ES MI MUNDO
Después de cinco años de ausencia, Eminem, el rapero blanco, ha vuelto a aparecer con un disco en el que desempolva la incorrección rayana en la violencia que lo caracteriza. Como un traductor del pensamiento macho más vetusto –pero con buena salud–, deja ver la herida narcisista que le causan las lesbianas que prefieren no mirarlo. Sin embargo, quienes lo aman argumentan que sus polémicas letras –además de ayudarlo a vender discos– no hacen más que pintar su aldea. Como prueba, basta la palabra de Elton John: “Si canto con él es porque creo que no lo han entendido. Es un genio y por supuesto que no es homofóbico”.
› Por Mariana Enriquez
“¿Me extrañaron?”, pregunta Eminem no bien empieza “We Made You”, el primer corte de su nuevo disco, Relapse, que saldrá el próximo 19 de mayo, después de un silencio de cinco años, muchísimos en los términos de una estrella del pop, especialmente de una tan grande como el vitriólico y malhumorado hombre de Detroit. El truco de “We Made You” es el que habitualmente usa Eminem cuando lanza un primer simple: usar parodia, humor ofensivo, desatar una controversia, hacer enojar a unos cuantos, aprovechar las celebridades del momento –o no tanto– para burlarse de ellas. En 1999 debutó con The Slim Shady LP y en su primer simple ya molestaba contando una anécdota acerca de un profesor de la secundaria que había querido tener sexo con él. Pero también, como escribía el respetado crítico Robert Christgau: “Hablando de aplastar a un hombre negro que es un bully con una escoba o pidiéndole a su hija bebé Hailey que lo ayude al deshacerse del cuerpo de su madre, demuestra más genio cómico que cualquier músico pop desde Loudon Wainwright III”. El problema, digamos, desde un principio, es que Eminem siempre jugó en el límite de la parodia y el grotesco, y siempre se ensució las manos. Lo de ensuciarse las manos básicamente quiere decir que Eminem siempre explica que el homofóbico que habla en sus canciones no es él: es una representación de la homofobia de los Estados Unidos, es un personaje que arremete contra la corrección política y cuenta lo que de verdad se dice sobre los gays, las lesbianas y las mujeres en ambientes ultra machos, en ambientes ultra religiosos, en los tantos ambientes ultra que son moneda corriente en cualquier sociedad, y que casi eran los más comunes en la ultraconservadora Norteamérica de la era Bush que Eminem quizá representó mejor que cualquier otro artista.
El nuevo video y su correspondiente canción son tan tontamente ofensivos y superficialmente controversiales como todos los arranques de Eminem; pero eso le basta para ser el personaje más comentado, para que la canción se popularice, para hacer ruido, para vender discos. Ayuda, claro, que “We Made You” es una canción excelente, otro de sus rap-pop sencillamente geniales, imposibles de dejar de tararear incluso sabiendo que una está tarareando barbaridades –lo que termina siendo, claro, el objetivo de Eminem, meterse bajo la piel, ser tan infeccioso que, finalmente, obligue a hablar–. ¿Cuál es el escándalo, ahora? En rigor, son varios escándalos. “We Made You” se burla de celebridades fugaces como Kim Kardashian y Jessica Simpson tratándolas de gordas. Es, claro, de gran incorrección política burlarse de rollos y adiposidades, pero la verdad es que toda la prensa habla de que ambas estrellitas están excedidas de peso, y lo hacen con un falso respeto que es mucho más irritante que la burla frontal de Eminem –que en el video aparece disfrazado de Bret Michaels, ex cantante de Poison y ahora galán de reality de citas (TV basura en su máximo esplendor)–; aparece, cuando la canción va terminando, quitándose la bandana y mostrando esa pelada de la que todo el mundo habla pero que nadie se anima a enunciar de viva voz para, bueno, no ofender a los pelados.
Reírse de calvicies y gorduras es nada más que la punta del iceberg, porque lo que de verdad molestó fueron las referencias a la comunidad gay. Otra vez. ¿Lo hace porque sabe que causa revuelo, es una fijación sincera nacida de inseguridades verdaderas? Cómo saberlo. Dice “We Made You”: “No quiero ofender a las lesbianas, pero Lindsay por favor volvé a estar con hombres. Samantha es un 2, vos sos prácticamente un 10. Sé que me de-seás nena, de hecho te veo sonreír”. Se refiere, claro, a Lindsay Lohan y Samantha Ronson, starlets que acaban de terminar un romance la semana pasada en medio de acusaciones y griterío. Sigue y dice: “Portia, ¿qué tiene Ellen DeGeneres que yo no tenga? No me digas que la ternura. Yo puedo ser tan tierno como un caballerito, sobre todo si estoy drogado”.
Eminem está siendo irónico, y también está dolido. Está hablando por esos miles de hombres –existen ahí afuera, son muchos– que no pueden comprender por qué mujeres que son símbolos sexuales para heterosexuales son lesbianas en la vida real y están en relaciones de pareja con otras mujeres lesbianas. Posiblemente él mismo esté dolido; de seguro, este sentimiento no es el más encomiable. Aunque es sincero. Y sí, claro, gays y lesbianas tienen todo el derecho del mundo a ofenderse, y a tomar la decisión de no escuchar, de repudiar, a Eminem. No sería la primera condena generalizada de la comunidad al rapper.
