Vie 04.03.2016
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¿Vaciamiento de las políticas de Derechos Humanos? Al cierre de este suplemento a los despidos de la semana anterior en el INADI se suma otro 20 por ciento del plantel despedido a través de un método inédito: los avisos de despido llegaron por mail el viernes a la noche.

› Por Paula Jiménez España

El 23 de febrero, día anterior al paro y movilización masivos, en el Inadi se instalaron molinetes. En esos molinetes se ficharía el nuevo horario que el interventor Javier Buján impuso al personal sin haber siquiera intentado llegar previamente a un acuerdo con los gremios. Lxs empleadxs del Inadi, a sabiendas de la modificación horaria que se les venía encima, ofrecieron tres posibilidades de franja a las que Buján no atendió. Pero esta guerra al personal no se declaró aquél día. La guerra quizás haya empezado cuando el jefe retiró los picaportes de la puerta de entrada de su despacho –aunque en su discurso de presentación haya augurado paradójicamente un trato “a puertas abiertas”– para que ninguna persona pudiera ingresar. O tal vez, la guerra se declaró cuando hizo colocar dos porteros eléctricos escoltando esa misma entrada para que quien llegara tuviera la obligación de anunciarse, de modo esquizoide, por un lado y por el otro. Estas medidas resultan un poquitín paranoicas y a todas luces bizarras por tratarse de un organismo de derechos humanos. Y el destrato hacia el personal también resulta más llamativo en una institución de estas características. Seguramente Buján lo sabe y por eso en los días inmediatos a los despidos no ha ido a trabajar. Es fácil imaginarlo asustado por ahí, suponiendo que una horda de personas desesperadas lo esperan para reclamar lo suyo. Y lo suyo no es otra cosa que ese empleo del que se los ha “desvinculado” en dos tandas de mails: una enviada el viernes a la noche –arruinando definitivamente sus fines de semanas– otra el lunes a las 6.40, apenas un rato antes de desayunar. Si unx no pensara que esta es la revolución de la alegría, sería muy fácil concluir que se trata de un ajuste de cuentas, ya que este masivo vaciamiento –60 personas, la mayoría del interior del país– tuvo lugar después de que todo el INADI se plegara al paro nacional el mismo día en que se estrenaban los flamantes molinetes. De todas maneras, no se puede asegurar que Buján y con él el gobierno nacional, rebalsen de deseos de ver al INADI como en sus mejores épocas porque, sencillamente, este organismo representa todo aquello que se les opone en términos políticos. “No hay criterio ni razón, salvo el propósito del vaciamiento del estado y elevar el nivel de desocupación –cuenta Julia Amore, empleada del Inadi e integrante de ATE–. Empiezan por los organismos de derechos humanos, que no es un detalle menor. Buscan eliminar las políticas públicas. La gente que hoy gobierna es la que votó en contra de esas leyes. Y nosotros queremos frenar esto. No queremos que el Inadi se convierta en una mesa de entrada donde solo se reciben denuncias. Aquí el trabajo es mucho y es compolejo, se realiza trabajo para evitar la discriminación, una tarea de contención y educativa. El Inadi consiste en promoción de contenidos, equiparación de derechos, y la constante promoción de políticas: todo lo que no les interesa. Se están eliminando programas del Estado. Segú algunos rumores, estarían con la intención de vender el organismo o pedir ayuda internacional no sabemos con qué fin, como si el Inadi no contara con su propia partida presupuestaria. Lo que buscan es la desideologización y con un organismo como este es muy difícil porque sus bases están entroccadas en los derechos humanos. Todos nos conocemos las caras y sabemos que trabajamos, no hay ninguno de nosotrxs que no esté capacitado para su función y lo hacemos algunos desde hace más de diez años. Nada de esto parece importar. Buján no da la cara, no atiende, no nos recibe, no viene a trabajar”. El INADI está parando desde el lunes, en su horario y lugar de trabajo. El personal sale a la calle solo para distribuir contenidos publicados por lxs propixs empleadxs años atrás, que su jefe pensaba destruir. Un espacio como éste, que mucho tiene aún por hacer, por aprender y por especializarse, no necesita un recorte sino todo lo contrario. No es una institución que pueda llenarse con un recambio de gente sin la menor especialización, las personas que trabajan allí han necesitado años de preparación para encarar todas las funciones que este organismo se propone cumplir en esta sociedad. Un cambio de gobierno, en el marco de la democracia no debería significar una limpieza preventiva de los proyectos y de las personas que han funcionado satisfactoriamente. ¿Acaso no se capitaliza nada entre un gobierno y otro? Si el slogan que propiciaba el cambio significa recambio de puestos de trabajo y ruptura de planes y fin de proyectos que funcionan, habrá que revisar el sentido de la palabra cambio. Tal vez del otro lado de la grieta el cambe signifique derrumbe.

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