Viernes, 6 de noviembre de 2015 | Hoy
LIBRO
El poeta, cantautor e historiador Gabo Ferro acaba de sacar a la luz 200 años de monstruos y maravillas argentinas, una antología que recorre la figura del otro en la historia nacional, y Recetario Panorámico Elemental Fantástico & Neumático, un compilado de fórmulas para transgredir géneros y alimentar el hambre de poesía.
Tardó mucho antes de entregarlos a las editoriales y finalmente el poemario Recetario Panorámico Elemental Fantástico & Neumático (Ciclo 3 Ediciones), y 200 años de monstruos y maravillas argentinas (Beatriz Viterbo Editora) –un archivo documental sobre los colectivos disidentes– salieron a la luz al mismo tiempo que la reedición de dos de sus ensayos sobre historia. Dulce y corrosivo como las comidas sabrosas, Gabo Ferro, cantautor, poeta, actor e historiador, suma con sus nuevas publicaciones otro granito de arena a la lucha contra lo que ya nadie quiere tragarse: la rigidez vetusta que en nombre del sistema ha gobernado las naciones, la cama y la cocina.
–No lo había notado… Cuando uno ya atravesó hace años los prejuicios no se da cuenta. Pero sigue siendo un lugar común el de Doña Petrona, el de la mujer que se queda en la casa a cocinar. El lugar de lo femenino, cosa que me encanta. Desde el primer disco solista, me gusta colocarme allí, pararme en ese lugar hace que el medio se modifique, va teñido de algo. Se trata de degenerarse, de desalambrar los prejuicios. Tirar abajo el alambrado que puso el dueño e ir por todo el territorio, el territorio de género, de clase y otros.
–Estudié mucho cómo era el género para que, una vez armada la estructura, pudiera tirarme a la fantasía poética: es estructurado y formal, verbos infinitivos, órdenes, medidas rígidas no sólo en Occidente. De Oriente nos llegan los hechizos, recetas de cómo hacer un té de tal cosa a cómo cocinar un cuerpo humano, cosas de las más cotidianas a las más extravagantes: todas pueden caer bajo un instructivo que a nivel literario tiene una estructura fija, siempre medidas específicas que apuntan a un solo objetivo. Quería ver cómo tirarme a la fantasía desde algo tan acotado. Parece un libro escrito en una dictadura: en el subtexto está esto de que bajo una norma rígida uno puede ejercer libertad.
–Algo más real que eso, eso era bien real para salvar sus vidas, pero hay algo en la poesía que es real a otro nivel: la invención de la propia realidad y de las realidades múltiples, como de las identidades o las sexualidades múltiples. Eso es lo que me estimuló. Cuando encontré este chiste, dije, es por acá. Sentí que se podía ejercer potestad poética y fantástica dentro de una ingeniería dura.
–Me interesa que haya algo que se constituya en físico: eso va desde mi trabajo como músico a mi trabajo performático. Tratar de demostrar que el cantautor también tiene un cuerpo, porque el cantautor suele esconderse detrás del instrumento, su cuerpo está negado. Mi cuerpo es real y goza, tiene sexualidad, política, reglas y desbordes, límites y deseos. Alguien me dijo que se erotizaba con el recetario, enhorabuena, pensé.
–Hablo de un hombre hecho morcilla y tiene mucho humor eso. No me pongo censuras. Me interesa demostrar que todo lo que sucede tiene carne.
–Son monstruos absolutamente deseables, pero el deseo que despiertan en el deseador o deseadora, se reprime. El monstruo nunca es presentado a la familia como probable padre o madre de los propios hijos. Afortunadamente nosotros, los monstruos, podemos ser madres o padres, circular, abortar no, tener pito y tetas, pero es nuestra responsabilidad.
–En la celebración del Bicentenario. Yo veía que, básicamente, había un héroe o una heroína, siempre la figura, nunca los que realmente constituyeron la historia, que es el colectivo. Un sujeto puede ser conveniente para la narración histórica pero siempre el héroe es un síntoma. A mí me interesaba, frente a esto, darles un retrato, por eso mi trabajo es con un ilustrador. Cristian Montenegro hizo retratos de estos sujetos inconvenientes, negados o citados en términos de normales o monstruosos. Quince años de laburo de archivo, de levantar la historia historiográfica. Todos los héroes pasaron de cazador a presa: ellos, que siempre fueron los retratados, acá están enunciando al monstruo: Videla hablando de los desaparecidos, Mercante de las lesbianas. A veces llama la atención la definición de Alberdi de un afeminado en 1827, pero ¿qué te llama la atención?, ¿pensabas que el afeminado es un síntoma del siglo XX? Las lesbianas escandalizan a Mercante: ¡son todas amantes entre sí!
–Él denunciaba que esa era una escuela modelo. Niñas impecables. Pero resulta que esta degeneración que ve, es el síntoma que da justamente una escuela modelo. Eso me llamó mucho la atención. Otra cita de otro monstruo es sobre el simulador o la simuladora: todos aquellos que están en la categoría de “lo normal” y que en realidad es monstruoso y hay como un llamado de atención para descubrir a la niña anormal que disimula serlo. Y el libro cuenta cómo a pesar del héroe y la historiografía hegemónica, los colectivos de monstruos existieron y conformaron nuestra nación.
–Lo mismo pasa con Los simuladores, el texto de José Ingenieros donde habla de los “espermófagos”: celadores que se tragan el semen de los alumnos por las felatios que les hacen. Es consonante con Mercante por esta cuestión de que la sexualidad está en las escuelas del siglo XIX que eran la conformación del ciudadano ideal para la Nación. ¿Qué tipo de personas vamos a entregar entonces al casamiento, en el caso de las chicas, o al servicio militar en el caso de los varones?
–Cuando estudias historia en el colegio, es una historia excluyente y negadora. La fantasía es que mi libro se transforme en un manual que ingrese a las escuelas para que se hable del tema. Por eso traté de invisibilizarme lo más posible. Escribí el prólogo como un reglamento y dejar que las fuentes hablen junto con los dibujos de Cristian. Hay una de tradición en cuanto a la ilustración, hacer una cosa naturalista pegada a lo que los liberales habían construido y quien retrataba tenía que invisibilizarse. Yo le pedí a Cristian que estuviera presente: sus ilustraciones son sumamente eróticas, al suicida por ejemplo, lo presenta erecto. Hay textos donde se hablaba de esto, del escándalo de las erecciones de los muertos. Si vos ves las ilustraciones de Anteojito, ¿quién carajo las hizo?
-Para mostrar al monstruo verdadero; poner el punto final con el desaparecedor, con esa frase donde intenta explicar de manera algebraica qué es un desaparecido. Como si fuera la esfinge de Tebas.
-Un dogma de fe: lo que él dice es. Por eso lo de la Esfinge. Como buen milico católico, bajó el dogma. Equis más y, al cuadrado. ¿Cómo puede ser que la gente se haya conformado con esa definición?
-No tengo perspectiva histórica. No sé si están constituidos como colectivos, pero todo depende: dime donde te paras y te diré qué monstruo tienes.
200 años de monstruos y maravillas argentinas.
Presentación del libro con prólogo y selección de textos de Gabo Ferro, ilustraciones de Christian Montenegro y diseño gráfico de Laura Varsky.
Jueves a las 19, Biblioteca Nacional, Agüero 2502.
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