Viernes, 5 de junio de 2009 | Hoy
ES MI MUNDO
El comienzo del siglo XX vio florecer en Alemania un conjunto de comunidades utópicas, la mayoría de las cuales fueron aniquiladas por las guerras. Fueron el germen de las defensas de derechos a la disidencia luego retomadas en otros contextos.
Por Daniel Link
La crisis del sujeto que caracteriza al siglo XX no es sólo un asunto de teóricos ni tampoco de artistas (no es, por cierto, un tema sólo surrealista), porque es una crisis generalizada del universalismo, correlativa de la degradación de los estados imperiales a finales del siglo XIX. La consecuencia más o menos lógica (pero en todo caso histórica) fue que las personas se lanzaran a diseñar comunidades que pudieran contener las diversas formas de vida que brotaban precisamente de la crisis de los sujetos universales, el hundimiento de los valores tradicionales (asociados con las familias dinásticas, el conocimiento nacional-comunitario, la pedagogía humanista, los dogmas religiosos) y una radical transformación del paisaje urbano (económico).
Los historiadores suelen hacer coincidir la historia del siglo XX con la historia soviética (porque el siglo estuvo obsesionado por ese extraño imperio comunista y sus potencias, consideradas el mal o el bien, según el punto de vista) o con la historia estadounidense (porque es el intervalo durante el cual Estados Unidos deja de ser un país más del Nuevo Mundo para convertirse en una potencia planetaria que impone su cultura). Pero hay también otro siglo, que es el siglo alemán, el de los experimentos comunitarios que desembocaron en las peores utopías y en las formas más sanguinarias de represión de lo viviente. ¿Pudo haber sido de otro modo? Deberíamos ser capaces de ensayar una respuesta.
Entre 1896 y 1933, los bosques y los lagos de la Europa septentrional estuvieron literalmente ocupados por grupos que se llamaban Wandervogel (Pájaros Migratorios). Fueron institucionalizados en 1901 por Herman Hoffmann a partir de las enseñanzas del pedagogo Gustav Wyneken, que acuñó el término “Jugendkultur” (cultura juvenil). Habría que agregar: cultura juvenil de varones. En el seno de los Wandervögel se dirime la identidad masculina y se debate la modernidad.
A partir de 1933, los Wandervögel (y grupos similares) fueron integrados a las Juventudes Hitlerianas. El nazismo tomará de los Wandervögel dos emblemas tristemente célebres: la denominación de “Führer” y la venia “Heil” con el brazo en alto, que había sido el saludo acostumbrado de los jóvenes desnudos de muslos apretados que se bañaban en los ríos y los lagos entonando sus canciones.
En 1911, Ernst Jünger había pasado ya por varias escuelas cuando tomó la decisión radical de unirse, junto con su hermano Friedrich, a los Wandervögel, donde seguramente adquirió su pasión ininterrumpida por la entomología y comenzó a elaborar su teoría de la emboscadura como disidencia radical en relación con el Estado.
También en 1911, el niño bávaro Bertolt Brecht (13 años) compró una mandolina usada que cambió inmediatamente por una guitarra en la que practicaba todos los días, descuidando sus tareas escolares (para decepción de sus padres). Al año siguiente creó el septeto Amicitia, cuyo repertorio incluía canciones del movimiento Wandervögel y composiciones del propio Bertolt de estilo folk.
Brecht registra en 1913 su legendario encuentro con la Juventud Libre Alemana, asociación pacifista que se convertirá en Asociación Juvenil Comunista con el correr de los años y que se oponía abiertamente a la tendencia nacional-patriótica del repertorio oficial de los Wandervögel. El septeto Amicitia terminó disolviéndose.
Había una fuerza de disolución que enfrentaba a los niños y jóvenes con sus familias (con independencia de las ideologías: Jünger y Brecht no fueron precisamente compañeros de ruta) y esa fractura de la familia (índice de un malestar comunitario) llevó a los jóvenes a adoptar estilos de vida radicales.
Naturalmente, los Wandervögel fueron fundamentalmente grupos de varones (el devenir manada o pandilla reconoce un límite de género). Pero hubo también mujeres en el movimiento: Annemarie Schwarzenbach (nacida el 23 de mayo de 1908 en Zurich), últimamente recuperada como la lesbiana andariega que fue, comenzó a escribir a partir de 1923 para la revista de ese movimiento que funcionó como una fuerza de atracción irresistible para los jóvenes germanoparlantes y en cuyo seno se impugnó el rumbo utilitarista de la modernidad (no a la pedagogía, no a la familia, no al comercio; sí a la vida comunitaria, a los espacios abiertos, al vitalismo y al desafuero sexual).
