Viernes, 7 de octubre de 2016 | Hoy
Pedir disculpas a la comunidad gay invitando a actores que hacen de gays es algo así como decir que la ficción supera a la ficción y que hay algunos dinosaurios que se visten de mujer, lo cual es peor que estar vivos.
Por Franco Torchia
“Ya estoy aquí para estar con ustedes esperando que llamen” anuncia el primer verso del tema “Hola Susana”. Caído en desuso –el ciclo de tv, juicio mediante, se llama desde hace años solamente “Susana Giménez”– la canción es himno del transformismo local y puede sumar ahora sentidos nuevos para pensar el susy-shock. ¿Por qué? Porque no es fantasioso suponer que la Su, la Sa y la Na estuvo deseando que, después del “peor es que te gusten los hombres”, la llamaran “todos sus amigos gays” (los que confesó tener) para decirle que estuvo bárrrrrrrrrbara y que no es para tanto. Sus(y) amigos gays pueden ser imaginados como sus-anos off the record; coreutas que, fuera del set, cantan lo que suelen cantar los que sí aparecen ante cámaras: el tetrasilábico “Sí Su-sa-na”. Como en casi todo caudillismo o papado, siempre es más eficaz el “sísunamismo” del elenco secundario que la violencia original de la protagonista. Debajo de los segundos, en la consolidación de avales, estuvieron los terceros: muchos periodistas de espectáculos con sede central en la tv que dijeron que “y bueeeeeeno, fue un decir –no quiso decir eso– fue un exabrupto, Susana es así”. El tercer sector del closet, compuesto en un notable porcentaje por personajes que no “hablan de su vida privada” pero sí de la de cualquiera, funciona cual logia y una vez más le puso la espalda pero no el culo a una campaña de minimización. “Ya estoy aquí esperando el llamado llena de ilusiones” y el llamado llegó, en este caso, en formato de tweets, silencio y “aguantes” varios. “Si le digo a un amigo gay ‘peor sería que te gusten las mujeres’, ¿sería un heterofóbico? ¿El Inadi tomaría la denuncia?” retwiteó Ángel de Brito. “Yo no pienso lo que digo” confesó ella en su última emisión, rodeada por los actores de la obra de teatro Casa Valentina. ¡SUSYBINGO! Pequeña salvajada la del equipo de producción, ¿nocierto?, que en plan demostración de “tolerancia” llevó al living a un grupo de actores hombres conocidos, que se definen públicamente como heterosexuales y que en la puesta porteña del clásico de Harvey Fierstein dirigida por José María Muscari componen una propuesta didáctica en la que no sólo hay “hombres que gustan de hombres” sino también personas trans y crossdressers. Casa Valentina es ficción. Plena. Su público, cuantioso (aun en días aciagos para la recaudación teatral) se ve impulsado por la zorrería de ir a ver cómo le sienta a cada uno de estos señores, estar “vestido de mujer”, cual festejo de 40 del cuñado, borrachera después del fulbito o fiesta de graduación del amigo contador. ¿A título de qué, entonces, el elenco de “valentinos”? En ese marco, y dispuestos al “rescatate Susana”, Gustavo Garzón y Boy Olmi no pudieron. El primero empezó citando al aire el escrache organizado en la puerta del estudio (“Me dijeron afuera que te diga… no me acuerdo ni qué”) y concluyó con un cordial “No pasa nada. Te conocemos Susana”. El segundo, algo semejante. En otro tramo, Olmi ejemplificó su estar “cross” con una anécdota de Flor de la V, los baños de hombres y mujeres y todo lo demás. Cansancio. Confusión. Contramano. Resta pensar si el “yo pido disculpas por si ofendí a alguien” de la Sú acaso no individualiza y sentimentaliza un arrebato de carácter político; si no ablanda una anotación ideológica que ella además circunscribió al éter (“en mi camarín por ahí sí ofendo al alguien”). “Hola Susana, te estamos mirando, queremos ganar”. Adictxs, siempre, al canal de las pelotas.
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