El mundo entero, con los aliens, lxs rarxs y lxs glamarosxs a la cabeza, despide a David Bowie
› Por Eduardo Chaijale
“Kook” en vez de “Queer”; “Gay” en lugar de “Bisexual”. A la hora de las autodefiniciones, se apelará a la moderación en un caso, y a la hipérbole, en el otro. Como sea, David Bowie nunca va a cumplir con la expectativa que tengas sobre él. Lo del camaleón no es apenas el apelativo estilo “citado nosocomio” para redactor en ciernes. Nos referimos a un cantante que llegó a tartamudear la palabra “Changes” hasta que sonara a otra cosa: a un cambio permanente. Bowie enseña que hay que escurrirse, fugarse, mutar y traicionar cualquier categorización, aun aquélla que pudiera connotar “inclasificable”. Porque si existe un consenso sobre lo “raro”, ¿dónde están la gracia, la excentricidad, la subversión?
“Soy gay, siempre lo he sido, incluso cuando era David Jones”, le confesó a revista Melody Maker en 1972, para escándalo mediático pre-Internet. El periodista Michael Watts trataba de aclarar el asunto en la entrevista: “La paradoja es que él tiene lo que describe como ‘una buena relación’ con su esposa (Angela Barnett). Y su bebé, Zowie. El supone que es lo que la gente llama bisexual”. Paradoja, comillas, “lo que la gente llama…”: ¿Qué clase de ‘gay’ era Bowie? Después dirá que cuando hizo la declaración hablaba como Ziggy Stardust, no como él. Lo único que queda claro entonces es que el derecho por el que abogaba era simplemente el de poder reinventarse a sí mismo. El derecho a mutar.
Por su parte, “Kooks” es una canción folk de 1971, incluida en el álbum Hunky Dory, que el camaleón le dedica a su hijo recién nacido, Duncan Zowie. Se podría leer este tema en contraposición a un himno de hippies heterosexuales entrando al Sistema, “Teach your Children” (Crosby, Stills, Nash & Young). Bowie trata de explicarle a su bebé que es resultado de una “pareja de personas extrañas, entrampadas en un romance”, por lo tanto, a él no le quedará otra que ser un “rarito” también. Sus consejos no responden al canon moral spinettiano de “Todas las hojas son del viento” justamente: lo previene hasta del bullying del que será víctima en el futuro. Es un padre experimental, en pareja con una mujer que parece un hombre. ¿Mujer? ¿Hombre? Esta gente ya estaba “deshaciendo los géneros” en 1971, por favor. Fíjense en la tapas. David no se viste de mujer para “The Man Who Sold the World”, simplemente se pone un vestido como los que suelen usar ellas, y nunca entenderemos por qué no podemos llevar todos. En Hunky Dory, su imagen quería emular el divismo supino de una Marlene Dietrich, y quedó sublimado hasta lo angelical. Angel, post-humano, alienígena, súper freak o lo que sea, son todas formas de nombrar al innombrable y, desde el vamos, de superar la taxonomía genérica. O el género humano, directamente. Pero vamos a la “couple of kooks”.
Googleen la foto. 29/06/71, autor: Ron Burton. En blanco y negro, Angela pasea junto a David, encargado de empujar el carrito del bebé, por un barrio inhóspito. La escena perturba porque torna ominoso algo tan “familiero”. La vacilación de los roles es total: ¿quién sería la mujer?, ¿quién el padre?, ¿quién es quién? Parecen estatuas. El look es radical: él está sobre-entelado en un baggy Oxford; ella es una chica punk 5 años antes. En una de las fotos de la serie, se lo ve de espaldas y la situación es aún más siniestra, especialmente porque no tiene lugar en un escenario, sino en la calle. En meses más, David se convertiría en Ziggy. Para la transformación, Angela sería una influencia clave, como lo fueron otras novias de estrellas glitter (June Child, para Bolan; Carole McNicol, para Brian Eno, y Mary Austin, para Freddy Mercury). ¿Y si pensáramos el Glam Rock como la reinvención de la identidad sexual de los ídolos masculinos a cargo de las mujeres, a quienes se les vendía un piloso Tom Jones y un lampiño David Cassidy? Los varones habitaban fetiches de la “femeneidad” para que ellas los adoraran.
Más kooky que “cocky”, más “paradójicamente gay” que “aceptadamente bisexual”, Bowie nos recordará siempre que todavía no se agotaron todos los sujetos y objetos de deseo. Hay que seguir probando.
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