Viernes, 31 de julio de 2009 | Hoy
A pocos días de emprender su primera gira europea, los DJ Pareja cuentan su historia. Cómo se conocieron. Cómo pasaron de la pista de baile a la cabina. Qué piensan sobre el matrimonio gay. Cómo es su último disco, Marcha, y por qué no podemos dejar de escucharlo.
Por Gustavo Lamas
El club Age of Communication, conocido simplemente como “La Age”, fue una especie de catedral de la diversidad, lugar obligado de encuentro para las tribus del underground porteño en los primeros años ’90, que reunía rockeros, diseñadores, modelos, periodistas, darkies, clubbers, gays y un largo etcétera. Todos mezclados en sus diferentes espacios: Salón Puteaux, biblioteca, bar con piano, terraza con fogón y, por supuesto, la pista de baile animada por la DJ Union (Dr. Trincado/Carla Tintoré/Diego Ro-K), que cerraba religiosamente con “How Deep is your Love” de los Bee Gees. En La Age, como tantos otros, tuvieron su primer flechazo Diego y Mariano, dos chicos del sur y del norte, respectivamente, del conurbano bonaerense. Tras su cierre iniciaron un largo recorrido por el circuito de clubes, desfiles, vernissages, recitales indie y raves. Por eso no es extraño que con esa escuela terminaran saltando del dancefloor a las bandejas, para debutar en 2000 como DJ en otro mojón emblemático de la diversidad como fue Morocco. Así nacieron los DJ Pareja, fuera del closet. Con semejante nombre, siempre fueron al frente. Desde sus comienzos se mantuvieron incansables a la hora de difundir sus tocadas, en aquellos años en que el reparto de flyers era clave. Entre el ingenio y la ironía, podían repartir desde una intrigante invitación al dark room de Amerika hasta tubitos de papel higiénico anunciando la apertura de su propio “Club Sorett”. Con la Internet 2.0, en la que se mueven como pez en el agua, aquello quedó atrás. Con esas herramientas, y varias horas diarias frente al monitor, mantienen en movimiento su proyecto. Se multiplican a través del Fotolog, MySpace, Facebook y YouTube, desde donde lanzan sus videos. Imposible perderles pisada: son inquietos buceadores de nueva música para sacudir la modorra de las pistas del under porteño, además de animadores infaltables de fiestas como Brandon, Compass, Crème de la Crème, Topless, Aurora y Divas & Divos.
En los últimos años sumaron a la tarea de pinchar discos su faceta compositiva. Versátil (2004) fue su disco debut con micro-hits como “Welcome to the Chongo”, “Pompeya” o “Perfecto Radar”. Ahora acaban de editar Marcha desde su propio sello Multinacional, con temas que ya rankean en el boca a boca como “Spanish is Beautiful” (sobre lo hermoso que es cantar en nuestro idioma), “Gente copada” (de cómo se siente ser un bicho raro entre chetos) y la romántica “Nuestros trajes”.
Mariano: —Fue en el ’93. En esa época me juntaba con los fans de Boy George y hacíamos un fanzine que se llamaba The Poof. Empezaba de a poco a salir. Había ido a Bunker y al Dorado. Con los chicos del fanzine pensamos que un buen lugar para poder venderlo era La Age y fuimos para eso. Entrábamos gratis porque éramos amigos de Lisa (actual organizadora de las Brandon), que manejaba la puerta. Ese mismo día lo conocí a él. Como él vivía en zona sur y yo en zona norte, teníamos que juntarnos en Capital. Lo bueno de un lugar como La Age es que reunía distintas tribus. También estaban buenos los domingos de Bunker, que era más under y la música era diferente.
Diego: —A La Age iba todo el mundo que quería vivir una experiencia distinta. Había desde gente del hardcore, gay y de todo. Ahora todo parece más encasillado.
D.: —En realidad, el tema de saber quién era el DJ empezó en la época de las raves. Por ejemplo, de los DJ Union me gustaba Diego Ro-K porque era más tecno. Pero no teníamos tanto registro al principio. Era todo más inocente. Yo tenía mucho prurito con la escena dance, era más del rock alternativo. Me gustaba La Age por la mezcla de gente, pero no me convencían las raves y los pitos que se oían en la pista.
M.: —La primera vez que entendí el fenómeno de los DJ fue cuando vinieron Los Murk (Ralph Falcon y Oscar Gaetan, pioneros del house de Miami), también en el ’93. Había mucha expectativa y fue “guau, ahí está el DJ”. Fue una noche increíble; un escándalo, la música, y después nos fuimos metiendo más en el ambiente... De a poco las discotecas empezaban a proponer DJ y decir viene tal o cual...
D.: —Yo no pensaba en ser DJ. Quería hacer música y me compré una guitarra, que fue un desastre. Nunca me pude comprar un sampler porque era un época muy difícil y era carísimo.
