TEATRO
Un té con Yiya repasa la vida de la envenenadora de Monserrat. La actriz Juli Ruiz se destaca en este policial negro, real y musical.
“No nos une el amor, sino el espanto. Será por eso que la quiero tanto…”, escupe el marido de Yiya Murano. El mismo espanto que unió a la sociedad toda en morbo e intrigas cuando el caso de Yiya, la vecina de Monserrat que eliminó una por una a sus tres grandes amigas luego de estafarlas, acaparó diarios y noticieros.
Mariela Bonilla, Directora y dramaturga, toma maravillosamente el relato de su hijo Martín, para desmenuzarlo en recuerdos del propio niño, de sus amantes, su marido, sus amigas, y la propia Yiya. El tiempo vuela y nos envuelven los hilos que maniobraba, trenzados a la vista de su hijo, siempre en el medio, oficiando de caniche de cartera de esta madre amante del lujo. La obra sorprende por muchas aristas, llevándonos y trayéndonos en tiempo y espacio y voces de relato, a través del absurdo y la risa, narrando a través de sensaciones, incluyendo una reunión cumbre de varios pesos pesados de la historia criminalística argentina.
Juli Ruiz, dando piel a Yiya es sencillamente brillante, demuestra una vez más el sinsentido de condenar frecuentemente a actrices trans a hacer “de trans”. El elenco íntegro le da una solidez y calidad a la obra que denota mucho corazón y minuciosidad en cada una de las interpretaciones, que son un racimo de pistas para tratar de inmiscuirnos en la cabeza de esta señora aspirante a “bien”, devenida en triple homicida de sus propias amigas.
Cantar “una que sepamos todos”, y hacer de esta una idea original (originalísima), es algo que no se acostumbra a ver. Yiya, un té musical, toma una historia que todos conocemos, y recupera esa esencia del teatro, que tanto tiene de ritual y de masticar al ser humano, sus ambiciones, sus pasiones y sus miedos. La música habita armoniosamente, sin abusos ni regateos en este musical, conviviendo con el drama y cierta dosis de surrealismo siempre sazonado a conciencia. Hay mucho buen gusto y mucha pasión, tal como le hubiese gustado a la propia Yiya, siempre aspirante a más. El propio Martín, hijo de Yiya, la vió y se divirtió con esta libre interpretación de la historia, que va por su segunda temporada.
Sábados a las 19, Liberarte, Avenida Corrientes 1555
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