CINE
Se acaba de estrenar Tangerine, comedia filmada con celulares, multipremiada, interpretada por travestis que actúan sus propias vidas. Una de sus protagonistas, Mya Taylor, cuenta cómo este éxito le permitió cambiar los bajos fondos de Los Angeles por los estudios de cine.
› Por Gabriela Cabezón Cámara
Los créditos aparecen sobre una pantalla amarilla, con tipografía típica de los 50. Por la melodía de fondo es fácil imaginar a Doris Day regando sus flores mientras se acerca Rock Hudson para darle un beso. Pero no: lo primero que se ve es una mano negra depositando una donnut sobre una servilleta. Luego, el título de la película: Tangerine. Y se escucha: “¡Feliz Navidad, puta!”. Enseguida aparecen Sin-Dee (Kitana Kiki Rodríguez) y Alexandra (Mya Taylor), sentadas en un bar, riéndose de tener que compartir esa única donnut, no tienen un centavo, y festejando las novedades: Sin-Dee acaba de salir de la cárcel, pasó un mes presa por un delito menor, y Alexandra ya tiene tetas, gracias a los estrógenos, dice. Se ve por la ventana del bar que están en la parte desangelada de Los Angeles. Sin-Dee tiene un secreto para contarle a su amiga, algo relacionado con su novio, Chester. Pero no llega a contarlo: Alexandra le cuenta que Chester la estuvo engañando. Con una “blanquita”, una “fish, sí, con vagina y todo”. Sin-Dee enfurece y comienza el vertiginoso periplo que mostrará la película: sale a buscar a Chester, su novio y cafishio, por media ciudad. La media ciudad más pobre. Igual, no se imaginen Constitución, no es para tanto. Claro que acá no tenemos un Beverly Hills para ponerle al lado. El resultado es, ahí donde cabría esperar un drama sobre la sordidez a la que se ven sometidas las prostitutas callejeras, una comedia de enredos que recuerda un poco a Almodóvar y que se aleja de toda corrección política. No sólo llaman “fish” (pescado) a las “mujeres reales” (sic), si no que, en su furia desatada, Sin-Dee no se priva de darle una paliza a la chica en cuestión.
Más allá de sus momentos hilarantes, Tangerine tiene otras peculiaridades: la película fue filmada con cinco iPhones y el casting no se realizó entre actores, si no entre gente de la calle; los protagónicos los realizan dos mujeres trans que ejercían la prostitución. Lo de “ejercían” es porque por lo menos una de ellas, Mya Taylor, que se luce como actriz, ya no la ejerce. La película fue bien ponderada por medios tan poderosos como el New York Times y The Guardian, entre muchos otros, y ganó premios a Mejor Película, Mejor Director (Sean Beaker) y mejor actriz secundaria en el circuito internacional de festivales. Fue un suceso por demostrar que se puede filmar con muy bajo presupuesto, en el mundo del cine el costo de 5 iPhones no existe. Y por la actuación de Mya: “Tangerine me abrió las puertas a muchos proyectos. No sólo tengo manager y agencia, también se me acercan muchos productores con diferentes propuestas. Todo es maravilloso. Siento que tengo la casa perfecta, el auto perfecto, el hombre más alucinante”, dice y se ríe con una risa hermosa, como sorprendida, feliz.
¿Y cómo era tu vida antes de la película?
–Luché mucho para conseguir un trabajo. Un trabajo normal, un trabajo cualquiera, no tenía que ser en el mundo del espectáculo, solamente quería poder vivir, sobrevivir más bien, pagar mi alquiler, mi comida. Y no lo conseguía. Llegué a ir a cinco entrevistas por día, todo en colectivo, imaginate lo agotador que era. Entonces tuve que dedicarme al trabajo sexual. Los tipos me llamaban y yo tenía que ir y bueno, hacer lo que tenía que hacer. Era todo un quilombo. Pero Tangerine cambió toda mi vida: ya no tengo que tener sexo por dinero– vuelve a reírse, a festejar diría.
¿Es difícil ser una mujer transexual en los Estados Unidos?
–Para mí no, por lo menos no ahora. Supongo que es porque no se me nota, me mirás y nos sabés si soy transexual o no, los que no me conocen no lo saben. Es muy duro para las chicas a las que la transexualidad se les nota mucho. Ellas son castigadas.
Pero sin embargo tuviste muchos problemas. No sólo para conseguir trabajo, también con tus abuelos, que te criaron. ¿Cómo viven ellos tu éxito?
–Mi mamá está muy feliz. Pero ninguna otra persona de mi familia me llamó. Nadie me felicitó. Nadie me habla. No me importa. Tengo a mi mamá y a su marido que son alucinantes. Yo no crecí con ella, mis abuelos me robaron y después, cuando hice mi coming out, me echaron a la calle. Ahí busqué a mi mamá y la encontré, ella me recibió con los brazos abiertos, llena de amor. Incluso me bautizó: eligió mi nombre, Mya.
¿Cómo fue el proceso de producción de Tangerine?
–Básicamente fue un trabajo en colaboración entre el director, el guionista y yo. Les conté sobre la lucha de sobrevivir así, sobre lo que es vivir como vivía y como siguen viviendo tantas. No quería que endulzaran nada. Y me escucharon.
¿Y en qué estás trabajando ahora?
–Ahora estoy en casa, aparezco en shows y programas de televisión. Y voy a los colegios, para que los chicos trans sepan que pueden lograr una vida feliz. Y para que los otros chicos nos respeten.l
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