Viernes, 6 de mayo de 2016 | Hoy
TEATRO
En Inundación, escrita y dirigida por Magdalena De Santo, el posporno, el poliamor, el aborto, bi contra lesbianas, lesbianas contra trans y más items de la agenda lesbofeminista salen a flote en las tensiones de una pareja en ruinas.
Por Dolores Curia
Inundación es una obra futurista pero ambientada durante las inundaciones de 2013 en La Plata. Kikita y Emilia resisten en un departamento con las paredes marcadas por el agua que bajó y se debaten quedarse con un bebé de origen desconocido. Afuera: el apocalipsis, zombies recién nacidos, guerra biológica y lluvia de fetos. La escenografía sitúa la pelea en una historia de estigmatización: están sobre un triángulo negro, que fue la marca de los nazis para lesbianas y putas. También hay otros guiños mucho menos oscuros: a la película El amanecer de los muertos vivientes (1967) de George Romero, donde todo el terror transcurre dentro de un departamento; al mundo habitado solo por mujeres de la novela El hombre-hembra de Joane Russ y al Manifiesto Ciborg de Donna Haraway: “Quería hacer una ciencia ficción feminista local, distópica, donde no haya salvadoras heroicas o versiones de la típica guerrera que son como personajes de varones en cuerpos de mujeres. Me encanta Kill Bill o Sarah Connor de Terminator, pero no dejo de ver que la construcción de esos personajes es igual que si fueran tipos, pero actuados por minas. Quería mostrar otras modalidades de fuerza, de violencia”.
-Soy de La Plata. Aquellos de 2013 fueron días de mucha angustia con relatos de gente que veía cuerpos flotando, la incertidumbre de la cifra y el ocultamiento de los muertos. Circulaba un relato sobre los bebés de los barrios más pobres, indocumentados o los de Casa Cuna. Jamás fueron registrados. Pasé ese 3 de abril de 2013 ayudando a una amiga a mudarse en medio de la inundación, con las cajas mojadas que se nos deshacían en las manos y con su bebé por ahí dando vueltas gateando. Mientras la gente rancheaba en la calle secando sus cosas, vi a un tipo ensangrentado, solo, con una carpeta húmeda rosa. Pensé: la obra es esto.
–Sobre todo me burlo de mí misma. El gesto político, si querés, es el de lesbianizar el teatro, tensar la precariedad de las relaciones afectivas con las de nuestro quehacer ficcional, que es hegemonía de maricas y heterosexuales. Mis miedos antes del estreno son miles. Que se interprete como una obra de gueto y que encima el gueto la odie porque nos cuestiono, que me odien tanto los grupos disidentes como los hegemónicos. O que algún tarado diga: viste, las lesbianas no pueden ser madres.
–Es de las pocas que se animan a encarnar las contradicciones que se tienen al ser activista. Porque está un poco atrapada en los imperativos revolucionarios de transformación y sus deseos más tradicionales. Ahora, si vos me estás queriendo preguntar qué pienso yo, o si estoy banalizando la teoría queer, bueno… no a la teoría, sino a ciertos efectos de la teoría, a algunas apropiaciones, a ciertos ensayos que hacemos por encarnar las teorías importadas sin analizar si se adecuan a nuestros contextos, si estamos listas, a quiénes afectamos.
–Emilia con un bebé robado sueña con criarlo liberado de las normas de género: ese tipo de contradicciones éticas quería señalar. Esa sensación de estar habitando el pasado y el futuro, sentir que a veces estamos avanzando en discusiones muy sofisticadas, al mismo tiempo que no tenemos laburo, ni casa, y el panorama es catastrófico.
Inundación se presenta en el marco de Proyecto Familia curado por Maruja Bustamante. Estreno: jueves a las 21, Centro Cultural Rojas, Av. Corrientes 2038.
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