Sobre el camino que Estrella soñó y finalmente se cumplió.
› Por Miss Bolivia*
”Con ustedes..., démosle una calurosa bienvenida a la más bella, la que revela lo incierto, predice, ¡¡¡¡destella!!!!” —dijo una voz desde la oscuridad mientras arremetía in crescendo un tremolo de tambor que subió el volumen más y más hasta que de repente... silencio absoluto.
Dos antorchas se encendieron y sonó el cuerno para la aparición de la esperada con ansias, la de la lengua filosa, la que personifica en sus versos el deseo y la desesperación, la frustración y la esperanza ajenas. Aliada de la curiosidad y la ansiedad, ella consuela generosa a los hombres con sus vaticinios y sueños ante el silencio abismal de lo ignoto. “Señoras y señores, con ustedes... ¡Estrella de Belén!”
La ovación crece aún antes de que aparezca. Su fama aumenta en clave sostenida y muchos la siguen fervorosamente desde hace ya mucho tiempo... Amigos, fanáticos y críticos, atrapados por su increíble destreza con la palabra y la sabiduría sobre la vida, especialmente futura, peregrinan a su lado cual caravana sin importar el paraje siguiente. Ella sabe, y con su exótica presencia hipnotiza al público hambriento de relato.
Entra sola y camina lento hacia el centro del patio donde todos la rodean en círculo. Viste de mujer, es mujer. Pero dicen que ha nacido en un cuerpo de hombre. Es Estrella de Belén. Criatura mística, polémica, casi sagrada.
—”¡Silencio! —sentencia—. Anoche soñé con un cielo especial. Todos los hombres del mundo estaban despiertos y ya no importaba el tiempo ni lugar. Algo latía; el aire estaba húmedo y la tierra mojada. Y parecía como si en un momento y de una vez, en todo el universo hubiese sido primavera. El amor de las personas tomaba un curso divino donde los hombres amaban y hacían acorde al deseo de cada quien. Y así, como tantos miles de hombres y mujeres había, miles de deseos había también. Y cada uno era distinto; ni bueno, ni malo. Y había respeto. Los hogares eran almácigos de amor compartido en donde criar a los hijos y venerar la vida. Y había casas de dos madres, de dos padres, de una madre y un padre, y hogares donde era sólo una madre o un padre quien cuidaba de los hijos.
—¿Pero señora, en su sueño, todo sucedía de repente? —preguntó un apuesto pastor sentado junto a su amado amigo mientras bebían vino.
—No, José, así nomás no —respondió la Estrella—. Querido: Todas esas casas y familias habían resultado posible sólo luego de una inconmensurable cruzada de mujeres y hombres por defender sus derechos de practicar el propio estilo de amor y vivir en la familia que cada uno eligiese formar. Reyes y emperadores se opusieron rotundamente, como también muchos otros hombres y mujeres que no comprendían la necesidad primordial de amar de sus semejantes. Pero el amor se impuso en potencia y acción.
—¿Pero Estrella, cómo es posible? Ni dos mujeres ni dos hombres pueden engendrar un niño. Para eso es necesaria la presencia de la semilla preciosa del hombre fecundando el vientre de su amada esposa —insistió uno de los tres hombres mayores que recién llegaban a la arena de alimentar a sus camellos.
—Señor, en mi sueño los hombres y mujeres que mutaban hacia el nuevo amor lo hacían según un estilo más comunitario, donde era posible recibir o dar la semilla en virtud de pactos y acuerdos de armonía, buena voluntad y responsabilidad compartida, más allá de la casa que éstos habitasen. Como si por ejemplo José, amigo de la casa, cediera a la doncella que está aquí a la izquierda su semilla... ¿Cómo es tu nombre, jovencita? —preguntó Estrella en voz alta.
—María —respondió sonrojada la muchacha mientras sus amigas la tomaban de la mano y una de ellas acariciaba su vientre.
—Como si José fecundara de algún modo a la joven María, quien con su amiga que la acompaña hubiera decidido en su momento formar un hogar y criar, con todo su amor, un hijo. Y el hijo fuera criado por ellas, y también por él —remató elevando la voz.
Silencio absoluto. De repente el rostro del joven José se iluminó en un gesto de gracia, y su amigo amado arrojó en un rapto de celos el vino en la cara a Estrella, que se limpió con la mano para luego lamerla.
Ella rió, todos rieron.
“Los sueños saben, y son parte del camino que transitamos como personas, como familias, y como pueblo día a día. Son el motor y la excusa. Los señores del camello lo saben, yo lo sé, y ustedes, querido público, lo saben.”
El tambor sonó, y Estrella de Belén se retiró a su alcoba para, minutos más tarde, seguir soñando. l
(*) Miss Bolivia (aka Paz Ferreyra), cantante de dancehall, cumbia y hip hop.
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