D.: —Nosotros siempre tuvimos ganas de expresar algo por algún lado que ni nosotros sabíamos cómo hacerlo, y surgió esa oportunidad que fue un empujón. Apareció en medio de una etapa en la que no tenés resuelto un montón de cosas. Esos primeros años de relación fueron de felicidad por todo lo que nos pasaba. Pero también una época jodida porque era complicado no tener trabajo y tener que encontrarnos en terreno “neutral”. Porque no era tan fácil al principio con la familia. Perdimos mucho tiempo viajando, encontrándonos en bares o caminando toda la ciudad. Los eventos eran una excusa para verse. Porque si no era juntarse en un bar cinco horas con un cafecito en el medio. Nos cambió mucho cuando vinimos a vivir acá a la Capital juntos. Pero antes no podíamos coger en nuestras casas. No era como una pareja hétero que dice: “Ok, te presento a la noviecita”. O sea, fue toda una etapa. Hasta estabilizarnos y vivir juntos pasó un montón de tiempo. Cuando nos largamos ya sabíamos bien lo que pasaba en una discoteca y mucho de música. Igual, lo más increíble es que todo esto lo racionalizamos hace poco. Sinceramente. Porque lo de DJ Pareja apareció de la inconsciencia total. Es más: nosotros no pensamos nada. Fue atrevimiento. No teníamos un plan. Nunca pensamos: “Ahora vamos a ser DJ, vamos a ir a la Escuela Sónica y vamos a empezar a cobrar plata”.
M.: —Fue todo un proceso. Empezamos a hacer amigos. Finalmente en 2000 salió la propuesta de invitarnos a tocar en el evento “Escuela de Vuelo” que organizó el colectivo Agencia de Viajes. Esa primera vez tocamos como DJ Doble y así salió en el flyer. Pero en el medio ya sabíamos que nos íbamos a llamar DJ Pareja. Lo habíamos pensado, pero no nos animábamos del todo. Fue Fernanda Laguna la que nos dijo: “Me encanta”.
D.: —Y sí... es muy definitorio el nombre.
M.: —No, nosotros separamos mucho nuestra relación de pareja con nuestra carrera de DJ o músicos. A la hora de tocar o hacer música, hacemos eso y punto. Es estar acá en casa, discutir qué vamos a poner y esas cosas, pero no difiere de otro grupo. En cuanto a la producción están más divididos los roles. El arranca con un ritmo y yo vengo con la idea de una letra y así... Charlamos la letra, los nombres de los temas... Confío en él.
D.: —Yo soy más obsesivo y me cuesta más. En cambio, él es más espontáneo, le sale una frase o una melodía al toque... Pero la verdad es que nunca hay diferencias grandes y tampoco nos peleamos heavy como pareja. Sólo alguna discusión por boludeces...
M.: —La cultura del casamiento viene desde un lugar con el que no estoy de acuerdo. Yo no quiero ser igual a los demás. Quiero ser diferente.
D.: —Si nos casáramos sería algo estrictamente legal.
M.: —Jamás iglesia, arroz y esas cosas.
D.: —Es un derecho que estaría bueno tener y, más que por el lado cultural, por la cuestión de los beneficios como pareja. Pero nunca lo pensé.
M.: —Yo sí. Más que nada por la herencia. Pienso en nuestras cosas que son de los dos y por eso sí lo haría.
D.: —No nos cierra esa idea de los gays siempre aspirando a la normalidad. Esa idea de que todos me respeten, que soy “normal” y esas cosas. Nos gusta la diferencia de ser gay y de alguna manera la idea de la familia no me convence. La institución de la familia, hmmm...
M.: —Igual, yo creo que somos una familia de alguna forma. Además de que ahora nos juntamos a comer un asado con nuestras familias y está todo bien...
D.: —A nosotros nos gustaría tocar ahí, pero el público típico gay ni nos conoce. No nos tiene en cuenta.
M.: —A ese público no lo sacás de Chayanne y Ricky Martin. En cambio, noso-tros vamos para otro lado. Ahora el gay se quiere incluir, ser parte de cierta normalidad escuchando eso. En otra época ese público bailaba con Dead or Alive.
M.: —Sí, pero no solamente por nosotros. No hay tantas chicas tampoco.
D.: —Nos pasaba mucho de ir a las disquerías y nos encontrábamos con muchos DJ. La reacción era medio extraña. Entonces pensábamos: “¿Estos saben que el house nació en un club lleno de negros y maricas?”. Porque realmente era una postura hétero exacerbada, como de futbolistas. Y DJ gays hay, como Aldo Haydar o Trincado, pero nuestra diferencia es que te ponemos la idea de lo gay en la cara con el nombre, y cuando llegamos juntos a la disquería es raro... No digo que haya homofobia, pero no es muy relajada la escena en ese sentido.
D.: —Tocar en el camión de Soy estuvo buenísimo, caótico y divertidísimo. Pasamos lo que a nuestro criterio son temas emblemáticos de la cultura gay como Amanda Lear (“Follow me”), Evelyn Thomas (“High Energy”), Rozalla (“Everybody’s Free”), Valeria Vix (“Viciosa”), Boy George (“Generations of Love”), y otros. Pero también pusimos Nirvana. Algo que nunca había sonado en una marcha y fue un escándalo, a todos les encantó, uno de los highlights de la marcha.
M.: —Les preguntamos a los amigos qué temas no podían faltar o que querían escuchar y les cumplimos el deseo. A la marcha vamos desde la primera, aunque no compartimos ciento por ciento todo.
D.: —Yo no soy tan chispita como él. A veces no me divierte tanto estar atrás de un camión bailando. Pero siempre pienso que no puedo dejar de ir. Lo que me da bronca es que la mayoría de los gays no va. Siempre van las travestis, los más locos y los más freaks. El gay de camisita y zapatos leñadores no va. Para el gay correcto eso es cosa de payasos. Esa idea del gay adaptado que piensa que no hay que ir porque está todo ok. Tampoco somos re-militantes, pero sí creemos en la presencia. Para mi está bueno que seamos muchos y cada vez más. Que en Crónica se vean cada vez más cabezas.
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