Se trata de una fuerza de la imaginación que arrastra a la época, desde Jünger, Heidegger y Rilke, por ejemplo, hasta el más rubicundo de los Wandervögel, entregado al rechazo radical de la técnica y la mercantilización de la cultura propia del capitalismo. Esas líneas de fuga pronto se encontraron con las líneas del nacionalismo teutónico (de allí al antisemitismo hubo sólo un paso: había que cruzar un abismo, pero era sólo un paso).
En el seno de los grupos Wandervögel, los niños eran entrenados (en campamentos de fines de semana y de vacaciones de verano) en la supervivencia en “estado salvaje”, llevados a redescubrir la naturaleza (los campos, los lagos, la desnudez) como forma de reconectarse con los aspectos esenciales del ser: formas preindustriales de vida y rechazo de la cultura burguesa que el hippismo sólo tuvo que resucitar años más tarde.
Un participante recuerda: “Jugábamos con las llamas de un mundo incendiado, y eso calentaba nuestros corazones. Fue entre nosotros que la palabra ‘Führer’ se originó, con su significado de obediencia ciega y devoción... Y nunca voy a olvidarme de aquellos días en que pronunciábamos la palabra Gemeinschaft (comunidad), con la garganta temblorosa de excitación”.
El siglo XX comenzó con experimentos variados y mezclados de organización comunitaria. Fue también en Alemania (antes que en ningún otro lado) donde el nudismo fue formalizado como una actividad social colectiva (los jóvenes Wandervögel, queda dicho, lo practicaban). Los alemanes buscaron un remedio contra las “enfermedades del alma” del siglo XIX sacándose la ropa.
Los inventores del nudismo: uno es Heinrich Pudor, autor de libros de teoría del arte, arquitectura y de “prácticas conyugales sanas” quien, con seudónimo, publicó Nackende Menschen (1894). Pudor encontraba la costumbre de vestir ropa como una “inadmisible” renuncia a la naturaleza. Otro fue Richard Ungewitter, autor de Die Nackheit (1903). Esos libros populares condujeron a la fundación de la primera colonia nudista del mundo, la “Freilichtpark”, en 1905, donde la influencia de la severa disciplina de Ungewitter instauró un inflexible régimen vegetariano, gimnasia compulsiva y abstinencia de alcohol. La progresión es obvia: muy pronto comenzaron a aparecer campos nudistas llamados “Swastika” y “Valhalla”.
Hitler, que era (además de otras cosas) un psicópata sexual, prohibió por decreto el nudismo entre 1933 y 1935, pero la prohibición se aplico sobre todo a las clases trabajadoras. Siguieron existiendo campos nudistas (depurados de miembros “no arios”), que se integraban en el Kampfring für völkische Freikörperkultur (Movimiento para la Cultura Popular del Cuerpo Libre). Heinrich Himmler se implicó personalmente en las actividades del FKK, uno de cuyos objetivos era hacer de los alemanes un pueblo más fuerte y sano.
Existía en el código penal prusiano un artículo (el Nº 175) que criminalizaba las prácticas homosexuales. El 15 de mayo de 1897, Magnus Hirschfeld fundó en Berlín el Wissenschaftlich-humanitäres Komitee (Comité Científico Humanitario), la primera organización de defensa de los derechos homosexuales del mundo.
En 1903 apareció la segunda organización, la Gemeinschaft der Eigener (Comunidad de los Peculiares), fundada por Adolf Brand, que veía con desagrado la tolerancia del afeminamiento propia de Hirschfeld y sus seguidores. La Gemeinschaft ponía el acento en la masculinidad y el eros pedagógico.
El grupo de Brand editaba una revista, Der Eigene. Ein Blatt für Alle und Keinen (“Un periódico para todos y ninguno”: el drama de la comunidad imposible). A partir del segundo año, la bajada cambia a Ein Blatt für männliche Kultur (“Un periódico de cultura masculina”) y la periodicidad se declara nominalmente mensual, aunque sale irregularmente y con interrupciones (Ilustran esta nota algunas fotografías de esa publicación, de 1909.
Entre 1907 y 1909 el Comité Científico Humanitario sufrió una crisis a consecuencia del escándalo Eulenburg (que reveló al gran público orgías sodomitas en el seno de las tropas imperiales). Durante el período de entreguerras, Hirschfeld llegó a convencer a los Mann, a Rilke y a Hesse (entre otros) de la justicia de su causa.
Esos jóvenes formados en el espíritu comunitario y antimoderno de los Wandervögel, que despreciaban la política como juego burgués y que miraban con hostilidad a los adultos (padres o pedagogos) como parte de un aparato de domesticación de sus energías vitales, esos disidentes de la heteronormatividad, son los que marcharon con algarabía a la Primera Guerra Mundial, llevando en sus mochilas libros de Hölderlin y Goethe y entonando sus canciones contraculturales. La guerra, podría decirse (entonces como hoy) los estaba llamando para acabar con ellos.
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