› Por Sonk Gonorazky y Verónica Marzano
El día llegó y nos encontró ocupando la plaza como desde hace 21 años, con quienes faltan, con todxs lxs nuevos y lxs que nos fuimos sumando en el camino por edad o salida del closet. Una nueva edición de la Marcha del Orgullo, con todos sus dimes y diretes, tires y aflojes, fue posible, como cada año. Un festejo maravilloso de las conquistas obtenidas y los desafíos para el futuro. La misma plaza donde dos días antes las cacerolas sonaban, ahora se llenaba de colores y de consignas.
Era la plaza del 10N, la plaza orgullosa de ser el epicentro de un festejo nac & pop. Donde muchxs, a pesar de los matices y sabiendo lo que falta, nos reunimos no sólo como putos, tortas, travas, pibxs trans y gente rara a secas, sino como colectivo que festeja que las trabajadoras puedan tener su casa propia, aunque a la patrona le parezca terrible, que nadie necesite trabajar por dos pesos al servicio de una señora porteña, que quienes quieran dólares tengan que declarar sus ingresos, que haya casi 3 millones de netbooks en manos de lxs pibes, que lxs pibes puedan votar a los 16, que las familias diversas reales empiecen a ser familias diversas visibles y legales, representadas e incorporadas a la escuela, que se termine con los monopolios mediáticos, que recuperamos YPF y con ella la memoria de muchxs de nuestrxs viejxs que padecieron su desguazamiento, que no entregamos la dignidad del pueblo por la Fragata Libertad, ni por nada. Celebrando que en cada provincia haya una universidad así paramos el desangramiento que significa que lxs jóvenes tengan que irse en busca de una oportunidad o resignarse a abandonar sus sueñxs, y que en esa universidad –igual que en ese colegio, en esa escuela o jardín– haya profes, maestrxs, trabajadorxs sociales, porterxs, directivxs trans, lesbianas y putos visibles y orgullosxs. Porque además de putos, tortas, travas, pibxs trans, gente rara, pertenecemos a un pueblo que lucha por terminar con todo tipo de dominación, por sostener lo conseguido, por profundizar en lo que falta, por la memoria de los que ya no están, conocidxs o anónimos, que pelearon por la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Consignas que en 2012 traducimos como igualdad, inclusión, diversidad, memoria, justicia, democracia, educación, educación siempre sexual y cada vez menos normativa. Distintas palabras con un mismo objetivo.
La mayoría de lxs que estábamos en la plaza, con distintos matices, colores, encuadres, sabemos que no podemos dar ni un paso atrás en las conquistas. Muchxs nos reconocemos como parte de un cuerpo colectivo, una sociedad que avanza por todo o posiblemente retroceda en todo. La del 10N no fue una plaza de ghetto, no representó la expresión de reivindicaciones sectoriales, sino que fue el festejo de un pueblo que crece, se diversifica, se celebra en el amor y la igualdad y se promete a sí mismo que nunca menos y ni un solo paso atrás.
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