En su nuevo libro, Pedro Lemebel (Santiago de Chile, 1955) reúne anécdotas de viajes, postales de paisajes y ciudades noctámbulas, choques imprevistos con personajes nuevos y viejos conocidos, recuerdos de infancia, un listado infinito de los amantes que el escritor y artista visual fue dejando en cada puerto. Y también un paseo en bote por el Amazonas, su despertar sexual en un internado católico y la pelea descarnada que mantuvo con Fernando Vallejo por un taxi-boy de piel muy joven. Va y viene en la línea de tiempo de su biografía cruzando desde el encuentro fortuito con la dirigente estudiantil chilena Camila Vallejo hasta episodios borrosos que evocan su participación en la resistencia a la dictadura de su país, cuando, por esos días, junto a Francisco Casas, formaba el colectivo Yeguas del Apocalipsis. Háblame de amores es el último título que se suma a sus tantos compilados de crónicas: La esquina es mi corazón, Loco afán (crónicas de sicario), Perlas y cicatrices, Zanjón de la Aguada, Adiós mariquita linda, Serenata cafiola y Bianchiani ancora forestiero. En él asoman instantáneas de principios de los ochenta, “cuando éramos tan re pocos los que expresábamos al descontento en acciones culturales que produjeran algún despertar en la conciencia medio sonámbula de los chilenos atontados por las botas”. El recorrido lemebeliano, con su pluma tan barroca como callejera, dibuja también en estas páginas un panorama de días presentes y pasados sin perder el humor ni la mordacidad que aplica hasta para reírse un poco de la tropa propia. Y lo hace con descripciones desvariadas como, por ejemplo, las de las mascotas de los homosexuales: “Que la Puki se comió una torta de yerba y anduvo todo el día curada, oye, daba tanta risa. Que el Mao se puso a lamer un papelillo de jale que alguien dejó por ahí, y quedó como perro de yeso. Que el Justin, cuando le da por aullar, oye, es insoportable, por eso no puedo poner a Madonna. Se cree travesti, y mueve la colita al compás de la música, que te digo, es casi humano, lo quiero tanto, no sé qué haría si... snif”.