› Por Fernando Noy
Este cuerpo y alma bailaron de memoria entre el viento, mezclando músicas de nuestra carroza con las demás y los corazones redoblantes de una multitud espejismo cada año mayor que, sin duda sin puto de comparación, ha de seguir creciendo.
Ahora reviso pellizcones condecorando mi piel de pseudo Papisa masacrada por la pasión del nuevo continente, pachapatria planetaria eterna y sin fronteras, LGTBópolis.
Y a los 230 mil besos puntualmente contabilizados por el apetecible ínclito Patricio Lennard en su crónica del domingo, me complace agregar los personalmente recibidos por esta especie de Virgen Cabeza en que me fui transformando gracias a la inspiradísima mano de Alejandra Fenocchio, mientras le recitaba frases de memoria del imperdible texto escrito por Gabriela Cabezón Cámara entre las ramas, arbustos que diseñó para nuestro camión “a imagen y semejanza de nuestro deseo”, la artista Fabiana Valgiusti. Luego, el gran Canciller Gandhi/12 nos colmaba de todo lo que fuera necesario para la gran celebración.
Al fin, especie de serpiente hermafrodita incorporada, terminé arrojando cientos de manzanas pre-adánicas desde la nave loca que navegaba en medio de un mismo mar de piel, disfrutando una libertad al fin para siempre conquistada.
Desde la fundacional gresca en Stonewall pasando por las primeras orgullosas casandrizadas por la siempre presente Carlos Jáuregui, gran patrona de la jauría gay, y el dandy Pink César Cigliutti, con nuestra única bandera de arco iris como estandarte celebramos otra vez en la marabunta marchantera, los dominios sin límite.
A mi lado, encaramado en la cola de cometa bien custodiada por los triciclos de Casa Brandon, Oggi Junco recibía ovaciones arrojando besos, la giocóndica sonrisa de Leo García era vivada por sus pares y tantos camaradas de cama y mano dada imposibles de enumerar se fundían en una misma saliva y carcajada. Adelante había más aún: el heliogabálico turco Martín Churba, la luciérnaga del flash Sebastián Freire y un mariachizado Alejandro Ros junto a la Barbie Trola de Lili Viola cumbianchando con D’artagnan Carri, el cacique Dillon pululando a lo Cher, el cometa María Morenil enviando centellas saturnianas. Parte del mega magma en la que durante las más de veinte esquinas se fue transformando nuestra procesión profana.
Desde la gran sábana del asfalto iluminada por la luna, Diego Tortrola, Naty Menstrual, Julián Gorodischer, Marlene Wayar, Juan Tauil, y otras deidades cuyos nombres no conozco pero vislumbro, apuntalaban la gran nave, mientras Alejandro Modarelli como una brújula embrujadora orientaba el fantástico rumbo. Hasta llegar al Congreso, donde se alzaban cánticos aullados pro una ley matrimonial inmediata. Ni siquiera la lluvia quiso opacar la inolvidable fiesta. Tal vez por tanto huevo quebrado por las Clarisas muertas de risas. Amanece y seguimos brindando hasta el ano que viene.
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