Viernes, 7 de agosto de 2015 | Hoy
LIBROS
Un estudio disponible online se pregunta qué problemas expresan las personas viviendo con VIH en el conurbano bonaerense a más de 30 años de la explosión de la epidemia. El estigma sigue allí.
Por Dolores Curia
¿Cuáles son las limitaciones que las personas que viven con VIH enfrentan a la hora de conseguir trabajo, de permanecer en él y qué chances hay de que éste sea genuino? ¿Cómo entran en juego en la trama entre VIH y el derecho al trabajo otros factores como el desempleo estructural y también los pretextos discriminatorios por género, orientación sexual e identidad de género? Las barreras al empleo de las personas viviendo con VIH (Ed. Organización Mundial de la Salud) es el fruto de un largo trabajo de investigación por parte de la Red Bonaerense de Personas Viviendo con VIH, el Programa de la Organización Internacional del Trabajo sobre el VIH/SIDA y el mundo del trabajo (Oitsida) y el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre VIH/SIDA (Onusida). En el libro está el análisis de las encuestas y diálogos con personas que viven con VIH en el conurbano bonaerense, donde se concentra la mayor prevalencia de casos de infección por VIH en el país, y también el 50 por ciento de la pobreza. Fueron 158 las personas encuestadas, un cuarto de ellas fueron varones gays y bisexuales, y otro cuarto, personas trans. Los resultados dejan a la vista un mapa de alta precariedad laboral.
Cuarenta millones de personas en el mundo viven con VIH, sólo la mitad lo sabe. El estigma y la discriminación, dos elementos que tuvieron un papel relevante al principio de la epidemia, hoy continúan, incluso cuando ya el sida no es un monstruo desconocido. Aun ahora que se sabe que es una infección crónica, todavía el prejuicio y el desconocimiento coartan el acceso a la ciudadanía de las personas con VIH. “El VIH pone en evidencia avances y retrocesos en la historia de la humanidad —detalla el Dr. Alberto Stella (director de Onusida para Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay)–. Es un índice posible para medir cuánto hemos progresado, o no, en el acceso y ejercicio de la ciudadanía. Es curioso que la siga restringiendo un país como éste, que en comparación con muchos otros de la región, en los últimos años, ha invertido tanto en infraestructura y ha hecho tanto en materia de derechos humanos.”
Hoy, explica Marcela Alsina, de la Red Bonaerense de Personas Viviendo con VIH, “el acceso a las medicamentos ya no es un problema que aparezca en el diálogo con los entrevistados. Hoy es inmensamente más difícil que el VIH te lleve a la muerte, pero sí es un catalizador y un indicador de otras circunstancias, y se agrava en relación a problemas sociales y calidad de vida”. Los números hablan solos: el 40,5 por ciento de las personas encuestadas no trabajaba en forma remunerada al momento de la encuesta. Casi el 80 por ciento declaró que no tiene dinero para comprar alimentos siempre o a veces. La precarización laboral es también otra arista que queda a la vista con las encuestas: ocho de cada diez entrevistados tienen trabajo no formal. Un dato más: cuatro de cada diez personas entrevistadas recurren al ejercicio de la prostitución, y aclaran que no lo consideran una “opción” laboral sino como una forma de supervivencia. También se desprende de estos datos que hay un acceso casi universal al tratamiento: nueve de cada diez personas consultadas, en el momento de la investigación, se encontraban bajo tratamiento médico. Marcela Alsina, que da talleres de capacitación en el tema para docentes, relata un ejemplo que deja en evidencia por qué según ella, aunque se ha avanzado mucho con respecto al acceso al tratamiento, la discriminación actual parece la misma que la de hace 30 años: “Hace tres meses en una escuela primaria del conurbano, cuando el plantel docente se enteró de que una de las alumnas vivía con el virus, convocaron a una reunión de padres para ‘que todos estén al tanto del tema’, y la misma gente decidió también que se debía apartar a la nena de los recreos ‘para cuidarla mejor’. Yo me pregunto: ¿cuidarla de quién? Sería mejor que la cuidaran de sí mismos”.
Siete de cada diez encuestados relatan haber sentido temor al rechazo por el VIH en la búsqueda de empleo. Mario Pecheny (UBA-Conicet) —que estuvo a cargo de la coordinación del proyecto junto con Hernán Manzelli (Cenep) y a Matías Bruno (Cenep)— hace referencia al fenómeno de la discriminación anticipada, es decir, “opera un miedo por parte de las mismas personas que viven con VIH que hace que, por situaciones desagradables vividas anteriormente, se anticipen a la discriminación, teman, con conocimiento de causa, quedar expuestas a situaciones desagradables, por ejemplo, en una entrevista. Entonces puede incluso también llegar a desalentar la búsqueda”. El foco a donde deberían dirigirse las políticas públicas en torno al tema hoy es, según Pecheny, más que el tratamiento del VIH en sí, los contextos: “La situación de pobreza estructural que se ensambla con el estigma del sida y con la discriminación por orientación sexual e identidad de género. A todo este cuadro de vulnerabilidad hay que sumarle el desempleo, que se arrastra desde hace décadas, la criminalización de la pobreza, la criminalización del consumo de drogas, la privación de la libertad derivada de estos temas que, en un círculo vicioso, genera que esas personas queden excluidas del mercado laboral”.
El libro se puede conseguir a través de redbonaerensedepvvih.blogspot.com.ar o en www.oit.org/buenosaires
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