Viernes, 2 de octubre de 2015 | Hoy
Hotel Gondolín, emblemático amparo de casi todas las travestis que llegaban del interior, tiene una historia de más de veinte años y muchos por delante. Acaba de recibir una demanda por desalojo por parte de quien fuera el dueño, que lo abandonó tras una clausura por las condiciones precarias en las que lo pretendía alquilar. Quienes lo habitan han generado allí un modo de vida cooperativo y están organizadas: respondieron la demanda asesoradas por la Defensoría LGBT explicando que se trata de una posesión legítima. Hace dos décadas que pagan los impuestos, lo han puesto a punto y es el hogar de más de 45 familias. Un libro de fotos de Estefania d’Esperies recorre en imágenes la historia de esta gesta colectiva.
Por Marlene Wayar*
El Gondolín existía como uno de los tantos hoteles precarios para el gentío, no hablo de populus con derechos políticos, dije gentío. De entre todo inquilinato paupérrimo en Buenos Aires uno de los más abusivos con las travestis. Su dueño fue lúcido al ir viendo cómo las travestis producían altos ingresos diarios mientras que otras gentes solas o en familias, si por cualquier razón tenían problemas con sus ingresos, adquirían una deuda poco probable de ser saldada. Una trava podía adquirir deuda pero en una noche mediocre generaba para saldarla y más. Este gentío travesti terminó siendo la totalidad de su clientela, gentío carente de status político como para que se oyeran sus demandas de que el edificio fuese puesto en condiciones mínimas de habitabilidad. Se pagaba al momento por una habitación sin baño lo que costaba el alquiler de un semipiso en un recoleto barrio porteño. Su ubicación por aquel entonces, en Villa Crespo, era marginal en el sentido inmobiliario.
El edificio es un cubo de dos plantas y media de ladrillo sólido y una tercera de absoluta precariedad, estructura de caracol con un pozo de aire central alrededor del cual se distribuyen las habitaciones al frente y del lado izquierdo, sobre el lado derecho la escalera como único medio para ascender y sobre el contrafrente la línea de baños y cocinas donde circulan las cañerías de agua, gas y desagote, esta pared se hallaba en absoluto deterioro, produciendo problemas de abastecimiento de agua, al punto del derrumbe y pérdidas de agua a veces sobre los cables eléctricos corroídos ocasionando serios inconvenientes con riesgo permanente de cortocircuitos, de corte de luz, daño a electrodomésticos y electrocución para quienes circulaban. A ello se le sumaban problemas de limpieza y recolección de residuos y alta concentración de ratas, entre otros.
Karina, la cara de globito, vivía en el Gondolín. Un invernal día viene a consultarme sobre cómo lograr una inspección municipal para lograr mejoras en su calidad de vida: “Pagamos como ricas y vivimos como cucarachas, Marlene”. Ya lo sabía y ansiosa de que despabilarán aguardaba que el ejemplo cundiera en todos los inquilinatos de la ciudad. Le ayudé a escribir las denuncias para el departamento de habilitaciones municipales de hoteles y pensiones y otra para la Dirección General Impositiva por el trabajo en negro del personal administrativo y de limpieza, ambas acompañadas con un censo de cada una de las personas que lo habitaban. La idea de la denuncia no prosperó entre las mismas travas, el miedo a no ser escuchadas por la justicia y terminar echadas a la calle era más fuerte y sólo firmaron las notas además de Karina; Cristal, Zoe, Moira, Agustina y Romina. Cuando llegó la inspección municipal, muchas se encerraron y las firmantes se encargaron de ir detallando las irregularidades, cabían pocas posibilidades de duda. Era inhabitable, y si bien se encontró solo una rata muerta, esta muerte no fue por acción humana sino su propia impericia, estaba ahogada en el tanque de agua que alimentaba al hotel. Antes de que pusieran la faja de clausura las travas pidieron que delante de Nelson y su esposa, quienes oficiaban de personal de administración, los inspectores aclararan la situación; “nadie ingresa, nadie sale y no se cobran alquileres hasta que el hotel esté en condiciones y una nueva inspección así lo comunique al juez y éste emita nueva orden de funcionar con normalidad”. Nelson, a quién la inspección sorprendió tomadito, junto a su esposa corrieron por el dueño con gran susto llevando las novedades. Regresaron escoltando al mismísimo dueño, que con su arraigado acento castizo, de vaya a saber una, qué zona española, gritó a viva voz en medio del patio de planta baja “salgan todos”, solo salieron las primeras heroínas que firmaron las denuncias. “Todos” agregó gritando aún más alto y se asomaron poco a poco otras como sin saber de qué diablos se trataba el asunto y con caritas de yo no fui. “Me importan tres soberanos pepinillos, me importa nada lo que hayan dicho esos municipales, quién no baja ya con el dinero del mes que tome sus bártulos y salga de mi hotel”. Karina intentó explicar algo blandiendo las copias de los papeles oficiales en su poder y enumerando las irregularidades. “¡Me importan nada, cojonudo! Te largas, no quiero tu dinero. ¿Quién más se larga?”. Karina subió entre los gritos y abucheos del resto de las firmantes. “No se va nadie”, dijo Agustina y alguien lanzó el primer mate que estaba cebando cuando Agustina fue zamarreada de una brazo por el dueño, Agus se zafó y comenzó una catarata desde los pisos altos que en principio fue de la basura acumulada en los contenedores de las cocinas y luego de objetos varios. A planta baja cayó hasta el elástico de una cama oxidada al grito de “¡Mirá en dónde duermo, gallego abuso!”. La batalla cesó unos instantes y esos sirvieron para la huida del dueño, Nelson y su esposa.
