LUX VA > AL úLTIMO RECITAL DE MADONNA EN BUENOS AIRES
Para ver a Madonna desde todos los ángulos nuestra cronista sacó entradas vip, campo y platea alta. Pero mucho más plata se gastó en comprarse un pilotín para la lluvia que arreció y una botella de agua mineral que no le calmó la sed. Después, hizo todo lo que no se debe: lloró cuando la diva le dijo no llores por mí y tocó cuando le dijeron ahí no se toca.
“Los últimos serán los primeros”, dijo el Señor, y harto de que cada vez crean menos en su palabra decidió cumplirla por anticipado. ¿Cuándo? ¿Cuándo iba a ser? En el recital de Madonna donde ticketek repartió entradas y ella las volvió a barajar. Como soy Lux, es decir, la parte más untada de la tostada de Murphy, está de más aclarar que compré para el sábado (primera fecha) y me tocó ir el lunes (no sólo la última sino la única en la que diluvió). “Lo que Dios no le perdona a Madonna son todos sus monosílabos- pop, camp, gay, gym, tic tac”, me dice mi amiga Mecha Ortez mientras acepta encantada la ayuda de una grúa muy musculosa para levantarse luego de 15 días de acampar en Figueroa Alcorta con el fin de agenciarse un lugar en campo traviesa lo más cerca del vip.“Yo, con mi metro cincuenta no hago más lo del ’93 que me vine con las plataformas y el banquito de peluquera y que con el envión del primer tema quedé tan bajo césped que me desenterraron dos semanas después entre dos mediocampistas. Por ahí de yapa engancho a uno de esos fanáticos del vip que invierten una fortuna para concentrarse en leerle los labios y decir que hace play- back. Pero esta vez no van a poder, porque ya me contaron que ayer desafinó como una perra.” ¿Seguro? Están diciendo que grabó una versión desafinada de todos sus temas a propósito, ella es una máquina de calcular, una profesional, viborea el que controla las entradas y luego agrega: con bebidas no pasan. No son bebidas, es agua finamente gasificada, le aclaro y él me aclara más todavía: no se puede entrar con agua ni con ninguna otra cosa que se pueda comprar adentro al doble o al triple del precio habitual. Como no todos tomaron mi recaudo de comprar entradas tanto en Vip (lleno de locas cool) como en campo (lleno de locas surtidas) como en palco (lleno de tortas felices) yo soy el único ser que se entretiene yendo y viniendo mientras la diva se ríe de la lluvia y de la puntualidad. El resto juega a otra cosa: ¿Y vos dónde estás? ¡No te veo! ¡Mirame, soy el que habla por celular y está haciendo la ola! ¿Sos el que tiene remera de Madonna? No, el que está abajo… Basta de pavadas. Atención. Se apagaron las luces del estadio. Por fin a los celulares se les termina el cuarto de hora me digo y me equivoco, ya que pasaron de lleno a su función cámara fotográfica. En su trono dignísimo la veo y ella, que también me ve, me dice las palabras mágicas: ¡Buenas noches, Argentina! Y entonces yo me pongo a llorar esperando que venga la parte en que me dice “You must love me” y “No llores por mí”. Mientras espero de pie, ella, con ese espíritu de Pápa Noel marketinero y fitness que la anima les cumple los deseos a todxs los presentes. El problema es que son como 70 mil. El que quiere Britney, tiene Britney, homenaje a Keith Hearing, lo tenés, temas viejos con fragmento étnico, están, casamiento rumano flamenco con toque Kusturica, deseo cumplido. Gimnasia artística, mimo, efectos ópticos; reina del rock, reina del glam. No doy más y ella sigue. Se tira al piso y se levanta como un Dorian Gray que nunca leyó a Oscar Wilde pero sabe perfectamente cómo es la cosa. ¡No te mueras nunca! Grita un desubicado. Ahora sí que me dieron de bailar. Ahora, Game Over, me dice ella, como toda diva viviente que se hará la emocionada pero ni loca te hace un bis. Se retira la bandera de ceremonia y todo vuelve a la normalidad. No está tan mal, me dice Mecha con una botellita en la mano: el precio del agua bajó un montón.
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