En 2001, Eminem lanzó el disco que muchos consideran su obra maestra, The Marshall Mathers LP (Marshall Mathers es su verdadero nombre). Era un disco terrible, de una virulencia que daba miedo. Si el primer disco estaba basado alrededor de ese alter ego chillón, Slim Shady, éste era un disco absolutamente personal. En el video del primer corte acudía otra vez a la comedia, y se burlaba de Will Smith, Christina Aguilera, Britney Spears, Pamela Anderson, Tommy Lee. Pero era casi el único comentario sobre el estado de la cultura pop. El resto era un descenso a los infiernos: “The Way I Am” incluía referencias a la masacre de Columbine (decía “¿dónde estaban los padres?” que ahora parece una pregunta obvia, pero entonces casi nadie se la hacía, y sencillamente acusaban a los chicos de asesinos locos), pero sobre todo se quejaba de la fama, de que los medios lo acusaran de “blanquito” que se subía a la fama de los rappers negros (en particular porque su productor histórico es Dr. Dre, ex Public Enemy) y decía “soy lo que ustedes digan que yo soy”. The Marshall Mathers tenía el gran éxito “Stan”, sobre un fan que se volvía loco porque Eminem no le contestaba las cartas y terminaba asesinando a su novia; también tenía “Kim”, sobre la relación con su ex esposa –pésima– que finalizaba con el grito de “¡sangrá, perra, sangrá!” y una fantasía macabra sobre cortarle el cuello a la mujer del título y luego desechar su cuerpo. Esto ya era controvertido, pero el desastre llegó con dos canciones de ese disco: “Kill You” y “Criminal”. Las letras dicen, respectivamente: “Ustedes, maricas, me siguen rompiendo los huevos, hasta que los amenace con un cuchillo, entonces me van a rogar que pare”; y “Mis palabras son como una daga afilada/ Que te van a acuchillar en la cabeza si sos marica o lesbiana/ U homosexual o hermafrodita o travesti/ ¿Pantalones o vestido?/ ¿Odiás a los putos? La respuesta es sí”.
En seguida, la asociación GLAAD lo acusó de sexismo y homofobia; poco después, cuando Eminem se fue de gira a Inglaterra, el activista gay Peter Tatchell, del grupo Outrage!, acusó a Eminem de promover los prejuicios contra los homosexuales. Dijo: “Sus letras hacen que los prejuicios parezcan cool y aceptables. Si Eminem cantara acerca de matar negros, cortarles el cuerpo, ahogarlos y tirarlos al río, la industria de la música lo destrozaría. Al nominarlo a premios, la industria demuestra su tolerancia a la misoginia y la homofobia. Eminem juega a ser un chico macho que rompe las reglas pero nunca se las agarra con negros o rappers. Es un cobarde que elige blancos fáciles: mujeres y gays. Si estuviera tan en contra de la corrección política, insultaría a los negros tanto como lo hace con las mujeres y los homosexuales, pero no se atreve porque tiene miedo de cómo pueden reaccionar”. Otros colegas del mundo de la música, como Boy George, sugirieron que quizá Eminem fuera gay: tanta tirria quizá viniera de una homofobia internalizada. Elton John dio un paso inesperado y decidió cantar con Eminem en los Grammys, para gran escándalo de la comunidad en todo el mundo: “Yo creo que es un genio”, dijo, “y si los demás no pueden verlo, allá ellos. Por supuesto que jamás cantaría con alguien a quien considero homofóbico. Si canto con Eminem, es porque creo que no lo han entendido, y que es un gran artista”.
“We Made You” todavía no levantó la polvareda de 2001, especialmente porque en el medio Eminem ganó chapa de progre con canciones como “White America”, con llamados a derrocar a George W. Bush, con una feroz pelea dentro del mundo del rap que casi lo llevó a retirarse –y también lo llevó a denunciar la violencia de ese universo de machos, palabras, dinero y armas–. Pero el video ya está siendo diseccionado, y la pregunta es la misma de siempre: ¿cuán válida es la parodia, y hasta dónde se puede llegar con la ironía? ¿Un artista mayor puede permitirse reforzar prejuicios, sobre todo si es tan masivo, o debe ser más responsable? Por las dudas, al final del video, Emimen se sienta él mismo en la silla eléctrica, y se da una descarga. Y mientras los críticos del mundo afilan sus lápices para empezar a hablar del ansiado regreso –lo primero que han dicho es que el concepto del video es algo repetitivo, lo cual es cierto y hasta los fans lo reconocen– los comentaristas de blogs y foros de Internet se dividen entre los horrorizados y los que celebran la irreverencia de un artista autoconsciente. Ayer se podía leer en el blog colectivo Jezebel: “Brillante. Lo suficientemente ofensivo como para que la gente se enoje y entonces él consiga publicidad y atención después de una larga ausencia. Pero también se burla de sí mismo, y deja que el observador participe de la broma. El muchacho sabe cómo venderse, eso es seguro”.
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