Lo próxima foto nos muestra al tipo que regresó acompañado de dos policías de la seccional 25. Hubo nuevas explicaciones de Karina para los oficiales: “No hemos tomado ningún hotel, un juez nos dijo que no paguemos”, blandió los papeles. Hubo comunicados por radio con la seccional. Desde allí, llamados telefónicos con el organismo municipal. Y desde allá alguien explicó y ordenó a los azules. Los uniformados, anunciaron su retiro allí no había nada que hacer y de modo tajante además amedrentaron al dueño: “Quitar la faja de clausura es delito”, con mucho desconcierto vemos al dueño retirarse y nunca más regresó. Esa noche hubo fiesta en el Gondolín, fui invitada de honor.
Muy pronto cundieron las primeras inseguridades. ¿Cómo se sigue en un barco sin capitán, sin timonel? ¡Sin saber si hay timón siquiera! Rostros de la incertidumbre. Se suceden las fotos después de este acto fundacional caótico en donde el caos logra transitar hacia ningún cosmos posible.
¿Qué hacer para tener los servicios de luz, agua y gas? Cada boleta que llegue es dividida entre cada persona que viva en el hotel.
¿Qué hacer con Nelson y la esposa? Vivían en el hotel y quedaron como herencia, pero supuestamente sin un peso de ingreso (aunque la doña trabajaba por horas en casa vecinas como doméstica). Se pactó que no pagarían a cambio de limpieza.
¿Con qué insumos limpiaría Nelson?
Se comprarían entre todas al mayoreo.
¿Se puede vivir con pareja?
Sí, ¿por qué no?
En tal caso, ¿pagan por dos o sólo se paga por habitación? Se paga por persona y cualquier chongo tiene derecho a voz pero nunca a voto.
¿Se puede ingresar con clientes? Sí, por fin, ¡sin pagar salvoconducto a Nelson!
Significativa foto: la vecindad, dónde el vecino de junto y su familia entran en cuadro y sus prácticas del evangelio. Novedosa actitud de un abstracto “vecinos” que se hacen concretos, sin la policía mediando, llaman a Moira y tienen una larga charla en la vereda. Le plantean varios puntos que ella escribe en un cuaderno tan nuevo como la situación. Las quejas eran puntuales y lejos de ser argumentos morales sobre lo que toda la ciudad conoce hacen estas prostitutas para vivir. Le plantean actos específicos que les perturban en lo cotidiano. Se habían originado concentraciones en la puerta del hotel debido a que mucha clientela comienza a buscar a las travas del hotel tomado directamente por su vereda, las chicas ya no se tenían que ir a la zona de Palermo instituida como zona roja (circuito comprendido entre las calles Avenida Raúl Scalabrini Ortiz, Avenida Córdoba, la calle Godoy Cruz y la calle Paraguay). Pasaban a buscarlas camino a un albergue transitorio unos y otros comienzan a ingresar al hotel y evitar el gasto de un albergue. Esta segunda opción en aumento, crece de modo exponencial en poco tiempo. Así las prostitutas del Gondolín podían cobrar ese dinero como un extra pero sobre todo importó que la policía no podía ingresar al hotel y arrestarlas tal como sucedía en la zona roja oficial mas top de la ciudad dónde el riesgo era el de ser arrestadas o coimeadas. Esto trajo inconvenientes con el vecindario y Moira tomó nota y en la terraza lo comunicó en asamblea:
La conversación en voz alta mientras el vecindario dormía.
La bebida para pasar el frío que dejaba una huella de varias petacas vacías de café al coñac, licores varios y whisky, entre otras.
Las discusiones con clientes problemáticos.
Las bandas de vándalos que pasaban a agredirlas y que en ocasiones se convertían en batallas campales.
La extensión del horario; muy temprano al caer la tarde y hasta muy de mañana, cuando la rutina matinal del vecindario comenzaba y sobre todo la de niñas y niños dirigiéndose hacia la escuela.
La música en horario nocturno y en alto volumen.
Esto canceló la parada en la puerta salvo para las mayores, en horario acotado desde que cerraba el supermercado chino en frente, a las 23 aproximadamente y hasta las 5 de la madrugada. Otro tanto fue para la posibilidad de escuchar música en alto volumen o hacer fiestas, solo posibles a partir de entonces en fines de semana.
