Vie 17.04.2009
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La buena de Karina

› Por Mariana Docampo

Karina tenía una vida muy interesante. Entre otras cosas, había vivido los primeros cinco años de su vida en los Emiratos Arabes, y de los seis a los diez en Irlanda. Hacía un año apenas había regresado de Sitges, donde junto a su marido habían vivido cinco años un poco alcoholizados. Estaba recién divorciada, era moderna y simpática, y ya en Buenos Aires había comenzado a gestar la sospecha de que era lesbiana o, por lo menos, bisexual. Solía invitarme a bailar a Nave Jungla. Ella se ponía unas botas de leopardo, un saquito con plumas blancas y se ataba el pelo largo y negro con un palito. Como era flaca y refinada en sus maneras, su atuendo le daba un aire exótico. En el boliche bailaba con movimientos exagerados, y entre altos y enanos se acercaba a mí con intención lésbica, más que nada (advertí pronto) como forma de provocación a los varones que solían rodearnos, cerveza en mano. Ya entrada la noche, Karina me decía “hagamos que somos pareja”, y eso provocaba una inmediata excitación en los muchachos, con algunos de los cuales ella a veces se volvía a su casa. Yo era joven e inexperta, y un poco dominada por Karina, así que aceptaba sus juegos de seducción y, por lo general, concluía la salida bastante deprimida. Karina, secretamente, tenía deseos de ser una estrella porno, pero como al mismo tiempo tenía prejuicios respecto de su deseo y cierto espíritu feminista, se enojaba con los hombres porque en vez de admirar sus dotes artísticas la consideraban “un gato”. Un día hizo contacto con un fotógrafo que se ofreció a hacerle un book. Se convirtieron en amantes. Después le hizo un video y Karina me invitó a su casa para que lo viera. En esa ocasión me hizo todo tipo de insinuaciones, me habló de sus dudas respecto de su sexualidad, incluso expresó que estaba casi segura de ser lesbiana, y más cosas. Entonces puso el video. Como Karina era muy culta y sabía idiomas, en las tres escenas hablaba en lenguas. En una recitaba un fragmento de una novela de Esther Tusquets, en la que se describía una escena de sexo lésbico bastante insulsa (Karina estaba desnuda en una bañera, con el pelo mojado, y hablaba con tonada española); después hacía una entrada por una ventana, recitando en francés un fragmento de Femmes Damnés de Baudelaire; y, para cerrar la película, se la mostraba hablando inglés con una manguera en la mano, zapatos de taco aguja y en bikini, mientras gateaba por una calle empedrada hacia el camarógrafo que sostenía en su mano una trompeta. Ella soplaba. Me di cuenta por fin de que Karina no era lesbiana, ni bisexual, era solamente buena disposición y apertura mental. Supe más tarde que conoció a un buen hombre, se casó y tuvo hijos.

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