Viernes, 27 de mayo de 2016 | Hoy
LIBRO
Con una presentación que le hace honor al título y también hace bailar las conciencias adultas y aburguesadas se presentó Individuación y reconocimiento. Experiencias de jóvenes en la sociedad actual de Pablo Francisco De Leo y Ana Clara Camarotti. Un trabajo que se aproxima a las experiencias personales, a las prácticas de cuidado colectivo y a la vida de ese lado de la edad.
Por Laura Arnés
“Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”, decía Emma Goldman, interpelando a los imaginarios libertarios. Eso mismo parece haber dicho Nahuel Portal cuando, después de cerrar con un solo de hip-hop la presentación del libro Individuación y reconocimiento. Experiencias de jóvenes en la sociedad actual, dijo: “Yo no sé si hoy bailé para ustedes o ustedes bailaron para mí”. Los discursos conservadores parecen tener algo muy en claro: los negros villeros son capaces de cualquier cosa. Y Nahuel, un joven de dieciséis años que aprendió a bailar en la calle –escuchando música de moda apoyado en los marcos de las puertas de bares donde no podía entrar– les da la razón. El fue capaz de entregarnos, como un Artaud moreno y sudaca, una parte de su historia sin pedirnos nada a cambio. Que la belleza es un terror domesticado, eso es lo que él expuso ante nuestros ojos. Que el arte salva, eso es lo que él dijo. Que la masculinidad es una construcción que no puede ser pensada sin la variable de clase, fue evidente.
El libro en cuestión versa sobre los cuerpos y las miradas. Sobre cómo las miradas crean cuerpos y cómo estos encuentran modos de resistencia. Y al hacer esto, evidencia dos problemáticas fundamentales: ¿Somos, acaso, como nos miran? Pero, además, ¿quién habla? ¿Quiénes son lxs felices poseedorxs de la voz legitimada? ¿Pueden las ciencias sociales hacer escuchar al otrx? Martín Herrera, un rapero de la villa 31, lo cantó claro en el mismo evento: “Acá no hay moraleja. Si queremos levantar la voz, nos la cierran con cinta.”
Ya lo dijo Butler: la abyección es el exterior constitutivo de nuestra cultura. Sin ella, no somos nada. Entonces, ¿será posible que ahí, justo ahí, en el lugar donde la cultura ve fracaso y amenaza, puedan leerse modos de la victoria frente a la hegemonía? ¿Qué clase de recompensas puede ofrecernos no “pertenecer” o “fallar”? (me refiero a no satisfacer los imperativos de una sociedad blanca, hetero-capitalista y de mentalidad todavía victoriana). Una vez, alguien me dijo que la actividad criminal no era sino una apasionada búsqueda de alternativas. Yo dejo la pregunta implícita en el aire, el libro propone maneras de responderla.
Muy a tono con las, ahora en auge, teorizaciones sobre los afectos, los artículos del libro se traman a partir de tres conceptualizaciones que se pueden aplicar a todxs nosotrxs de diferentes modos: “vulnerabilidad”, “lucha por el reconocimiento” y “cuidado”, en tanto derecho a ser. En ellos se habla de afectos y abandonos, de apuestas y oportunidades, de recorridos posibles. De quienes soportan (en todos sus sentidos) y de quienes ya no soportan más. Por otro lado, insiste, sin decirlo explícitamente, en algo que no nos gusta pensar: no hay sexo sin clase. Pero Foucault ya pasó y parece que la modernidad también, así que maduremos y hagámonos cargo: Las éticas del afecto y los regímenes de sensibilidades, los modos del cuidado y la gestualidad del cariño, también las conceptualizaciones en torno a la familia y la pareja son siempre racializadas y están atravesadas por lógicas económicas.
El libro se puede bajar de www.editorialteseo.com
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