Viernes, 6 de noviembre de 2015 | Hoy
Por Pablo Gasol
Con siete años, gané un concurso de poesía. Me llevaron a un lugar que tenía un gran escenario, y me obligaron a subir a leerla. Les rogué no hacerlo, pero resultó no ser opcional. La leí de espaldas, sintiendo hasta ese momento, la peor humillación de mi vida. Me habían presentado como nena diciendo el nombre que me pusieron, pero no pudieron obligarme a dejar conectar mi texto con la cara de nena que todo el mundo se empecinaba en ver. Traté de decírselo a muchas personas de distintas maneras, pero no hubo manera. No me creían, no entendían, no creían que yo fuera posible. Lo mismo pasa cuando infinidad de veces se ríen de las chicas trans, o me preguntan “cual era mi verdadero nombre”. No nos toman en serio, no nos creen. Y lo mismo pasa cuando se ríen de una lesbiana, un gay, una persona intersex, o queer. Cuando logran que nos avergoncemos de nosotrxs mismxs, nos matan.
Hoy encontré una vieja foto, donde me bautizaban con un vestido blanco a los cinco años. En ella, risueño, daba golpes de puño a mi palma con gesto de amenaza de golpiza. Me vi completamente libre en ese instante, a pesar de la incomodidad del vestido, frente al cura daba golpes y me reía. En ese momento la vergüenza no existía para mí, esa, que dos años después me impedía dejar ver mi rostro al leer la poesía. Decido hablar de vergüenza para llegar al orgullo, porque así fue mi recorrido. Me liberé de la vergüenza cuando pude gritarle al mundo quien soy, sin importarme cuales serían sus reacciones. Ya no busco la aprobación de nadie, en todo caso ya reprobé muchas materias de la normalidad, y no me interesa en absoluto tener ese título. Hoy siento orgullo de mí mismo, de poder hablar en voz alta de mis visitas al ginecólogo, de sentarme a responder preguntas para aquellas personas que creen que los hombres trans somos de “ciencia ficción”, de no querer que den por sentado que soy cisgénero (no trans) por mi fisonomía. Muy a fuego está grabado el “todos somos iguales” en todxs nosotrxs, cuando en realidad, somos maravillosamente distintos, porque somos personas únicas e irrepetibles. Durante años viví como una pesadilla ser distinto. Viví como un calvario cuestiones propias de mi cuerpo, sólo por el hecho de no ser como el resto de los hombres que conocía. Nos enseñan que hay un solo tipo de hombre, lo que a los hombres trans nos deja en una especie de limbo, o inexistencia. Soy y existo, y estoy orgulloso de gritarlo a viva voz en cuanta oportunidad se me cruce.
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