazada de mujer. Automáticamente armamos un revuelo en los medios y le quitaron un premio que le iban a dar. Lo que te quiero decir es que sirve la voz de todas.
–Sí, los organizadores de la Marcha del Orgullo, el colectivo de Cogam, que trabaja en apoyo, ayuda, conciencia, prevención. Esta semana entregaron los premios y a mí me dieron el de Cultura, a Change.org le dieron el de conciencia social. Otro de los premios fue para Carla Antonelli, diputada trans de Madrid, acá hay muchas transexuales súper poderosas. En la entrega se acercó a mí un grupo de niñas transexuales con sus mamás. Tienen 10, 11, 16 y 19. Vinieron a verme, estaban encantadas y yo también.
Topacio me muestra la foto y va relatando:
–Está esta nena gitana, con una historia conmovedora: el padre se alejó de la comunidad gitana para apoyar a su hija. La mamá de otra me contó que su niña empezó a manifestar su transexualidad a los seis años. La llevaron al psicólogo, el psicólogo la diagnosticó mal, la nena se mutilaba. Hasta que los padres comprendieron que la niña era una niña transexual. La madre logró que España sacara una ley que permitió que le dieran los bloqueadores para que la niña no desarrollara más masculinidad, sabiendo como saben que es una mujer. Todas estas niñas están ya con sus diversos tratamientos, felices. Para mí lo más emocionante del premio fue eso, constatar la diferencia entre mi generación, las generaciones anteriores de travestis, perseguidas por la policía, y ellas, que venían acompañadas por sus madres a ver el premio de otra transexual. Eso fue hermoso.
Las biografías, claro, están tramadas con la Historia. Y, por lo menos en una parte del mundo, la Historia está, por fin, mejorando para las personas transexuales. Es el caso de Topacio, que cuenta con el amor de su familia. Y también de la de su marido. “Cuando me casé con Israel, hace siete años, lo primero que hicieron los hermanos fue venir a visitarme por goteo. Son siete hermanos, viven en Barcelona y él se había mudado, se había separado de su mujer, había conocido a una mujer transexual, yo, y estaba conmigo. Los hermanos fueron muy educados, venían con excusas, por ejemplo una excursión a Toledo. Yo nunca les creí, por supuesto, venir desde Barcelona para hacer una excursión a Toledo es raro. Es como decirte que de Buenos Aires alguien viaja para conocer el pino de la Victoria de San Lorenzo –un pueblo de Santa Fe donde tuvo lugar la famosa batalla, la de “Cabral soldado heroico cubriéndose de gloria...”–. Es raro, ¿o no?
–Entonces vino primero el hermano mayor. A las hermanas pequeñas me las compré automáticamente porque me conocían de los medios, la conocían a Alaska, estaban encantadas. Con mi suegra me llevo fenomenal, ya somos familia. Por supuesto que al principio tuvo sus dudas, ese no saber qué puede deparar la diferencia. Y en la diferencia está la vida misma.
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