Viernes, 4 de marzo de 2016 | Hoy
EN ARGENTINA
La recién nacida Colectiva Lohana Berkins se postula como un punto de reunión en la lucha, la resistencia y la celebración con un luminoso centro trava y trans.
Por Magdalena De Santo
La colectiva Lohana Berkins salió por primera vez a la calle montada en color fucsia con tacos irreverentes o sin ellos, preparada para protegerse en caso de que el fantasma del Protocolo flamante esgrimido desde el Estado tirara su primera piedra. No hubo violencia pero la piedra sigue allí. La Colectiva crece. Al grito de ATE travestificate, reunidas bajo el calor asfixiante del mediodía del 24 de febrero, mientras lxs más blancxs compartían protector solar y lxs más negras nos quedábamos en cuero, mientras las marikas se refugiaban bajo el cartón color cartón que afirmaba con letras turquesas “cupo trans”, cientos de personas de distintas agrupaciones, partidos y colectivos, nos abanderamos bajo la consigna TraVajo y Reparación.
Lesbianas, bisexuales y gays cisexuales (no trans) hemos estado trenzadxs también, hay que decirlo, en una historia de transfobia, de negación, de ignorancia que hoy resulta inadmisible. Se demostró en la calle lo que se siente en cada asamblea de la Colectiva, que la unión hará la fuerza, que las diversidades y las diferencias traen potencia, traen luz sobre los límites que pretenden imponerse para dejar siempre a alguien afuera. En convicción feminista conjunta, nos arremangamos juntxs e hacemos que esa T no se reduzca a dos palitos cruzados por corrección política. Metemos las manos en cola vinílica para que “Sacayan, Kosteki, Santillan” quede estampado en nuestra calles, para que retumbe que las travas que mataron serán vengadas. Con puño cerrado detendremos a este cis-país que con necro- políticas insiste en el abandono sistemático de todas las existencias que le resulten improductivamente anormales. Travas y trans lideran la acción. Entonces, frenamos. Paramos. Estiramos los brazos y nos protegemos. Se siente la mano húmeda de una activista muchos años mayor, y esa traspiración que no sabemos si es suya o tuya, funde una comunión entre distintas generaciones activistas lgbti que marcan, con cada paso lento por el asfalto de Av. de mayo, nuestra genealogía militante en avance. Juntxs honramos la vida de las que no están por causa de un sistema nefasto que ni llora las pérdidas, nuestras pérdidas. La presencia histórica de Marlene Wayar, encabezando toda la marcha convocada por el gremio de trabajadores estatales con su pancarta en letra soviet exige fuente laboral digna. Entre los brazos fornidos de los sindicalistas más pesados esas palabras se abren como algo más que una esperanza: se trata de una reparación simbólica, pero sobre todo, la demostración de la construcción política propia. Y así empieza. Continuará.
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