Viernes, 21 de agosto de 2009 | Hoy
¡UFA!
Basta reparar en las cientos de personas que han muerto intentando sortear el muro que hace algunos años separa la frontera de México y los Estados Unidos, o naufragando en esas balsas descuajeringadas en las que tantos africanos y africanas se hacen a la mar con la ilusión de convertirse en mano de obra esclava en algún país europeo, para comprender cuál es la realidad de los inmigrantes ilegales en un mundo que se las ingenia para deshacerse de ellxs, legalizando (como en Italia) políticas de tintes xenófobos. De ahí que la serie de fotografías de Walter Chin, publicadas en el último número de la revista Out, titulada “The Migrants” –en la que se ve a un grupo de bellos modelos de rasgos latinos jugando a lo suburbano entre fardos de paja, tractores y leños cortados, mientras lucen modelitos de Gucci, Louis Vuitton y Dolce & Gabanna– pueda ser vista casi como un reverso estilizado y chic de esas otras fotografías, de verdaderos inmigrantes, con las que el mexicano Santiago Sierra escandalizaba al mundo del arte a fines de la década del ’90. Fotos que eran el registro de acciones en las que grupos de inmigrantes ilegales accedían a teñirse el pelo de rubio, a tatuarse una antiestética línea recta en la espalda, o a permanecer durante horas adentro de una caja a cambio de pequeñas remuneraciones, y en las que Sierra exponía una situación de explotación (creada por él) para denunciar, entre otras cosas, la exclusión que padecían esas personas y el agotamiento del mundo del trabajo.
Si al exilio por motivos económicos se la agrega la sexualidad como variable, el asunto se torna todavía más complejo. Y una prueba de ello es lo declarado por la Fundación Triángulo, una ONG española que trabaja por los derechos de las minorías sexuales, que asegura que la participación de gays latinoamericanos ha ido creciendo de tal manera en los últimos años que hoy en día representan el 95 por ciento de sus voluntarios y beneficiarios."La mayor parte de los gays migrantes en España son de origen brasileño, venezolano, mexicano y dominicano", informó Gerjo Pérez, uno de los fundadores de la asociación. "A pesar de los cambios legales en constituciones como la mexicana y la brasileña, en las que la discriminación en razón de género ya es un delito, los usos y costumbres retardan e incluso impiden que se aplique la ley", explican desde la Fundación. Lo que no se traduce necesariamente en un país gay friendly como España en una mayor inclusión para los inmigrantes lgbtti.
Y es que la homofobia y los sentimientos xenófobos resisten y hasta recrudecen allí donde se supone que están dadas las condiciones para que vayan desapareciendo. No en vano en los Estados Unidos, donde hay un presidente afroamericano y una jueza hispana, Sonia Sotomayor, acaba de ser nombrada miembro de la Corte Suprema de Justicia, hay datos de analistas privados y del propio Departamento de Seguridad Interior que coinciden en afirmar que el racismo, la fobia contra los inmigrantes y el extremismo de derecha antiabortista y antigay están en aumento. Una contradicción que deja de ser tal si se tiene en cuenta que es parte de lo que puede esperarse de los sectores más conservadores de una sociedad, que ven así peligrar lo que creen que es correcto.
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