Romina (la diez pesos) perdió a su mamá y se fue a su provincia, me dejó su habitación y llegaron tiempos de aparente calma. Migraciones a Europa, unas exitosas y otras fatales. Nos asoló la entonces peste rosa y la tuberculosis. Agustina Moldes regresó de Europa sólo para morir y sin su más deseado anhelo; indagar sobre su origen y esclarecer sus sospechas de ser hija de detenidos/desparecidos. Luego fue Teté, una mañana durmiendo al lado de Cristal nunca despertó tras larga convalecencia. Cristal comenzó allí a destacarse entre las líderes con su carácter maternal. También Zoe crece en liderazgo pero con un perfil más de hermana mayor.
De las violencias que reproducimos la de mayor notoriedad es la xenofobia. Son muy pocas las extranjeras en Palermo y son objeto de burla y acoso. En el Gondolín vivían Renata (la brasilera) y Joselyn (la peruana) con ésta fue que entablé una estrecha amistad y me convertí en el paraguas para que dejasen de ser las depositarias de la violencia circulante. Joselyn me enseña mucho de su Perí limeño, sobre todo su comida tan exquisita, lo básico: preparar arroz a la peruana e incorporar pescado a la dieta en el país de la vaca. Así trabajamos lento sobre la xenofobia que nos recorría por herencia argentina. Seduje con cenas a Cristal y Zoe y mientras charlamos sobre nuevas formas de relacionarnos con las extranjeras. Hasta el momento Joselyn sólo controlaba las agresiones a fuerza de ser la que con puntualidad pagaba y la que nunca opinaba sobre ninguna cuestión, Cristal se abrió a ella y se hicieron íntimas y lento extirpamos ese racismo encubierto. En alguna discusión con Érica (la rosarina) al respecto sólo bastó explicitarle que los policías que nos perseguían eran todos argentinos, una trava en cualquier lugar del mundo es una igual, ella era la de pesadas bromas y constantes motes, imitaciones hirientes y chistes de mal gusto.
Nos asoló el alcohol y la droga. Lo circulante venía siendo la cocaína pero paso a ser la pasta base, barata, rica y cada vez más instalada en el mercado. Como trampa sistémica introducida desde la política parecía ser todo diversión pero en verdad era un escape de tanta extrañeza en un contexto que fabricaba con tanta desmesura el odio a la otredad y a una pobreza instalada. Presas de la droga con el hotel como calabozo fuimos cayendo en la depresión de todo un país. Viviana (la Pritty Wichy) almacenaba en su habitación muchos víveres no perecederos de uso común a las de nuestra planta, habíamos programado un almuerzo más y ella no despertaba, al mediodía llamamos a su puerta sin respuesta, continuamos durante la siesta. ¿Tan dormida está? Al atardecer Cristal tiró abajo la puerta para hallarla congelada en una sonrisa eterna. Marcela (la riojana) era su compinche y no sobrevivió a su ausencia pero le costó mucho vino barato por fin desfallecer. Renata, a quien le solía cantar “tengo el pulmón con agujeritos/ y no me lo puedo curar…” remedando un tema infantil de una tira televisiva de gran éxito (Chiquititas) reemplazando la palabra “corazón”, sería años más tarde la próxima.
Clave en dónde se sintetiza “la otredad” de la que no nos podemos desentender y “la nostredad” travesti, donde una cuestión nodal es el aprendizaje surgido del ejercicio prostitutivo: praxis necesaria, no hay un libro que enseñe a ejercer la prostitución. Tampoco uno que enseñe a ser hombre o mujer o no ser estas opciones, solo violencias. Hemos aprendido a ciencia cierta que no somos lo hombre ni somos lo mujer que se nos ofrece desde lo pre-existente, como únicas alternativas legítimas y legales de ser. Somos una otra posibilidad de mismidad con densidad propia; somos travestis.
Aún no logramos caminar más que a tientas entre la oscuridad ajena y la propuesta de este libro de imágenes nos da la posibilidad de un momento contemplativo, que se asemeja al momento de paz para poder ver dónde estamos, echar luz y ver hacia dónde sería bueno encaminarnos. Un detenerse en el trajín diario para sacar en claro qué errores hemos cometido, qué nos comprometemos a intentar reparar, qué mensaje dejaremos para quienes nos continúen en este eterno continuum que es heredar lo hecho y dejar la herencia de lo propio sin la reglamentación de la consanguinidad. Aceptarnos sostenedoras de lo ajeno y creadoras de lo propio. Conciliar esas instituciones sociales que nos son tan extrañas hoy se trate de la familia, la educación, la Justicia, el trabajo, la cultura y de las que aún somos exiliadas formales. Caminar con la fuerza instituyente de la mismidad travesti, caja de Pandora por descubrir para el mundo extra-travesti, y a quienes siempre le podemos abrir un nuevo ¿por qué? Un porqué que les desestabilice y nos desestabilice con el fin de construir nuevas posibles respuestas.
*Fragmentos de Hotel Gondolín (Paripé books)
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