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Para algunxs, es una declaración formal y casi sin sentido, una operación de maquillaje destinada a ocultar su falta de definición frente al matrimonio gay. Para otrxs, se trata de una apropiación, en palabras de uno de los columnistas de Queerty –uno de los portales de noticias lgbti más consultados en los Estados Unidos–: “Lo único que nos faltaba era que el presidente nos diera permiso para celebrar nuestro día del orgullo. No es algo que nos conceden, es algo que conseguimos”. Nadie, sin embargo, pudo negar el shock que produjo la proclama que Barack Obama firmó de puño y letra el primer día de junio para consagrar oficialmente a este mes como “el mes del orgullo lésbico, gay, bisexual y transgénero” –en ese orden y en esos términos–. El compromiso fue un poco más allá: “Los movimientos por los derechos LGBT han hecho grandes progresos en los últimos cuarenta años, pero todavía hay mucho trabajo por hacerse. La juventud LGBT debería sentirse segura de estudiar sin miedo a las agresiones, y las familias y las personas mayores LGBT deberían tener derecho a vivir sus vidas con dignidad y respeto”, dice la proclama escrita en memoria de la revuelta de Stonewall, de su cuarenta aniversario, justo después que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, se pronunciara a favor “de la legalidad de las uniones civiles” y el fin de la política “no decir, no preguntar”, que es la que imperó hasta ahora en el ejército norteamericano, obligando a sus integrantes a permanecer en el closet siempre que quisieran permanecer en la fuerza. Y aunque es cierto que no hay ningún pronunciamiento concreto sobre el tema que desvela a las organizaciones ahora mismo –el matrimonio–, también lo es que por primera vez se reconoce el derecho a la adopción por parte de las parejas del mismo sexo desde la Casa Blanca. La discusión sobre si es una apropiación por parte del Estado de la lucha de ciudadanos y ciudadanas puede resultar conocida en estas pampas –algo similar sucedió en Argentina cuando se discutía a quién correspondía el crédito por haber abierto la Esma, símbolo del terrorismo de Estado, como espacio para las organizaciones de derechos humanos–. Lo que es seguro es que una cosa no podría haberse hecho sin la otra. Sin la lucha del movimiento LGTB, Obama no hubiera dado este paso, que puede ser cosmético pero no por eso deja de sentar un precedente que probablemente cambie el imaginario social en un país donde la derecha religiosa sigue presentando cualquier orientación sexual o identidad de género distinta de la heterosexual y patriarcal como un pecado, como una tormeta que amenaza a la gente de bien.
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